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Helena Cosano: "Toda mi obra está impregnada de espiritualidad" - Zenda
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Helena Cosano: «Toda mi obra está impregnada de espiritualidad»

Hija de diplomático, nació en Nueva Delhi y ha vivido en lugares tan atractivos para un escritor como París, Moscú y Madrid. Es una gran vocacional de la escritura y ha hecho muchos sacrificios para poder escribir. Paralelamente a su destacada trayectoria de escritora y traductora literaria ha desarrollado una muy interesante carrera como diplomática...

Helena Cosano es una mujer muy sensible hacia el mundo, hacia el entorno, pero también, mucho, hacia su propio mundo, su mundo interior y el mundo de la literatura, que ha alimentado desde niña, como lectora y como escritora.

Hija de diplomático, nació en Nueva Delhi y ha vivido en lugares tan atractivos para un escritor como París, Moscú y Madrid. Es una gran vocacional de la escritura y ha hecho muchos sacrificios para poder escribir. Paralelamente a su destacada trayectoria de escritora y traductora literaria ha desarrollado una muy interesante carrera como diplomática en varios países y en diversos destinos. Ha sido cónsul en Astaná, desempeñando también la Segunda Jefatura en la Embajada (Kazajistán), consejera ante la Conferencia de Desarme (Ginebra), subdirectora de la Escuela Diplomática de España (Madrid), y más recientemente ha desempeñado la Segunda Jefatura en la Embajada de España en Nicosia (Chipre).

Algunas de sus obras son las siguientes: Cándida Diplomática (Algaida), El viento de Viena (Los Libros del Olivo), Teresa: La mujer (La Esfera de los Libros) y Almas brujas (Pigmalión). Aparece ahora un nuevo libro suyo: La diva mariposa (Pigmalión).

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—¿Cómo te diste cuenta de que querías ser escritora?

—Me recuerdo escribiendo desde los siete años. Para mí siempre ha sido una evidencia que seguiría haciéndolo toda la vida. Otra cuestión era si consideraba posible vivir de la escritura. Me aseguraban que en nuestro país era altamente improbable conseguirlo y que por lo tanto el oficio de escritor no era un trabajo como los demás.

—¿En tu opinión qué es lo más difícil para llegar a ser escritor?

"Todos sabemos que mucha gente que no es realmente escritora publica libros"

—Bueno, si me preguntas qué es lo más difícil para llegar a ser diplomático te diría que hay que pasar una oposición tremebunda que requiere una memoria descomunal, entre otras muchas cosas. Para ser escritor no hay un rito de paso comparable, salvo el hecho de publicar. La publicación es un criterio imperfecto pero al menos permite cierta objetividad: en cuanto publicas tu primer libro, “eres”, al menos socialmente, escritor. Escritor se era ya antes del libro, mientras se escribía, mientras se pensaba en qué escribir… Y por otra parte todos sabemos que mucha gente que no es realmente escritora publica libros.

—¿Qué le dirías a todos los aspirantes a escritores?

—¡Que lean mucho, todo lo que puedan! Y que escriban para sí mismos, como forma de ordenar sus ideas y sus sentimientos y de interpretar el mundo.

—¿Cómo se te ocurre la idea para un libro?

—No tengo recetas: ¡Cada libro tiene su propia historia! Lo único que tienen en común es que el proceso de escritura debe apetecerme. Acabo de terminar el segundo volumen de El gato de la bruja, titulado Trasto se pierde. Es un libro para niños y para los que tienen alma de niño, y el proceso de inventarlo ha sido como soñar despierta. En cambio, escribir Teresa: La mujer, una autobiografía ficticia de Santa Teresa de Ávila, fue incomparablemente más laborioso, y sin embargo me encantó escribirlo. La experiencia de adentrarme en el mundo de la mística resultó más que gratificante, supuso una inmensa transformación en mí.

—¿Para ti qué debe tener un libro, lo esencial, para que sea de calidad?

—El estilo. En segundo lugar, la sabiduría. Si no hay sabiduría, busco un razonamiento inteligente, y si tampoco lo encuentro me consuelo con el sentido del humor: si no me educa, al menos que me divierta. Luego la trama, los personajes y un largo etcétera.

