Aquella tarde del 17 de noviembre de 2012 Sagunto anocheció tormentosa. Los ánimos de los congregados al reclamo de la Asociación Ludere et Discere y del centro de formación de profesores de la ciudad levantina estaban también sombríos. El PP de Wert, uno de los más infames ministros de Educación hasta que lo eclipsaron la socialista Isabel Celáa y su caterva de educacidas, había pergeñado el penúltimo asalto a la educación en este malhadado país, alumbrando el esperpento de la LOMCE Los estudios de Humanidades volvían a recibir la puntilla de parte de un gobierno de tecnócratas, zafios y nada éticos, representante de una sociedad amorfa, acomodaticia, consumista e iletrada, que desprecia todo lo que significa esfuerzo y amor por nuestra cultura.
Salí rumiando en mis entrañas qué podía hacer yo con mis alumnos del instituto perdido en la huerta más profunda que ciñe Murcia. Al lunes siguiente hablé con mi colega de Griego Alfredo López y nos emplazamos a elaborar un rudimentario guión para rodar con nuestros zagales y compañeros un corto sobre la pervivencia de lo griego en todas las áreas de nuestro centro. Armado con el escueto guión me dirigí a mi hermano David Perea, con quien había rodado algún cortometraje en los cursos de cine que impartía en Alhama de Murcia. David y Magdalena regentaban un merendero en Moriana y preparaban el rodaje de un largo propio, por lo que no podía hacerse cargo de mi empeño. Aun así me recomendó a Pedro Pruneda, un chaval que lo había ayudado en varios trabajos con contrastado talento. Fue el mejor regalo que los dioses nos pudieron hacer.
Pedro es un profesional, y por respeto a su persona y su trayectoria necesitábamos pagar su labor. Acudió en nuestro auxilio AMUPROLAG, la Asociación Murciana de Profesores de Latín y Griego, una asociación minúscula (por el número de sus miembros en una comunidad uniprovincial donde se machacan a las Clásicas desde hace décadas) pero con un tesón y un anhelo de titanes.
Nuestro empeño era sólo hacer justicia para con Grecia: por entonces, sumida en una gravísima crisis y desguazada por una usurera Troika bajo los auspicios de Merkel y su caterva de córvidos, desde todas las instancias se escuchaban críticas contra los helenos, pidiendo, incluso, su expulsión de la Unión Europea. Reflejo de esta inquina ultraliberal era también la extinción del griego en las aulas españolas y el despiece y arrinconamiento de las Humanidades.
Queríamos devolver a la Hélade desde nuestro insignificante rincón huertano todo lo que su ejemplo nos había dado a una sociedad que vivió uno de los mayores momentos de esplendor en lo cultural con el redescubrimiento de lo griego y lo romano en el Renacimiento. Son tantas sus huellas en las artes, la lengua, la medicina, la gastronomía, la física, la química, la arquitectura, las matemáticas, la filosofía, el teatro, la democracia, la mitología (muchas de estas disciplinas o fueron inventadas por los griegos o aprendieron a balbucear con ellos) que nos parecía injusto el pago que se le estaba dando a Grecia, madre común de occidente. Queríamos hacer un vídeo en el que sólo le diéramos las gracias por sus dones, a la par que descubrir cuáles habían sido éstos y que éramos más griegos de lo que se pensaba. Los tres habíamos sido educados con el contundente adagio de “es de bien nacidos ser agradecidos”. Se trataba, pues, de hacer honor a nuestros padres.
Alfredo y yo buscamos a los estudiantes, conserjes y profesores que querían participar, les dimos algunas nociones y seleccionamos los espacios. Pedro acudió provisto de su cámara y el resto de equipo y en sólo una intensa mañana grabó el material que necesitaba. Nuestra compañera de latín del IES de Cox, Marién Pérez, aportó su granito de arena poniendo a nuestra disposición unos gráficos que sus alumnos habían elaborado, con los que embellecer el producto final.
Teníamos cierta premura, porque queríamos estrenar la primera versión en un acto que se organizaba en el Hemiciclo de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia el 12 del 12 del 2012, enmarcado en la iniciativa Yo conozco mi herencia, que habían lanzado el Departamento de Clásicas y AMUPROLAG para reivindicar con lecturas públicas y dramatizaciones nuestro legado cultural.
