Me eduqué en la creencia de que la historia era un proceso lineal, ininterrumpido, cuyo crecimiento económico avanzaba hacia un mundo más libre y más igualitario. La consecuencia de todas estas posibilidades que se dibujaban en línea ascendente la hemos llamamos progreso. Han pasado cien años de la Revolución Rusa —el acontecimiento de mayor trascendencia en la Europa del siglo XX—; sobre el cielo de Berlín, —y de otros países de la vieja Europa— aún sobrevuela el fantasma de Hitler, como si su poder omnívoro para destruir el mundo no hubiera sido suficiente escarnio; se han sufrido dos espantosas Guerras Mundiales; hemos vivido en plena Guerra Fría y asistido a la caída del comunismo. Ahora estamos sumidos en un proceso inacabable de ascenso de otros poderes caníbales del capitalismo salvaje, las mafias de la droga, del crimen organizado, de los Estados que mantienen el terror por las armas nucleares; el ascenso de los nacionalismos, el hambre, el desastre ecológico, la corrupción económica y la desigualdad galopante. "Ya lo dijo el premio Nobel Paul Krugman: Quizá el futuro no es lo que acostumbraba a ser."
Y en lo que a España se refiere, hemos acumulado una buena carta de presentación que demuestra nuestra capacidad para acabar con nosotros mismos a una velocidad de vértigo, ya sea la imposición de una dictadura con Primo de Rivera, con un régimen monárquico expulsado por la Segunda República, de una revolución proletaria en 1934, un golpe de estado dos años después y una guerra que duró tres años y se resolvió con una nueva dictadura que duró cuarenta. Y otros cuarenta años más tarde, es decir, ahora, todo lo que creímos que era sólido ha entrado en fase de descomposición a base de volver a caer de nuevo en parecidos errores y de tropezar una y mil veces en la misma piedra. Ya lo dijo el premio Nobel Paul Krugman: “Quizá el futuro no es lo que acostumbraba a ser”. Y es que bien podría parecer que estamos instalados en una constante distopía.
"Nos hemos hecho mayores pero no hemos logrado que la experiencia nos salve de las catástrofes inventadas por los políticos, por los gurús de la mentira y la falsificación."
Ya no se trata de que Huxley, Orwell, H. G. Wells, Bradbury, Stanislaw Lem y Ursula K. Leguin nos presenten sus mundos más o menos cercanos, sus crudas y poéticas anticipaciones literarias con las que hemos convivido tantos años, con las que hemos soñado, pasado miedo, creído a pies juntillas, que nos han emocionado y nos han dado materiales para pensarnos como seres humanos, únicos o no, en el universo. Nos hemos hecho mayores pero no hemos logrado que la experiencia nos salve de las catástrofes inventadas por los políticos, por los gurús de la mentira y la falsificación, de la manipulación de las guerras, de la falsedad de la Historia, de la nada que estamos construyendo entre todos, los que la inventan y los que colaboramos con el silencio. Un silencio que deberíamos rasgar con un grito sostenido de socorro.
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