Claudia Morales, con Johnny, como Johnny Depp, ha ganado el primer premio del segundo concurso de cuentos de Navidad de Zenda, dotado con 2.000 euros. Y Mayte Blasco, con El antihéroe, ha quedado finalista y recibirá 1.000 euros de premio. En este concurso de Zenda, patrocinado por Iberdrola, han participado más de 700 textos. El jurado ha estado formado por los escritores Espido Freire, Lara Siscar, Paula Izquierdo, Juan Gómez-Jurado, Juan Eslava Galán y Miguel Munárriz.
Para participar en este concurso, tras publicar el relato en internet, como entrada de un blog, como una anotación en Facebook o como un tuit en Twitter, los autores debían registrarte en este foro de Zenda y escribir una respuesta a esta entrada. La etiqueta con el que estamos divulgando el concurso es #cuentosdeNavidad.
Historia ganadora
Johnny, como Johnny Depp
Claudia Morales
—La Navidad es una mierda.
Eso fue lo primero que dijo Johnny apenas vio a la asistente social que lo fue a visitar a su casa el 20 de Diciembre. Siete años tenía. Siete años y la fuerte convicción de que la Navidad no tenía nada de festivo. Odiaba la Navidad tanto como odiaba el puchero en verano, ese caldo grasoso con unas pocas verduras flotando y algún que otro hueso. Es comida, decía Martita, pero Johnny igual lo odiaba.
Johnny vivía en la Villa 1 11 14. Es la villa de emergencia más grande en cuanto a territorio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y una de las mayores en cuanto a población, contándose 25.973 habitantes a 2014.
Johnny se llamaba Johnny porque su mamá, Martita, era la fan número uno de Johnny Depp. Y lo sigue siendo. No importa que se ande diciendo que Johnny le pegaba a su mujer, son cosas que se dicen, repite Martita… Y además, si le pegó por algo habrá sido, dice Martita también.
El 24 de Diciembre de 2017 no hubo pan dulce en la casa de Johnny. Ni sidra. Ni turrón. Ni siquiera arbolito. A decir verdad, hubo un arbolito, un poco viejo, un poco roto, un poco pobre. Un poco poco, como todo lo que hay en la casa de Johnny.
Recibió una pelota de regalo. Una pelota usada. En la casa de Johnny nunca hubo juguetes nuevos. Eso sí que se hubiese considerado un verdadero milagro navideño. La gente de la parroquia reparte juguetes pero siempre son usados. Como si la infancia en la 1 11 14 fuera una infancia de segunda mano.
Papá Noel le caía pésimo. Había quedado traumado desde los cinco años, cuando le preguntó a su papá (no a Noel, al esposo de Martita) qué iba a recibir para Navidad. Papá de verdad, que ese día estaba de muy mal humor, le contestó: “Tres patadas en el culo”… Y con eso fue suficiente. Durante casi un mes, Johnny soñó todas las noches con un Papá Noel furioso que sin bajarse del trineo, le atestaba tres patadas en el trasero con la puntería de Messi y se iba, así, como si nada, para seguir repartiendo regalos nuevos y sin usar a los chicos de Palermo.
El 25 de Diciembre de 2017, Johnny amaneció en la guardia de la salita. En la villa 1 11 14 algunos vecinos festejan con tiros al aire. Disparando al cielo, como si quisieran lastimar a los ángeles o a Dios, enojados por tanta miseria.
No tuvo suerte Johnny. A una de las balas se le ocurrió cambiar el recorrido, volverse nefasta y caprichosa, elegir la tragedia…
Johnny hubiese preferido las tres patadas en el culo de Papá Noel.
***
Finalista
El antihéroe
Mayte Blasco
Los gritos de la mujer se oían desde el rellano; le sorprendió que no hubiese ni un solo vecino asomado preguntándose qué podía estar pasando tras las paredes del tercero B. Entró sin hacer ruido y enseguida verificó lo que ya temía. Una mujer yacía en el suelo. Un hombre, tal vez su esposo, la increpaba y golpeaba. Por una minúscula rendija un niño observaba la escena, oculto tras la puerta de su cuarto. Temblaba, pero no lloraba. Tal vez el instinto de supervivencia congelaba en su garganta los sollozos que luchaban por brotar. Como muchas otras veces, pensó en la posibilidad de intervenir. Quería pegarle un puñetazo a aquel tipo, tomar a la mujer en brazos y llevárselos a ella y a su hijo lejos de allí. Pero las normas eran las normas y se limitó a hacer su trabajo. Bajo el decadente árbol de Navidad de plástico desgastado, depositó unos pocos regalos envueltos en falsa alegría. Se marchó sin ser visto, deseando abandonar para siempre su cuerpo rechoncho, su ridículo traje rojo de absurdo antihéroe.
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