Pedro tiene formación, aparte de en cine, en Bellas Artes. Su madre fue una afamada cantante en la primera posguerra, carrera a la que hubo de renunciar para formar una familia, pero nunca renunció a la música y era habitual escucharla cantar en casa con su prodigiosa voz. La música formaba parte también de su educación. Armado de estos mimbres se encerró en el despacho que tiene en el caserón familiar en Los Martínez del Puerto, puso en marcha su alquimia vital y en poco más de una semana nos ofreció el primer montaje. Cuando Alfredo y yo salimos de su estudio, lo hicimos sobrecogidos: había hecho en sus alambiques interiores mucho más de lo que habíamos imaginado.
Acudimos al Hemiciclo la mañana de aquel 12 del 12, pero el estreno se retrasó y los tres teníamos compromisos laborales, por lo que no pudimos quedarnos. Alguien nos mandó un corte de vídeo donde se veía al público aplaudiendo con entusiasmo y con una sonrisa en sus rostros tras la proyección. Habíamos hecho algo grande, pero aún no éramos conscientes de cuánto. Pruneda aún le dio unas vueltas más en sus ordenadores y el 13 de enero de 2013 lo subió a Youtube, lanzándolo al proceloso mar de las redes sociales.
Apenas un mes después, mientras echaba la siesta del fauno, Pedro me escribió diciendo que pasaba algo muy raro: en poco más de dos días el vídeo había acumulado casi 300.000 visitas y cientos de mensajes en griego, inglés y español dándonos las gracias. Esa tarde era jueves y, tal vez aún bajo los efluvios del sueño, no le di importancia. Al acabar mi jornada laboral el viernes, la conserje me dijo que me habían llamado desde la Embajada de Grecia y que le habían pedido mi número para telefonearme esa misma tarde.
Viajaba hacia Granada y a la altura de Librilla me salí de la autopista a la hora acordada. Nos querían dar las gracias en su nombre y en el del pueblo heleno por haberles regalado la declaración de amor a Grecia con nuestro vídeo, y me pedían permiso para pasarle mi número a la E.R.T., la cadena de radiotelevisión pública helena, para que me hicieran una entrevista. Les aclaré que mi conocimiento de griego era casi nulo y mi inglés más que mediocre. No había problema: habían puesto a mi disposición un intérprete. Y casi sin darme opciones, se despidieron y me dijeron que en cinco minutos me llamarían desde Atenas para entrar en directo.
Al llegar a Granada, aún conmocionado, telefoneé a Alfredo y a Pedro y les conté la situación tan surrealista que había vivido. Pedro me dijo que se habían multiplicado las visitas y que buceando en la red había visto varios noticiarios que hablaban de nosotros.
Se sucedieron los reportajes en todos los medios griegos. Incluso nos pidieron una entrevista para la cadena Ellines.com, que pudimos hacer gracias a las dotes traductoras de Marién Pérez. De rebote nos sacaron en el Telediario de TVE1: ver tu trabajo, a tus zagales en la prensa nacional era un regalo con el que ni habíamos soñado.
En las vacaciones de primavera del 2013, un grupo de compañeros decidimos viajar a Grecia. Se enteraron de nuestra visita y nos llovieron las invitaciones. Incluso Stathis Athanasiou, cineasta heleno que hablaba un más que correcto español, sin conocernos de nada puso a disposición de Pedro Pruneda y dos acompañantes una casa en una barriada de Atenas. Avisados de nuestra visita, una asociación que no conocíamos, los Rotary de una población costera del Ática, quisieron invitarnos a una cena de gala en el club náutico del Pireo. Les dijimos que no íbamos sólo algunos participantes en el vídeo, sino que había varios amigos más ajenos al proyecto, hasta un total de 17 personas. Les dio igual: querían honrarnos a todos.
