Un jarabe mágico o una inyección sin aguja, de Julia Lucas Sánchez, ha sido el relato ganador —premiado con 1.000 euros— del séptimo concurso de #cuentosdeNavidad, patrocinado por Iberdrola. No faltó ninguno, de Shirley Caballero Sahonero, y El disfraz, de Raúl Lorenzo Pérez, han sido los finalistas —cada uno de ellos recibirá 500 euros—.
El jurado de esta edición, en la cual se han presentado más de 900 historias, ha estado formado por Juan Eslava Galán, Juan Gómez-Jurado, Espido Freire, Paula Izquierdo y la agente literaria Palmira Márquez.
A continuación reproducimos el relato ganador y los dos finalistas del séptimo concurso de Cuentos de Navidad.
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GANADOR
UN JARABE MÁGICO O UNA INYECCIÓN SIN AGUJA
Julia Lucas Sánchez
Queridos Reyes Magos:
Este año no os pido juguetes ni cuentos ni nada de lo que dicen en la tele que tenéis en vuestros almacenes de Oriente ni los leotardos que siempre se os olvidan. Solo quiero un jarabe mágico o una inyección sin aguja para tener un hermano. Es que todos mis amigos tienen hermanos y yo no tengo porque a mi padre se le rompió el corazón cuando yo era muy pequeña y como no existen corazones postizos como la dentadura postiza del abuelo se tuvo que morir. Por eso ya no tengo padre y mi madre no tiene marido y dice mi madre que así es imposible que tenga un hermano hasta que alguien se invente una medicina para tener hermanos porque no existe ninguna medicina para eso.
¿A que sí que existe y vosotros podéis traérmela para tener un hermano de verdad? Es que ahora tengo uno de mentira que se llama Sergio aunque él no lo sabe porque no me atrevo a preguntárselo que si quiere ser mi hermano y al año que viene Sergio se va a vivir a Cuenca y si no nos hacemos hermanos ahora ya no seremos hermanos en toda la vida aunque a lo mejor voy a Cuenca a ver a Sergio cuando sea mayor y podemos hacernos hermanos pero eso es un rollo. Cuando eres mayor los hermanos no son hermanos todo el rato porque cada uno vive en una casa como mi tía Elena y mi madre.
Sergio y yo también vivimos en distintas casas pero no pasa nada porque en clase hablamos casi todo el rato y además quiero que sea mi hermano porque habla de pedos y del culo y a mí me gusta mucho hablar de eso y solo puedo hablar con él porque con los demás niños de la clase no puedo hablar bajito porque no están a mi lado y no me oyen y no se puede hablar en alto de pedos y del culo. Si te pilla la señorita Alicia te la cargas y entonces solo hablo de eso con Sergio y me río mucho y también me río cuando se inventa canciones.
Un día se inventó una muy bonita que dice todo el rato que le pica el culo y a mí se me escapó la risa en alto y nos regañó la señorita Alicia y Sergio dijo que soy tonta porque no sé reírme bajito y también dijo que me invente yo canciones. Entonces llegué a casa y me puse a inventarme una pero empezó La casa del reloj y luego como no tenía deberes salí a jugar a la calle y luego se me olvidó inventármela y al día siguiente le canté a Sergio la de a mí me gusta cagar en alto para ver la mierda cómo da un salto que es una canción que me enseñó mi tía Elena una vez que fui a su casa y Sergio se creyó que me la había inventado yo pero casi no se rio. A lo mejor se rio para adentro porque sabe reírse sin que se le note y también sabe hablar sin que se le note porque de mayor va a ser ventrílocuo como Mari Carmen y sus muñecos y va a salir en La casa del reloj con Marta y Poppy y Manzanillo y a lo mejor hace dibujos con ellos porque Sergio es el niño que mejor dibuja de la clase y por eso quiero que sea mi hermano.
Es que yo dibujo un poco mal y cuando la señorita Alicia nos manda hacer un dibujo Sergio hace muchos dibujos en su casa porque se le da muy bien dibujar y siempre le pido uno y me da el más feo porque ya no le gusta. Un día le pregunté que si soy su hermana me da el más bonito y dijo que no porque las hermanas solo sirven para tirarlas del pelo y empujarlas y echarlas escupitajos y entonces le dije que no me importa que me dé el más feo si me manda dibujos cuando viva en Cuenca y dijo que sí chaval toma Vitacal que tu culo huele mal y que era tonta porque no se pueden mandar dibujos desde Cuenca porque tardan mucho en llegar y llegan arrugados y la señorita Alicia tira a la papelera los dibujos arrugados. Entonces le dije que si se inventa algo para que lleguen pronto y sin arrugar le mando una redacción cuando le manden hacer una redacción en casa para que no le pongan un cero porque algunas veces le hago la redacción porque escribe un poco mal y pone vaca con be y burra con uve y muchas más cosas mal pero no le convencí porque se pone que para hacer una redacción puede mirar el diccionario.
¿Vosotros me podéis traer un diccionario mágico con magnetofón y con mi voz para decirle a Sergio los acentos cuando tenga dictado? Es que los dictados se hacen en clase sin mirar el diccionario y no quiero que le pongan un cero. También podríais traerme algo para mandar los dibujos desde Cuenca y que lleguen pronto y sin arrugar.
Si solo me podéis traer una cosa como el año pasado pues lo que más quiero es el jarabe o la inyección para tener un hermano de verdad porque Sergio se va a vivir a Cuenca al año que viene y ya no seremos hermanos de mentira ni nada pero si me traéis las tres cosas no os pido más cosas en toda la vida. Aunque los leotardos me hacen mucha ilusión porque a mi madre le gusta llevarme al colegio con calcetines y nunca me los compra y dice la señorita Alicia que con leotardos te dan menos anginas y hoy tengo anginas y por eso estoy en casa y os puedo escribir antes de las vacaciones.
Mari Juli Lucas
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FINALISTAS
NO FALTÓ NINGUNO
Shirley Caballero Sahonero
Llegaron los becerros de ojos húmedos, las ovejas sudorosas, los caballos cenizos y naranjas. Llegó la luna y su séquito de estrellas deslumbrantes.
Asistieron camellos silenciosos, búhos de profunda memoria, hasta 20 generaciones de ratones, perros vagabundos y sedientos, murciélagos conversadores, cabras nerviosas de afiladas miradas, gallos ojerosos y gallinas adolescentes y delgadas. Y cómo no, la sigilosa serpiente que estudiaba, en su mudo avance, los afanes de las ratas más pesadas y suculentas.
Nadie se había dado cuenta de su presencia, por supuesto. Pero, como siempre, el hambre permanente de los cerdos llevó a uno de ellos a pillar en el hocico la cola cilíndrica como zanahoria de la desprevenida serpiente, que fiel a su naturaleza, se giró para dar un doloroso mordisco en el cuello del porcino, y a continuación su chillido desató el terror en todos los demás asistentes al nacimiento del niño divino, y más todavía al ver que una larga figura se agitaba y se hacía soltar del hocico, perdiéndose entre cientos de patas. Corridas, cornadas, resbalones, pistones y mordidas por todos lados, como chispas de una hoguera bajo el efecto de una batidora.
La serpiente se vio desvalida como una lombriz, de modo que huyó para adelante dejándose llevar por la estampida, y se refugió junto al pesebre de piedra donde reposaba el recién nacido. Por cierto, sus padres y los pastores habían quedado vencidos y zarandeados por la fuerza de ovejas y burros, en su intento de detener a las bestias y proteger al pequeño y a sí mismos.
La serpiente quedó enroscada sobre su sombra, atisbando casi sobre el hombro del bebé, tan risueño y ajeno. La estampida pasó por encima y por el lado de ambos, levantando en un cegador vendaval trozos de paja, nubes espesas de polvo, pelos de todos colores y olores, y hasta hubo algunos trozos de cuernos despedidos como dardos. Pero al niño y a la serpiente solo les tocó ensuciarse, la estampida los evitó por completo.
Y en medio del paisaje pisoteado y roto, con los magullados pastores enloquecidos, corriendo tras sus animales, quedaron los dos únicos ilesos, y nadie supo si al niño Dios lo protegió el miedo o el amor.
Aunque para los resultados, era lo mismo.
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EL DISFRAZ
Raúl Lorenzo Pérez
Salió corriendo de la sucursal bancaria, con su disfraz de Papá Noel y el saco a sus espaldas bien cargado. Mientras se dirigía al vehículo que lo esperaba con el motor encendido para huir a toda mecha, un par de vigilantes de seguridad privada, unos auténticos gigantes, lo detuvieron en seco. Pensó que ahí acababa su aventura, pero la historia dio un giro inesperado. Muy amablemente, fue invitado a entrar en la galería comercial donde los niños ya hacían cola para recibir sus regalos del mismísimo Papá Noel. No tuvo otra opción, así que, mirando a los lejos a su compañero de fuga, enfiló hacia su nuevo compromiso bien escoltado por los vigilantes.
Una vez dentro, tuvo que tragar saliva al ver la cola inmensa de niños que, al percatarse de su presencia, rompieron a aplaudir y a gritar de alegría. Los padres, al fin, respiraron aliviados al verlo llegar. Lo sentaron en un enorme trineo y uno de sus ayudantes dio paso al primero de los niños. Un chicuelo de no más de seis añitos, de cara regordeta, nariz diminuta y pecas por doquier, se sentó en su regazo, ojiplático y pasmado. Tras un largo e incómodo silencio, otro de los ayudantes rompió el hielo y, muy diplomáticamente, le susurró al ilustre invitado: «Estoy seguro de que Papá Noel quiere saber qué regalo desea este niño tan bueno». «Ah, sí, sí, eso es… —pudo al fin arrancar a decir—. Mmmm, a ver, dime, angelito, ¿has sido bueno este año?». «Sí, mucho», dijo con su tierna vocecilla. «Ah, muy bien, así me gusta. Como te has portado bien, Papá Noel te va a entregar un regalo. Dime, niñito, ¿qué regalo deseas?». Tímidamente, el niño señaló con su dedito el saco de los regalos que Papá Noel no había soltado ni por un instante. Ahora no pudo ni tragar saliva, quedó paralizado.
No sin esfuerzo, sus ayudantes lograron arrancarle de sus manos el saco, lo abrieron y extrajeron de él un primer paquete, que entregaron al niño. Este lo agarró bien fuerte contra su pecho y le dio un beso a Papá Noel con sus minúsculos labios. Pálido, con la mandíbula desencajada, solo alcanzó a decir: «Ábrelo cuando llegues a casa». Impotente y con los ojos cuajados en lágrimas, vio cómo uno a uno los niños se sentaban en su regazo y recibían de manos de sus ayudantes los paquetes que portaba en su saco. Cuando terminó su labor, fue despedido entre aplausos y sonrisas de todos los presentes.
Vagó por las calles de la ciudad, sin rumbo, con su disfraz de Papá Noel, mascullando maldiciones contra la Navidad. Una Navidad diferente, sin duda, para todas las familias que recibieron aquellos paquetes de este Papá Noel tan especial…, repletos de fajos de billetes.
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