—¿Te gustaría dedicar todo tu tiempo a escribir?

"He disfrutado muchísimo de esos periodos en que he sido única y exclusivamente escritora, todos los días y todas las horas del día"

—He disfrutado muchísimo de esos periodos en que he sido única y exclusivamente escritora, todos los días y todas las horas del día. El tiempo adquiere entonces un dulce fluir. No soy consciente de la velocidad a la que se suceden los días, pues los paso todos de la misma manera, tomando café y apuntando lo que se me ocurre en un cuaderno y con tinta de colores, antes de escribir al ordenador. Me siento entonces plenamente feliz. Aun así, me gusta la alternancia con la diplomacia, el ritmo a veces frenético, la sensación de vivir más rápido y de llenarme de experiencias que tal vez algún día se conviertan en literatura.

—¿Tienes algún proyecto especialmente ambicioso a largo plazo?

Sí, se titulará La Buena Nueva. Es una novela todavía más osada que la de Santa Teresa, porque plantea, en primera persona, el verdadero mensaje de Jesús de Nazaret.

—¿A corto plazo?

—Acabo de terminar La diva mariposa, que como sabes presentaremos en breve. Retoma el arquetipo de la mariposa, que ya he abordado en otras obras, como Almas brujas.

—¿Por qué elegiste a Santa Teresa para hacer un libro sobre ella?

—Se produjo un cúmulo de circunstancias, algunas de ellas tan mágicas e íntimas que prefiero no hacerlas públicas. Pero las evidentes son estas: admiro a la Santa de diversas maneras. Admiro su fortaleza, su alegría, su determinación. Es una mujer grandiosa, nacida en una época de hombres y que a pesar de ello consiguió dejar huella en la Historia. Es una gran, gran escritora. Sus versos me parecen excelsos. Logra la unión con Dios, una experiencia que muy pocos seres humanos intuyen.

—¿Fue un libro difícil de escribir?

—Extrañamente, no. Fue laborioso. Pero una aventura extraordinaria, profundamente transformadora.

—¿Cuál fue tu libro más difícil de escribir?

—Poco después de terminar Teresa: La mujer, en el 2016, quise emprender algo parecido, otra novela histórica, esta vez sobre San Juan de la Cruz. Y ahí sigo…

—¿Por qué?

—No sabría decirte. San Juan me parece sin duda tan admirable como Santa Teresa. En algunos aspectos es incluso más perfecto que ella. Pero llevo atascada varios años…

—¿En qué te sientes más identificada con la Santa?

"Almas brujas tiene como hilo conductor la mariposa, concebida como un arquetipo de la psique que comparten aquellas personas que parecen tocadas por una divina ligereza"

—¡Tantas cosas! Enumerando, sin orden: la dicotomía entre vida en el mundo o renuncia al mundo. El amor por la lectura y la búsqueda de la sabiduría. La escritura. El anhelo de transcendencia. La enfermedad. El tipo de carácter, solar, expansivo, en una persona eminentemente contemplativa y por lo tanto introvertida. La fuerza de voluntad. El miedo a la mediocridad y la búsqueda de la excelencia. Los extremos. La soledad de quien desearía ser guiada y no puede, porque es ella quien debe guiar.

—En una entrevista anterior que te hice me dijiste que tu libro favorito era Almas brujas. ¿Lo sigues pensando?

—Sí, creo que sí. Varios de los cuentos son estilísticamente lo mejor que he escrito hasta la fecha. Y la obra en su conjunto es peculiar, es la más íntima, en parte la más oscura. Mientras que Teresa: La mujer nos muestra a una persona que ya ha encontrado todo lo que un ser humano puede encontrar, en Almas brujas se intuye la angustia de quien todavía está buscando, palpando en la penumbra del camino, y transmutando esas sombras en arte, en belleza, aunque a veces también en locura. Almas brujas tiene como hilo conductor la mariposa, concebida como un arquetipo de la psique que comparten aquellas personas que parecen tocadas por una divina ligereza, siempre libres y en busca de absolutos, seres que llamo mágicos, o brujos, porque no parecen regirse por las mismas normas que el resto de los mortales. En mi nuevo libro, La diva mariposa, que está planteado como una segunda parte de Almas brujas, la cantante lírica Ainhoa Arteta, una persona real, en carne y hueso, encarna e ilustra este arquetipo.

