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Historia de un poema (1): Lisboa - Zenda
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Historia de un poema (1): Lisboa

En A Brasileira, decía, la estafeta turística más concurrida de Lisboa, le puse el primer verso a este poema cargado de candidez y pirotecnias, cuando aún los sueños eran ciertos e imposible su herida. Tenía 19 años, más o menos, el pelo bien largo, mil ideas confusas y Lisboa lentamente afuera.

Poema: ‘Lisboa’, del libro ‘Antes del mundo’ (Rialp, 1996, Accésit del Premio Adonais)

Regresar a un poema escrito hace más de 20 años es una aventura quiromante. Cómo era aquel muchacho, qué sucedía en su cabeza, cómo entendía las razones del mundo, sus sinrazones. Echar la vista atrás requiere una dosis de confianza en lo que recuerdas, sin saber muy bien cuánto hay de exacto en todo ello. Exige también una cierta indulgencia. Y un potente antídoto para no balancearse de más en la nostalgia. Aquel que escribe este poema, ‘Lisboa’, soy yo con todos los claroscuros del joven aprendiz de lector que aún hoy vibra en el asombro que algunos libros dispensan. Debo inventar algunas esquinas de aquel que fui para intentar descifrar quién era. Incluso quién soy. Y qué consecuencias traía aquello.

"Debo inventar algunas esquinas de aquel que fui para intentar descifrar quién era. Incluso quién soy"

En otoño de 1995 viajé por primera vez a Lisboa con una novia de entonces. Estudiábamos Periodismo en la Universidad Complutense. Vivíamos arrebatados por cosas incalculables, como corresponde a la ingenuidad de ser muy joven. Hicimos el trayecto de noche, en uno de aquellos Talgo ruidosos, renqueantes, con la cafetería abierta a deshoras y donde uno depositaba la mochila como Hemingway descargaba un antílope acribillado en la falda del Kilimanjaro. Era el primer viaje largo que planeamos juntos. La noche del tren tenía perfil de fiesta. Había varios indocumentados como nosotros dispuestos a confundir la aventura del viaje con acodarse en la barra del vagón cafetería bebiendo cervezas como sueños que no pensábamos cumplir. De eso también vivíamos. A las 7.00 llegamos a la Estación de Santa Apolonia, cubierta de una claridad fantasmagórica (la del sueño incumplido y la del octubre en Lisboa). Nuestro ánimo dependía también de los caprichos solares. Deambulamos por la ciudad. Encontramos la Pensão Ibérica, donde nos quedamos unos días junto a otros menesterosos y dos o tres damas que entraban y salían cada hora en punto de un par de habitaciones de donde antes salían hombres con un rumor taciturno en los ojos. Con un aire de alivio, de liberación y de culpa.

"Pasábamos de una saudade que no era tal a una juerga que no era juerga"

Paseamos los días siguientes llenando de referencias ajenas lo que aún no entendíamos del todo, para darle más peso a nuestra expedición atribulada. Compramos algún libro de viejo, postales escritas con fechas remotas, difrutábamos del comportamiento lunático de los jóvenes dispuestos a la alegría natural y a la forzada nostalgia telúrica. Nos amamos. Bebimos vino verde con pasteles de nata. Todo al revés. Pasábamos de una ‘saudade’ que no era tal a una juerga que no era juerga. Vivimos felices y traspapelados. Pagamos de más por algunas cosas bobas (un azulejo, un llamador de bronce, un imán de nevera, un oporto, un concierto lunático en un bar difícil… Y en A Brasileira, el café de Pessoa, y Almada Negreiros, y Cesário Verde, y Herberto Helder, y Alberto Lacerda, y Mário Cesariny… En A Brasileira, decía, la estafeta turística más concurrida de Lisboa, le puse el primer verso a este poema cargado de candidez y pirotecnias, cuando aún los sueños eran ciertos e imposible su herida. Tenía 19 años, más o menos, el pelo bien largo, mil ideas confusas y Lisboa lentamente afuera.

LISBOA

Bajas de la muerte, de la dura selva de la página

en blanco,

    sabes del nocturno mausoleo del martes

y de la rosa, de los claustros sumergidos,

    de las lanzas y los yunques de origen absoluto,

de las patas de paloma

como dólmenes oscuros.

  Querías hacer del tiempo capitel helado,

hacer acanto de mis manos temblorosas,

de mi soledad hacer un ramo

de acápites borrachos; pero sé del amor, de su ágil color negro,

del lugar donde los dedos se abren

como escarcha,

  de sus gestos de río, de la sonora soledad

  de tus puñales; sé de tu alianza de luz

y de septiembre, sé del miedo manuscrito…

Enséñame el cadáver de la muerte con su sangre

de jueves bocabajo y el trono del espacio

        del que nunca hemos hablado,

esa poética oculta como una obsesión dulce

        donde has escrito

tu música quebrada.

_______

‘Lisboa’ es uno de los poemas de Antonio Lucas incluido en Fuera de sitio. Poesía (1995-2015). Editorial: Visor. Páginas: 368. Edición: papel.

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Antonio Lucas

Antonio Lucas (Madrid, 1975) es redactor de Cultura y articulista del diario El Mundo. Ha publicado los libros de poemas Antes del mundo (1996, accésit del Premio Adonais, Madrid, Rialp), Lucernario (1999, premio Ojo Crítico de Poesía 2000), Las Máscaras (2004), Los mundos contrarios (2009, Premio Internacional Ciudad de Melilla) y Los desengaños (2014, Premio Loewe). Además, tiene también varios libros sobre arte: Soledad Lorenzo, una vida en el arte (2014), Manolo Valdés: esculturas (2012), así como una selección de perfiles literarios de algunos creadores esenciales de la cultura de los siglos XIX y XX reunidos bajo el título de Vidas de santos (Círculo de Tiza, 2015). mypublicinbox.com/antoniolucas

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