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Hughes: "No tocar los temas que conforman la guerra cultural es dejar al toro sin torear" - Zenda
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Hughes: «No tocar los temas que conforman la guerra cultural es dejar al toro sin torear»

Francisco Santas (Albacete, 1977), o sea, Hughes, sostiene que ser columnista es, “como ser periodista, algo que conviene callar cuando un desconocido (y no digamos nada si es desconocida) te pregunta la ocupación”. Estudió Economía, fue funcionario de Administración Local con habilitación de carácter nacional, empezó a escribir “por diversión y soledad”, fichó por La...

Francisco Santas (Albacete, 1977), o sea, Hughes, sostiene que ser columnista es, “como ser periodista, algo que conviene callar cuando un desconocido (y no digamos nada si es desconocida) te pregunta la ocupación”. Estudió Economía, fue funcionario de Administración Local con habilitación de carácter nacional, empezó a escribir “por diversión y soledad”, fichó por La Gaceta y, meses después, por ABC, donde todavía sigue publicando. Zenda le entrevista un jueves siberiano, en el bar malasañero en el que Monedero y Carmen Lomana tomaban el café, al poco de que anuncie en Twitter que deja de firmar en la sección de Opinión del diario de Vocento: “La (columna) del próximo miércoles ya saldrá en Televisión”. Justifica la entrevista el lanzamiento de Dicho esto (Monóculo, 2022), una fantástica compilación de sus textos abeceros que dedica a sus padres. Conversamos, entre otros asuntos, sobre “liberalios”, “periodismo multislip” y el libro póstumo de Benedicto XVI.

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—Hughes, ¿qué debe tener una buena columna?

—Lo mismo que un buen discurso: un buen comienzo, un buen final y, entre medias, nada (risas).

—¿El columnista, excepciones al margen, es al periodismo lo que el “liberalio” a la política?

—Me niego. Aunque, bueno, a ver, ya sé por dónde vas… (risas) En términos de desahogo, de capacidad de adaptación, por decir un eufemismo, sí. Algunos, incluso, han sido las dos cosas.

—El columnista que pertenece o ha pertenecido a Ciudadanos (Cs) es una especie habitual de nuestra prensa.

"Ese centro, esa opinión de centro, está sobredimensionada en los medios en España"

—Ellos, uno por uno, y el partido en general, me caen bien. Todos conocemos a gente que ha votado a Cs. Pero, si te das cuenta, ese centro, esa opinión de centro, está sobredimensionada en los medios en España. Esos tíos copan las tertulias, los programas, los periódicos, y en España no hay un refrendo político de eso. No lo hay. Ojo: yo no me quiero encasillar metiéndome con el centrismo. Y creo que voy a ser recordado por eso.

—¿La opinión cotiza mejor que la noticia?

—Sí, lamentablemente. De hecho, si alguien asocia el verbo “cotizar” con la opinión, sería muy triste. Jesús: tú y yo sabemos que lo que es cotizar, la opinión cotiza poco. Echo de menos la noticia. Noticias de verdad, con sustancia, que vayan a la verdad de las cosas. De eso, ahora mismo, hay poco.

—Del ecosistema mediático patrio, ¿qué es lo que más le gusta?

—Me salen algún columnista veterano, algún periodista con un casticismo impensable en el fútbol, algunos documentales que están haciendo sobre fútbol en Movistar, algún viejo programa de música que sobrevive en Radio Clásica… En realidad, el ecosistema mediático, sobre todo, el televisivo, me tiene muy cansado. Están las fórmulas muy agotadas. Me sigue gustando algún reality

—¿Y lo que más le disgusta?

"Antes mentían un poco, pero a medida que los cambios son muy rápidos, la mentira que crean es enorme"

—Que hay una propaganda atroz. Formamos parte de un Estado de propaganda en el que los medios ya… Estamos en Malasaña y, diciendo esto, sueno yo mismo a lo que siempre he odiado: a este tío que se está liando un porro o con una litrona diciendo: “Es que mienten los medios”. ¡Es verdad! ¡Y mucho! ¿Por qué me habré dado cuenta tan tarde? Antes mentían un poco, pero a medida que los cambios son muy rápidos, la mentira que crean es enorme. Te genera un problema psicológico profundo porque los medios alteran completamente la realidad. Entonces, vives en un Matrix, en una doble realidad que te lleva a enloquecer. Sí, sí, lo creo tal cual. O sea, tú pones un telediario y te están contando una operación psicológica y psicotrópica.