—Eres diplomática. Tu padre ya fue diplomático. ¿Ser diplomático también es una vocación?

—¡La vocación es un concepto ambiguo! No sé si se pueden tener varias, al menos no con la misma intensidad. Pero le estoy profundamente agradecida a la diplomacia por todas las experiencias que me ha brindado.

—¿Te gusta serlo?

—¡Sí! ¡Mucho! Gracias a la carrera he tenido aprendizajes que habrían sido impensables de otro modo. Y me ha permitido conocer a personas extraordinarias. Algunas de ellas son ahora amigas muy admiradas y queridas.

—¿Por qué te hiciste diplomática?

"Yo no deseaba estar vinculada a ningún lugar. Un escritor no lo está, puede coger su libreta y escribir donde quiera"

—Me aseguraron que no era posible vivir de la escritura. Y de todas las profesiones posibles creí que era la que mejor se adaptaba a mi forma de ser. Aunque también me planteé seguir la vía universitaria. Curiosamente, el carácter sedentario que yo creía (¡erróneamente!) que debía tener un profesor de universidad me generaba angustia. Yo no deseaba estar vinculada a ningún lugar. Un escritor no lo está, puede coger su libreta y escribir donde quiera.

—¿Crees que viajar es fundamental para un escritor?

—Muchos escritores brillantes no han viajado, no han salido de su país, o incluso de su pueblo. ¡Algunos apenas salían de su dormitorio! No creo que sea fundamental. Pero sí creo que amplía el horizonte y con ello las posibilidades de escritura.

—¿Cómo influye en tu escritura el ser diplomática?

—Influye en los ciclos de escritura. Si trabajara exclusivamente como escritora, sin duda publicaría con una periodicidad constante. Pero me gusta centrarme plenamente en lo que hago, por lo que para mí solo funciona la alternancia: unos años me dedico plenamente a la escritura y otros a la diplomacia.

—¿Te cuesta encontrar tiempo para escribir? ¿Te cuesta encontrar la energía, la concentración?

"Cuando no estoy trabajando el día entero en una embajada estoy el día entero dedicada a la escritura"

—Si trato de compaginar dos trabajos no solo me cuesta, sino que me resulta prácticamente imposible. Cuando no estoy trabajando el día entero en una embajada estoy el día entero dedicada a la escritura: para mi es “un dulce fluir”, no me cuesta encontrar la energía ni la concentración, disfruto mucho siguiendo el curso de mis pensamientos. ¡Otra cosa es la inspiración, que no se me ocurra nada valioso!

—¿Qué te da escribir?

—El sentimiento de que mi vida tiene sentido.

—¿Por qué merece tanto la pena hacerlo, tanto como para compensar todos los sacrificios que exige?

—Porque si realmente tienes una vocación y no la sigues, te corroe por dentro.

—Profundizaste en la meditación y en las religiones orientales. ¿Cómo crees que esto ha influido en tu obra?

—¡Influye muchísimo! Toda mi obra está impregnada de espiritualidad.

—Estudiaste Filología Rusa. ¿Qué aprendiste de los escritores rusos?

—La sobriedad en Chéjov. Tolstói tiene un estilo sereno y transparente, demuestra la elegancia de la austeridad. Y en Dostoyevski la pasión, y el que las ideas ellas solas pueden dar vida a una obra.

—¿Cuáles prefieres?

—Los he preferido por etapas. Tuve una etapa Dosteyevski, una etapa Tolstói, una etapa lírica…

—¿Qué destacarías de ellos?

—¡Son muy diferentes entre sí!

—También estudiaste Piscología. ¿Cómo crees que enriqueció tu obra?

"Durante la adolescencia y la veintena me apasionaba la mente y su relación con la realidad"

—Me permitió comprenderme mejor a mí misma y a las personas que me rodean. Me brindó conceptos y herramientas que sigo usando para comprender el mundo y para construir mis personajes. Durante la adolescencia y la veintena me apasionaba la mente y su relación con la realidad. Me intrigaban sus distorsiones, aquello que llamamos coloquialmente locura, y también lo contrario, esos momentos o estados de gracia en que la mente se expande en experiencias que parecen ir más allá (y que parcialmente describen algunos psicólogos transpersonales, como Abraham Maslow). Escribí un libro sobre ello, El viento de Viena (2015), en el que una joven psiquiatra explora a través de diferentes aventuras los límites de la mente. La cuestión es que los psicólogos se encuentran incómodos con ese tipo de experiencias y tienden a patologizarlas, considerándolas neurosis o brotes psicóticos. Y sin embargo existen y han existido siempre, en todas las culturas. Las vivencias místicas, por ejemplo las que describen Rumi, Santa Teresa de Ávila o San Juan de la Cruz, son estados de gracia, lo más alto a lo que se puede aspirar como ser humano. Más tarde, a través de la espiritualidad, sobre todo oriental, me percaté de que esas experiencias que la psicología occidental no sabía explicar estaban allí claramente definidas y descritas. Así, el yoga enumera los siddhis, los poderes “paranormales” que adquiere todo practicante en cierta etapa de su evolución espiritual.

—¿El yoga y la meditación se  parecen a la escritura?

—No lo creo. Son vías para logar la unión con el Absoluto y ésta solo se consigue cuando la mente calla. En sus famosos sutras, Patánjali define el yoga como “el cese de la mente”. La meditación observa la mente y expande el espacio consciente entre pensamientos, hasta lograr un silencio lleno de presencia. En la escritura buscamos lo contrario, ¡no queremos acallar la mente! ¡Deseamos que siga fluyendo! Y gozamos con su creatividad, sus hallazgos originales, su perspicacia.

—¿En qué crees que se parecen la meditación y la escritura?

—Desde fuera, tanto la meditación como la escritura pueden parecer actividades contemplativas, ya que en ambas el mundo interior es más importante que el exterior. Pero son fundamentalmente opuestas. No aspiran a lo mismo. Con una mente en silencio, no hay obra.

—¿Cómo se relacionan?

"Escribiendo damos sentido a todas nuestras vivencias y éstas terminan formando parte de nuestra obra"

—¡Únicamente se relacionan si a través de la escritura deseas contar la experiencia meditativa! Escribiendo damos sentido a todas nuestras vivencias y éstas terminan formando parte de nuestra obra. Podemos escribir sobre todo, incluso sobre lo inefable. En eso consisten las obras de los místicos: Santa Teresa de Ávila o San Juan de la Cruz escriben sobre ello, sobre cómo el alma busca y llega a Dios.

—¿Cómo se relaciona en ti todo esto, en tu obra?

—Toda mi obra está impregnada de espiritualidad, hasta los cuentos infantiles. Pero se puede leer a distintos niveles. Sé que hay personas “sordas” para todo lo metafísico y también querría escribir para ellas: espero que disfruten con las historias y con el estilo, con el sentido del humor, la expresión de los sentimientos, que son universales, o el juego de los pensamientos.

—Si se puede preguntar, o verbalizar por tu parte, ¿cuál sería el futuro perfecto, ideal, para Helena Cosano, profesionalmente, a corto plazo?

—¡Ahora mismo, mi presente es perfecto, ideal! Desearía seguir así, fluyendo…

—¿Y a largo plazo?

—¡Prefiero que me sorprenda!

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Eduardo Martínez Rico

Nació en Madrid en 1976. Se licenció en Filología Hispánica en 1999 por la Universidad Complutense de Madrid, y se doctoró en Filología, por la misma Universidad, en 2002. Es autor de 17 libros publicados, de novela, biografía y ensayo. Entre sus obras se pueden citar las novelas históricas Cid Campeador y Fernando el Católico. El destino del rey, su ensayo La guerra de las galaxias. El mito renovado y su biografía Pedro J. Tinta en las venas. Ha sido profesor del Instituto de Empresa y de la Universidad de Mayores del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras de Madrid (Literatura Española).

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