La obra de Gustave Doré es un prodigio de imaginación desatada, de grotesco romántico, de ramaje espectacular. “¡Lo ilustraré todo!”, se cuenta que afirmó alguna vez, y con apenas 23 años trazó un esbozo de los libros fundamentales de la historia de la humanidad que pretendía ilustrar y puso por escrito lo siguiente:
“Mi pensamiento ha sido y es siempre este: publicar en un formato uniforme y crear una colección de todas las obras maestras de la literatura, ya sea épica, cómica o trágica”.
Las primeras líneas de su declaración hablan de su conciencia artística, que merced a una capacidad de trabajo colosal y a un talento especial para salirse con la suya (consiguió cumplir con gran parte de su plan, y no sólo supo exprimir los últimos años de un arte que agonizaba —la gran era de la ilustración lujosa, en gran formato—, sino que se convirtió en modelo para gran parte del arte de la ilustración, el cómic, el cine y los videojuegos que vinieron después; un eslabón entre dos mundos). Las últimas líneas muestran su pensamiento estético, omnicomprensivo: toda la literatura, todos los valores.
De ahí que en su monumento de ilustración, donde se acumulan miles de caricaturas, paisajes, estampas de viajes, poemas, fábulas, cuentos y novelas haya espacio para lo sublime (composiciones grandiosas, verticales, herederas de las de John Martin), para lo abigarrado y grotesco, para lo terrible y para lo cómico.
Su imaginación se complacía en las grandes escenas de conjunto, en los juegos de escalas, en la representación de las pasiones.
A menudo se destaca la grandiosidad de sus composiciones y su capacidad para representar todos los estadios de la cadena natural y sobrenatural (desde ángeles a endriagos, pasando por boticarios) como lo más característico de su trabajo, pero quizás merece mayor atención aún su moderno entendimiento de la imaginación humana (era heredero del Romanticismo, como lo fue Bécquer en España), su reconocimiento de la amplitud de ésta (“ya sea épica, cómica o trágica”).
Esta amplitud conlleva la mezcla, la creación de un “espacio novelesco” de representación que hace que sus ilustraciones cubran todos los géneros literarios y los adecuen al ojo contemporáneo. En ello radica, quizás, la modernidad de Doré y su ascendente en la cultura visual de los siglos siguientes: sus ilustraciones novelizan los géneros (desde las fábulas a la épica culta, desde los poemas alegóricos a la literatura de viajes), permiten al lector contemporáneo contemplar un espacio donde se mezcla lo alto y lo bajo, lo íntimo y el mundo exterior.
Fantástico, de Alix Paré y Valérie Sueur-Hermel, editado con suntuosidad moderna, permite una visión panorámica muy completa por la obra de Doré, un desfile por su recreación de los pilares de la gran literatura (la Biblia, Dante, Rabelais, Cervantes, Perrault, Ariosto, Milton, Balzac…) un modo óptimo de regalar a niños despiertos, adolescentes, jóvenes y adultos la oportunidad de “ver todo”, de acceder a nuestro gran legado invisible.
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Autor: Gustave Doré. Título: Fantástico. Editorial: Blume. Venta: Todostuslibros.
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