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Helena Sampedro: "No podemos normalizar la violencia" - Zenda
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Helena Sampedro: «No podemos normalizar la violencia»

Hablamos con Helena Sampedro de jóvenes que desaparecen sin que se haga nada por evitarlo, de no ponerle nombres a la neurodivergencia y de cómo juntar en un congreso caribeño de literatura a un Nobel, un Cervantes y Pulitzer. ****** —Una mansión que se cae a trozos, una madre con síndrome de Diógenes, una niña...

Sofía, la protagonista de Al encuentro del fuego (Planeta), nace de la necesidad de su autora, Helena Sampedro, de dar voz a quien no se puede defender. Unas fotografías de una casa arrasada, cuya propietaria tiene el síndrome de Diógenes, fueron el detonante para escribir esta novela ambientada en Puerto Rico. «¿Debo solo criticar la situación o puedo hacer algo más?», se preguntó Sampedro. La respuesta fue ponerse a escribir. Al frente de esa historia ha colocado a una joven muy especial, que busca salir de la nebulosa de su familia y cae en otra zona oscura, donde hay sectas y jóvenes que son captadas para explotarlas sexualmente. Sofía no retrocede, avanza, y enfrentarse a ese segundo problema le permitirá resolver el primero. Esta es una novela para cuestionarnos nuestro conformismo, apelar a nuestras obligaciones como educadores, y también como miembros de la sociedad, y para convencernos de que alzar la voz siempre es mejor opción que permanecer callados.

Hablamos con Helena Sampedro de jóvenes que desaparecen sin que se haga nada por evitarlo, de no ponerle nombres a la neurodivergencia y de cómo juntar en un congreso caribeño de literatura a un Nobel, un Cervantes y Pulitzer.

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—Una mansión que se cae a trozos, una madre con síndrome de Diógenes, una niña que quiere huir… ¿Hay en su historia algún tipo de analogía con lo que ha pasado en Puerto Rico los últimos años después del terremoto y del huracán María?

"Todos los días hay feminicidios. También pasa en España. Y lo peor de todo es que esto se ha normalizado"

—Claro. Esa es la metáfora de la isla. Al principio de la novela, aparece esa mansión de murallas azules que es la prisión azul de Sofía. Su prisión y también la de su familia y la que simboliza nuestra parte colonial. Además, ahora mismo estamos viviendo en Puerto Rico una gran violencia contra la mujer de todas las edades. Hay muchas desapariciones de jóvenes: por la trata de personas, por las sectas o simplemente porque cuando cumplen 16 años se pueden casar y se marchan. No estamos velando por las niñas, no estamos siendo responsables de ellas ni levantamos la voz por lo que está pasando. Todos los días hay feminicidios. También pasa en España. Y lo peor de todo es que esto se ha normalizado. Esa es mi crítica. No podemos normalizar algo que nos afecta, no podemos normalizar la violencia. Los padres están para cuidar a los hijos, si no los pueden cuidar, pues tenemos que tomar medidas contra ellos. Esa es la voz que sale a través de Sofía. Mi protagonista es una niña de 16 años, que pertenece a una familia muy adinerada, con mucho poder y que vive en una situación de destrucción, de nebulosa. Para salir de eso tiene que actuar ella misma.

—La segunda pregunta era sobre esos feminicidios de los que ya has hablado y también acerca de las sectas. Dos temas muy presentes en su novela.

—La noticia de la red de tráfico de personas, que captaba muchachas en Puerto Rico para explotarlas sexualmente —de la que hablo en el libro—, es cierta. Ese artículo, que una de las protagonista comenta haber leído en Facebook, es de verdad. Hubo una mujer que venía a la isla a captar chicas para llevárselas. Todo eso lo cuento en la novela desde la ingenuidad de una niña de 16 años; ella está ahí metida en ese problema, lo está viviendo, pero no lo ve.

—No es casual que esa madre con problemas y que es un peligro constante se llame Pandora —primera mujer según el mito griego, que abrió una caja que contenía todos los males y estos se derramaron sobre la tierra— y que su hija, más centrada, más adulta que lo que le corresponde por su edad, tenga por nombre Sofía, que en griego significa sabiduría.

—Claro, son nombres elegidos. Y Héctor también, él es el «poseedor» en griego. Hay una intencionalidad al darles esos nombres.

—Sofía, por cierto, es una niña que siempre habla de sí misma en tercera persona. Evita utilizar el «yo». Se intuye quizás un Asperger.

"No me gusta hablar de neurodivergencia con nombres y apellidos porque es un término muy amplio"

—Sí. Hay una relación con el espectro. No me gusta hablar de neurodivergencia con nombres y apellidos porque es un término muy amplio. Hay personas que son muy brillantes, otras que tienen problemas sociales, otras que no se pueden expresar… Eso fue algo que cuidé mucho. Que sea cada cual quien ponga un nombre, no yo.

Al encuentro del fuego. El fuego nos atrae aunque nos puede consumir. ¿El titulo es importante en su novela?

—Sí. Es que esa es la paradoja de la novela. Entras al fuego y te quemas. Lo haces como una iniciación o para retomar tu vida. Porque si no lo haces, te quedas en ese mundo de oscuridad que es tu familia. El fuego es ambas cosas.

—Ahora que tanto se habla de resiliencia, los portorriqueños si de algo pueden presumir es de resistir y saber salir adelante después de tantos desastres. Sofía ejemplifica todo eso.

"Las personas nos volvemos conformistas, hacemos de lo negativo algo cotidiano y dejamos que suceda al lado nuestro"

—Tratamos de resistir. (Piensa) Sofía es la voz que se levanta contra los que callamos, me incluyo entre ellos. Las personas nos volvemos conformistas, hacemos de lo negativo algo cotidiano y dejamos que suceda al lado nuestro. Eso es algo que me molesta; me enfado conmigo misma. Eso es lo que da inicio a la novela. Estoy molesta por tener que callar algo que quiero decir. Si no hago nada, voy a perjudicar en lugar de ayudar. Las agencias no hacen su trabajo. Los que sufren esas situaciones negativas no pueden denunciar porque están mejor en la «basura» que con quien debe ayudarles. Y ahí es donde estamos parados.

—Sofía puede ser un ejemplo. Ella da respuestas. No se conforma ante los problemas.

—Así es como me gustaría que fuéramos en Puerto Rico. Hay que levantar la voz. No podemos dejar que nos pisen. Fíjate que esta denuncia la hago desde una voz particular, muy especial. Sofía no está dispuesta a que la cambien, tienen que aceptarla tal como es. Sin embargo, nosotros permitimos que nos guíen. Buscamos la conformidad. Es más fácil conformarte. Hay que protestar. Hay que decir basta; ¡respétame!

—Dejamos a Sofía. Esta es tu segunda novela. La industria editorial en la isla es casi inexistente. ¿Cómo es ser escritora en Puerto Rico? ¿Se puede cambiar eso en un futuro?

—El futuro es triste. Se hacen muchas cosas, pero hay que salir del país. No hay distribución y al final muchos autores se autopublican. Hay gente como Tere Dávila, que ha recibido muchos premios, como Arlene Carballo, Huáscar Robles… Hay tanto talento estancado…

—¿Qué ha significado para esos autores el Congreso Internacional de Escritores, del que usted es una de las organizadoras, que acaba de celebrarse en Puerto Rico?

"Mariana Enriquez había leído a Tere Dávila, pero se da cuenta de que hay otras voces emergentes"

—Mucho. Porque un evento así permite un intercambio cultural. Los escritores que vienen como invitados los conocen. Mariana Enriquez había leído a Tere Dávila, pero se da cuenta de que hay otras voces emergentes. Eso les da esperanza a los autores puertorriqueños. Les ayuda a no perder la fe. Además del congreso, tenemos la feria del libro que les proporciona unas ventas que no suelen tener. También favorece una exposición con el público.

—En la primera edición estuvieron Rosa Montero y Guillermo Arriaga. Y en esta segunda el titular ha sido que en Puerto Rico se juntaron un Pulitzer, un Cervantes y un Nobel. ¿Cómo se supera esto?

—(Ríe) Yvonne es productora y yo soy empresaria. Somos un equipo. Nos fijamos en lo que hacen los grandes países, como México y Colombia, y pensamos en condensarlo. Entonces hicimos el mercadeo —marketing— con lo de «Un Pulitzer, un Cervantes y un Nobel». Para la próxima edición estamos pensando en un premio literario. Eso es en lo que estamos trabajando ahora.

—Hemos empezado la entrevista con Sofía y la terminamos con ella. ¿Vamos a saber más de ella en los próximos años?

—Como escritora, con Sofía logré lo que quería. La novela salió hace un mes y ya hay una segunda edición. Está funcionando muy bien. Ellos quieren que haya otra historia de Sofía, pero yo no estoy segura.

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Miguel Ángel Santamarina

Nací en Burgos, y ahora vivo bajo las palmeras de Almuñécar. Estoy prisionero en Zenda desde sus comienzos. No me canso de darle a la tecla. En breve, publico un libro de historia, mientras le sigo dando vueltas a mi primera novela.

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David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
6 meses hace

La violencia ES lo normal. Lamento que la autora no haya madurado y crea que el mundo «debe ser» color de rosa: es como es. Discrepando ya del título, tengo serios problemas con el resto.

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