—¿Qué es el “periodismo multislip”?

—Es un homenaje a Ferreras y a toda su martingala de tertulianos, que también tienen lo suyo. La gente se mete con Ferreras, pero, en realidad, Ferreras viene de la SER, para en Atresmedia, fíjate en la transversalidad, y luego se ramifica en una arborescencia enorme de tertulianos que, prácticamente, están en todos los medios. Ferreras es uno de los que logra que el martilleo propagandístico progubernamental sea más perfecto. Su “pum, pum, pum” se va metiendo en el cerebro. Yo le he llamado “periodista cubital”, por cómo pone los codos. Es un figura. Yo ya tengo mis años y me acuerdo de las capas de calzoncillos. Y ese periodismo, lejos de haber sido rectificado, fue mandado al estrellato. Por eso, simpáticamente y con cariño, le llamo “periodismo multislip”.

—Escribe, basándose en unas declaraciones de Quique González, que nos enfrentamos a “una Cultura oficial prisaica que ya desde el franquismo ha desnacionalizado, asnado, dividido, y desentrañado espiritualmente al país hasta convertirlo en un ejército de ríe-chistes frenéticos y unidireccionales”. Cuénteme más sobre esto.

"Creo que se ha ido degradando la cultura hacia un humor políticamente correcto"

—Hombre, ¿qué más quieres que te diga? (Risas) Yo era un gran lector de El País. Leía más cosas, pero El País, para mí, era muy importante en mi primera juventud. Lo leía con mucho respeto. Pero me fui dando cuenta de que lo que fue no ya sólo El País, sino el Grupo Prisa, lo que el otro llamó “el imperio del monopolio”, y todos los grandes aparatos del PSOE y también del PP, llevan mandando más que Franco y han conformado España tal y como es. Ahora quieren formalizar, en la Constitución o en los estatutos, la desespiritualización. ¿Que venga con los tiempos, que sea buena o mala? Allá cada cual. Pero creo que se ha ido degradando la cultura hacia un humor políticamente correcto, que permea todas las manifestaciones culturales y que consiste en determinar de quién se puede reír uno y reírse constantemente, como nerviosa, convulsivamente. Esa cultura se nos ha metido dentro y va a ser difícil que nos la quitemos.

—¿Recuerda haber leído alguna entrevista a un artista español en el que éste no dijera “lo conveniente”?

—Sí, de algunas mujeres: Macarena Gómez, Bebe… Son mujeres que están diciendo: “Os estáis pasando con la historia del nuevo feminismo”. Las mujeres son más valientes. También pasa en nuestro gremio. Tú puedes ser feminista o no serlo, pero notas cuando una mujer se ha subido al carro o cuando es como era hace unos años. Y a esas segundas que no sobreactúan, que no toman la vuvuzela ministerial, las admiro profundamente. Porque podrían haber tocado la tecla, haber ascendido mucho y no lo han hecho. Sí, he visto a muchas mujeres que se han salido de lo conveniente.

—Si yo le digo “guerra cultural”, usted me dice…

—Que eso es muy, muy antiguo. Ha existido, por lo menos, desde el siglo XIX. ¿Es necesaria? En términos de vida, no hay que ser pesao, no hay que llevar el casco puesto todo el día. Eso no me gusta. Pero no tocar los temas que conforman la guerra cultural es dejar al toro sin torear. En política y en periodismo.

—¿Alguna vez le han intentado zurrar los antidisturbios de la moral?

"Estoy en una especie de indiferencia general, en un barrio donde no va nadie"

—No, no llego a ese nivel. Al principio, alguna vez, por alguna cosa sobre Podemos… pero no, no estoy en el punto de mira de esos antidisturbios. Estoy en una especie de indiferencia general, en un barrio donde no va nadie, en una periferia sin transitar.

—Permítame robarle una pregunta: “¿Qué país es uno en el que si no ganan o PP o PSOE deben fundirse PP y PSOE hasta ganar?”.