Y así nos vimos un lunes por la noche, recién aterrizados, homenajeados en un local de lujo cabe el mar del Pireo. Nos aguardaba una pancarta enorme con un «Gracias, España» conmovedor, junto a la cual insistieron varias veces que me dejara grabar diciendo “¡Por Dionisos!”, una de mis frases en el vídeo cuando les doy las gracias por el vino, néctar dionisíaco supremo. Alguien me aclaró por qué habían insistido tanto en estas tomas: uno de los sponsors de la pancarta, cuyo lema la coronaba y en el que yo no había caído, era Bodegas Dionisos, que nos abasteció también de un excelente caldo durante la cena. Un par de días después, mientras paseaba por el barrio de Plaka, recibo la llamada del alcalde de una pequeña localidad de la Rioja Alavesa, Navaridas, para invitarme a ser el pregonero de unas fiestas históricas de exaltación del vino inspiradas en Grecia y en Roma.
Menos mal que los dioses me habían inspirado con tiempo y, sabiendo lo de la cena en el Pireo, pude redactar un discurso y pagar una traductora. Cuando lo leí y vi los ojos empañados del auditorio, tan sólo por reconocer nuestra deuda para con su patria, sentí que a lo que había dedicado mi vida con pasión merecía la pena. Fui consciente a la vez de un don sagrado desde época inmemorial para los de la Hélade: la filoxenía, el amor al extranjero, al huésped. De esta filoxenía he recibido innumerables muestras desde entonces. Lástima que en español sólo hayamos heredado lo contrario de la filoxenía, la xenofobia, el odio al extranjero, al extraño, que tanto cala en muchos compatriotas de espíritu ingrato y olvidadizo de que bastantes de los nuestros hubieron de emigrar para espantar el hambre y que en los países de acogida fueron menospreciados o marginados por ser pobres y extranjeros.
Aquella cena dio para mucho. Uno de los comensales nos preguntó si el miércoles teníamos algún hueco. Pedro y yo respondimos que Stathis nos había programado una entrevista con un periódico nacional a las 13 horas. Antes y después estábamos libres. Nuestro interlocutor agarró el teléfono y nos dijo que a las 11 nos recibía el Ministro de Asuntos Exteriores en la sede del Ministerio en la Avenida Reina Sofía. A Pedro y a mí nos hicieron los ojos chiribitas.
Nuestro pasmo se quintuplicó cuando otro de los anfitriones, que había asistido a la conversación desde una esquina, nos comunicó que ese mismo día teníamos a las 15 horas una recepción con el Ministro de Cultura y para la noche del jueves una cena en un restaurante con vistas a la Acrópolis y una entrevista para la ERT.
Salimos algo aturullados, impactados de lo que habíamos liado. El resto del grupo, salvo dos samaritanos, se descolgó de nuestra agenda: ellos habían venido a disfrutar Atenas y el resto de lugares. Cuatro murcianos nos plantamos a las 11 de la mañana en el Ministerio de Asuntos Exteriores, escoltados por la cadena Ellines, donde fuimos agasajados por el ministro y su equipo. El momento en el que me dejaron sostener en mis manos el sable de uno de los héroes de la independencia helena es de los que dejan marca.
Aquello era surrealista, digno de Berlanga o de Cuerda. Nos quedamos cortos: la recepción del Ministro de Cultura era una rueda de prensa ante la prensa nacional e internacional. Mi griego moderno era inexistente; mi inglés, propio del lenguaje de Tarzán al dirigirse a Chita: mi diosa protectora Atenea me inspiró y saqué del bolsillo la transcripción del discurso que escribí para la cena del Pireo. Nos agasajaron con libros y esculturas con placas con el nombre de todos los implicados en el vídeo dando gracias a España por el gesto.
Coronamos el viaje cerrando el círculo: Pedro Olalla, al que no conocíamos en persona, nos honró en su hogar compartiendo unas botellas de nemea y unos pistachos de Egina.
La gratitud del pueblo griego no se restringía sólo a sus élites. Paseando por las calles de Atenas nos saludaban emocionados. Una compañera del grupo fue reconocida (salía unos segundos acompañando a sus alumnos de filosofía) en una taberna. Una de las clientas, maestra, la abrazó emocionada y quiso regalarle algo. Era tarde y todo estaba cerrado. Rebuscó en el bolso y sólo encontró una preciosa goma de borrar. La besó y le pidió que la aceptara como humilde muestra de gratitud. Ni que decir tiene que nuestra Paty la conserva en casa en un lugar de honor.
