La escena que abre hoy las Romanzas se hizo viral unos cuantos días ha. Tiene lugar en el salón de actos de la FNAC, se trata de la presentación de un libro, cuyo título desconozco, y por ende desconozco también el nombre de la autora. Lo que es viral es un fragmento de vídeo de aproximadamente diez segundos, ese lapso fugaz clásico en TikTok. El caso es que hay revuelo en la sala, parece que algo ocurre en el turno de preguntas y respuestas. De pronto, la autora, aparentemente enfadada, se dirige al chico que emitió la pregunta inicial. Dices que quieres combatir la obesidad, ¿qué solución nos das tú? A lo que el hombre del público responde: dieta estricta y ejercicio. Y ahí se monta el vodevil. Todo el público jalea, las hordas claman justicia. La autora pide por favor que los muchachos de seguridad saquen al tipo de la sala pronto, no sin antes emitir un claro: ¡A tomar por culo! El espacio, que se llama Cultura FNAC, estalla. Ya no hay ni espacio ni para los libros, ni para la cultura, ni para FNAC. Sólo odio y autoritarismo. Ahí, en medio de la creciente crispación, se acaba el vídeo.
No voy a entrar en la cuestión de la obesidad, la gordofobia y todo este asunto. Puedo empatizar con el hecho de que haya determinadas fisionomías por cuya naturaleza tienen imposible ajustarse al canon de belleza, ni siquiera con la dieta más estricta del mundo, ni siquiera con miles de horas de ejercicio a sus espaldas. Ahora bien, con lo que no empatizo nada es con el hecho de que decenas de personas que por temática colonizan un acto se sirvan de su mayoría para amedrentar al que piensa distinto. ¿Y saben qué es lo peor? Que hubiera sucedido lo mismo si el evento se hubiese desarrollado en términos contrarios. Es decir, si el evento lo hubiesen copado, qué se yo, expertos en fitness, y alguien hubiese defendido el compromiso con quienes tienen dificultades para seguir con éxito un plan de ejercicio físico, a ese alguien lo hubiesen lapidado con la misma saña. ¿El motivo? Fácil: nos están educando políticamente para vivir en el conflicto.
Eso que los horteras han llamado nueva política consiste básicamente en eso: en demostrar que tú, como ciudadano que respira y vota, tienes derecho a enfrentarte a cualquiera; al contrario de lo que promovía el espíritu del 78, esto es, contrario al espíritu de concordia que se instauró en el país tras cuarenta años de infame dictadura, cuyo derecho se basaba en el respeto a quien pensaba distinto. Han enfrentado a gordos con flacos, a feministas de nuevo cuño con feministas de viejo cuño, a trabajadores de granja con consumidores de carne, a inquilinos con caseros, a seres que menstrúan con los que no lo hacen, a filólogos con el lenguaje, a animalistas con amantes de los animales, a tíos de izquierdas con tíos de izquierdas, a víctimas con causas, y así ad infinitum. Por tanto, disfruten en las votaciones que se llevarán a cabo dentro de un mes, y, cuando brinden con el vinito que todo el mundo se toma después de introducir el sobre en la urna, háganlo por este mundo que nos ha quedado. Un mundo guerracivilista en el que, por lo visto cada cuatro años, da gusto vivir.
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