—Un país colonizado por potencias extranjeras, amenazado por casi todos los flancos. Un país que tiene una enorme deuda con el extranjero, con enormes acreedores. Un país que tiene miedo de conocer su Historia, no ya de enorgullecerse de ella, sino de conocerla. Un país en donde su lengua principal no se puede estudiar en unos términos establecidos en la Constitución en gran parte del país. Un país que aspira en una disolución del sujeto político cuarteándolo, disolviéndolo o de las dos formas. Pues un país así.

—Escribe: “Yo no me puedo bajar de España, y mira que lo intento”. ¿Por qué?

"A mí, políticamente, me preocupa España. Me iría de aquí mañana, pero me preocupa"

—Es una cosa autoparódica, del estilo “me duele España”. Trato de reducir al mínimo las efusiones patrióticas sentimentales, pero creo que el patriotismo es una virtud moral que se debería estimular. Evidentemente, es una cuestión sentimental y, en función de la sensibilidad de cada uno, sale o no sale. Pero creo que debería estimularse. A mí, políticamente, me preocupa España. Me iría de aquí mañana, pero me preocupa.

—Vamos acabando: ¿cuándo fue la última vez que, al entrar en una iglesia, sintió “conmoción, misterio y elevación”?

—Mira, no mucha elevación, pero tengo al lado una iglesia muy pequeñita, de estas garajeras que hay en Madrid, de planta baja. Entré hace no demasiado, estaba casi vacía, sólo había una señora, y me recordó a lo que contaba José Jiménez Lozano, al que una vez le preguntaron: “¿Usted a qué viene a una iglesia?”, y dijo: “A hablar con mis muertos”. Cuando entras en una iglesia, aunque sea una iglesia sin grandeza arquitectónica, con poco misterio ambiental, siento algo, sí. Sobre todo, recogimiento. Agradezco el silencio. Y dejo que pasen cosas.

—¿Cree que la Iglesia debe ser más radical y menos moderada?

"Ves cómo uno de los pocos poderes, seas creyente o no seas creyente, que hay contra el Estado que avanza y el Estado-global es la Iglesia"

—En el tema de la Iglesia, hay gente muy experta y muy devota, y no soy una persona que sepa mucho. Pero el último libro que se ha publicado de Ratzinger, el póstumo, que se acaba de editar en Italia, deja muchas pautas, y creo que la gente debería leerlo cuando se publique en España. Al menos, debería hablarse de él. En resumidas cuentas, ves cómo uno de los pocos poderes, seas creyente o no seas creyente, que hay contra el Estado que avanza y el Estado-global es la Iglesia. Y la Iglesia está entregada, en muchos aspectos, a puntos de vista y a posiciones muy coincidentes con la moral estatalizada que surge. Entonces, que la Iglesia despierte es fundamental. Y las cosas que comenta Ratzinger sobre teología moral, sobre la necesidad de que existan, marcadamente, un bien y un mal… Soy como de la generación de los 90, y eso era de lo que deberíamos huir, de que existieran dos polos, un bien y un mal; pues, probablemente, eso sea necesario. Alguien lo tiene que decir, y quien lo tiene que decir es la Iglesia. Tengo la sensación, aun siendo un ignorante, subraya lo de ignorante, de que la Iglesia tiene el magisterio en el misterio, en las cuestiones de fe, etcétera, pero no en la moral. Entonces, no hay una instancia moral contra el poder estatal. Y ahí perdemos todos.

—Y, para finalizar, ¿cree en la segunda venida de Mourinho al Real Madrid?

—Creo, pero en un Mourinho ancelottizado. Ancelotti me ha acabado convenciendo de que los entrenadores bonancibles son los mejores. Y creería en un Mourinho sabio, experto, melancólico, abuelo, entrañable. Me encantaría que volviera un Mourinho así.

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Jesús Fernández Úbeda

Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989) es periodista por obra y gracia —o desgracia— de la Universidad Complutense de Madrid. Escribe en Zenda y en Libertad Digital. Además, ha cubierto un par de giras de Enrique Bunbury y escribió el press release de su último álbum, Expectativas. También hizo de compilador, o como se diga, en El último pistolero, de Raúl del Pozo. Aterrizaje forzoso (Cultiva Libros, 2018) es su primer libro. En Twitter @jfubeda89

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