Yola, que enseñaba español, viajó desde Kalamata, a 300 kms., sólo para conocernos y darnos las gracias con un paquetón de deliciosas lalayas, unas rosquillas que se hacen con el sublime aceite de su rincón del Peloponeso. Este verano nos invitó a su boda. Es la segunda a la que hemos ido: hace unos años Zeta, que nos conoció a través del vídeo, nos invitó a la suya a la entrada del istmo de Corinto.
Los griegos son bien nacidos. Tantas fueron las muestras de hospitalidad y bonhomía que recibimos en su patria. Como buen heleno, el embajador hizo honor a su país invitando en su residencia privada a casi 70 personas de nuestra comunidad escolar: alumnos, profesores, conserjes y padres. Contemplar a mis zagales con los ojos iluminados al ver fotografías con los reyes del embajador, que los recibió con un cariño emotivamente humano, al ser atendidos por camareros con traje de gala y ser guiados por los salones y jardines de la residencia, fue el mayor obsequio que podíamos haber recibido.
Cuando creía que todo se había diluido ya, aún recibí una petición de los trabajadores de la televisión pública, la ERT, asaeteados por una ola de recortes y despidos inmisericorde, para grabar un mensaje de apoyo a los servicios públicos.
El colofón lo pusieron desde Quíos, una de las hipotéticas patrias de Homero: la Academia Homérica, un organismo al que acuden a estudiar al aedo personas de todo el mundo, quería agradecer nuestro canto de amor a la Hélade nombrándome Ciudadano de Honor de Quíos e Islas Enusas, galardón que compartí con Pedro Olalla, por quien todo comenzó. Cuando me vi frente al vinoso ponto y pude corroborar que la Aurora teñía de azafrán los cielos con sus dedos de rosa, tal y como cantó el vate, teniendo a mis espaldas la Daskalopetra, desde la cual se cuenta que Homero cantaba sus hexámetros a sus discípulos, sentí, arrasados mis ojos de lágrimas, que todo en mi vida cobraba sentido.
Gracias, Grecia, que pretendía ser una llamada de atención a la sociedad y a sus políticos para que tomaran conciencia de la deuda que tenemos con la Hélade y que, así, velaran por las Humanidades, no sirvió para nada. Una nueva ley educativa, la L.O.M.L.O.E., un disparate pseudo pedagogista, preñado de buenismo, desprecio del esfuerzo y los conocimientos y toneladas de burocracia kafkiana, consigue ser peor que la nefanda L.O.M.C.E. En mi centro de 1400 alumnos el griego ha desaparecido. El latín resiste, arrinconado, con respiración asistida. Una sociedad analfabeta en lo humanístico desecha sus raíces, sus ancestros, su esencia, desdeñando a las Humanidades, sustituyendo su acervo cultural por catetos anglicismos y modas que imitan lo más cutre de la cultura estadounidense. Miríadas de jóvenes, a los que se les ha engañado poco más que regalándole los títulos curso tras curso, salen de los centros educativos con un exiguo bagaje cultural y son arrojados a la jungla de un mercado laboral precario y deshumanizado, sin los arrestos precisos para enfrentarse a ello y sobrevivir con las armas morales que tallaron los Clásicos.
Mi amiga Magdalena Sanchez Blesa, poeta de patios, aceras y veredas, suele comenzar sus recitales contando la fábula del león y el colibrí: ante un pavoroso incendio en la jungla un diminuto colibrí hacía una y otra vez viajes al río para coger agua con su pico y arrojarla sobre las llamas. Un león, que observaba el implacable avance del fuego tumbado en una loma, se burló del pajarillo y de su estéril esfuerzo. El colibrí, sin cejar en su empeño, sólo le respondió al rey de la jungla que él, al menos, hacía su parte.
Alfredo López, Pedro Pruneda y el resto de los de AMUPROLAG hicimos nuestra parte con la máxima dignidad posible. El próximo 12 del 12 del 2022 hará 10 años que nuestra criatura echó a volar llevado sólo por las alas que le dieron nuestra gratitud y nuestro amor a Grecia. Un simple acto de reparación y justicia.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: