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Holmes y la música - Zenda
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Holmes y la música

La madre de Holmes había invertido muchas jornadas del agradable verano de 1871 en la tarea de que su hijo aprendiera a tocar el violín, ella consideraba que un hombre sin conocimientos musicales (cuanto más profundos mejor) no llegaría nunca a desarrollar su intelecto por completo. Lo que ni siquiera intuía la señora Violet Sherrinford...

La madre de Holmes había invertido muchas jornadas del agradable verano de 1871 en la tarea de que su hijo aprendiera a tocar el violín, ella consideraba que un hombre sin conocimientos musicales (cuanto más profundos mejor) no llegaría nunca a desarrollar su intelecto por completo. Lo que ni siquiera intuía la señora Violet Sherrinford era que, con el paso del tiempo, su hijo sería dueño de un magnífico Stradivarius.

Como ya hemos comentado en una reseña anterior el instrumento fue adquirido por 55 chelines a un cambalachero de Tottenham Court Road, pero necesitaba un buen repaso y Holmes consideró que la persona más adecuada para hacerse cargo de una profesional restauración era el viejo Sherman que tenía una tienda en Pinchin Lane, en Lower Lambeth, y a quien conocía desde  joven. Nuestro protagonista era feliz frecuentando la tiendecilla, cuyo dueño dominaba diversas técnicas naturalistas y era también un excelente disecador de todo tipo de aves. En ella ayudaba al dueño a preparar los animales en las diversas fases del proceso de taxidermia y se hizo un verdadero experto en tomar huellas en yeso y conocer los efectos de las picaduras de las víboras, arañas y otros insectos venenosos. Pero lo que mejor dominaba Sherman era la técnica de la preparación de los barnices porque estaba en posesión de un viejo manuscrito de recetas que era una especie de herencia familiar. Los dos se hicieron buenos amigos en el pasado, a pesar de la diferencia de edad, y el viejo durante toda la vida llamó al detective por su nombre de pila, cosa que en Londres solo hacía su hermano Mycroft.

stradivarius

"En diversos relatos del Canon aparece el famoso Stradivarius. A veces se juzgó a Holmes como un aprendiz, pero resultó ser un virtuoso."

Cuando Holmes le llevó el violín, el viejo Sherman lo acarició con un toque de admiración y le dijo que se lo dejaría como nuevo. Por lo visto había que desmontarlo por completo, desprender los viejos residuos de cola y de barniz, limpiar las cuerdas a fondo y tratar las crines del arco de la mejor manera posible sin dañarlas.

La tarea fue larga y el detective visitaba a menudo el taller de Sherman para comprobar con impaciencia y con algo de cautela la marcha del trabajo. El viejo le informó que el Stradivarius era de madera de arce, que se encontraba en buenas condiciones y que estaba dispuesto a iniciar la tarea. Para el encolado utilizó viejas recetas y para la fijación utilizó bellos aprietos de madera de construcción propia, y por fin un día el instrumento quedó listo para el barnizado. Primero se le aplicó una finísima capa con una base de aceite muy suave que penetró ligeramente en la madera de arce. Al cabo de una semana de secado, a temperatura muy controlada, se procedió a darle la segunda capa con otro barniz fabricado con ingredientes secretos compuestos por algunos pigmentos rojizos que le prestaron al instrumento ese tono tan especial. Al cabo de un mes se montaron todas las piezas, se modularon las cuatro cuerdas de tripa, se limpió a fondo el arco fabricado con madera de pernambuco, lo mismo se hizo con las 200 crines de caballo y con un precioso adorno de marfil que había en la punta del arco. Sólo restaba impregnar las crines de colofonia y escuchar el sonido. No hace falta añadir que el estuche fue tratado con el mismo esmero, y cuando Holmes fue a retirarlo y lo probó, con cierta reserva, vivió uno de los momentos más dulces de su existencia. Aquel primer sonido lo acompañaría hasta la muerte. Y también una diminuta etiqueta, fechada en 1701, con las iniciales S.H. que se halló pegada en el interior del violín.

En diversos relatos del Canon aparece el famoso Stradivarius. A veces se juzgó a Holmes como un aprendiz, pero resultó ser un virtuoso. Lo mismo entretenía sus ocios melancólicos rasgando sin orden ni concierto las cuerdas con el arco sobre el violín situado entre las piernas, que hacía descansar a Watson improvisando suaves melodías para que se durmiera en el diván de la sala de estar. En su primer encuentro Holmes preguntó a Watson. «¿Incluye usted tocar el violín en la categoría de ruidos desagradables?» Y Watson respondió: «Depende del violinista…». Respecto al hallazgo de la misteriosa etiqueta no se realizó ninguna investigación al respecto.

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Javier Casis

Javier Casis nació en Logroño (La Rioja en 1941). Ha desempeñado diversos cargos en la Administración, la empresa pública y la privada. Es un apasionado de las librerías de viejo y de la literatura fantástica, sobre todo de la británica. Ha escrito cinco libros de relatos y cinco novelas, cuatro de ellas relacionadas con el mundo de Sherlock Holmes. javiercasis.hostei.com

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Deseando leerla. No sé por qué la reseña me ha recordado «La tabla de Flandes», esa novela detectivesca, insuperable, que he leído incontables veces. Quizás don Arturo ha vuelto, si es que volver es posible, a esa senda.

Ecaminemosnos pues a navegar en esta nueva aventura.

Juan Manuel Santos González
Juan Manuel Santos González
1 año hace

¿Y no se podría haber evitado el anglicismo calcado del título del artículo? Es que no se trata de un tributo, sino de un homenaje, creo yo. No esperaba que la página de Zenda cayese también en esta contaminación.

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