Como quiera que el que aquí escribe pasa por ser bastante futbolero, y como quiera también que los mandamases de este maravilloso espacio que es Zenda me piden que conecte el arte y la cultura con la actualidad en este foro, una o dos veces al año me lío la caperuza al boli Bic para hablar del deporte rey. Porque sí, el arriba firmante considera que esto del balompié es un arte, y cualquiera que haya visto un control de Zidane podrá entender de qué hablo. El caso es que la anécdota que abre hoy la sección la recordarán ustedes aun sin decir los nombres: hay jolgorio, la selección española ha conquistado el Mundial, confeti de ese dorado por aquí, gritos y vítores por allá. En un momento dado, una de las futbolistas recorre el paseíllo que se suele montar en esta clase de saraos, hasta llegar a la posición que ocupa el jefe. Este le coloca un beso en los morros, sin que nadie hoy en día comprenda cómo se le pudo pasar por la cabeza una idea tan cafre.
Lo que vino después ya lo conocen. Semanas de noticiarios y renglones, de conversaciones y corrillos, de cafés y cervezas en torno a la escenita de marras. A Rubiales, el protagonista, lo largaron en cuanto pudieron. Jenni Hermoso, la futbolista en cuestión, fue perseguida y pareció quebrarse cuando el ojo del huracán se detuvo en ella. Finalmente, otra noticia viral sepultó esta. La actualidad, con su triste morbosidad, en apariencia se olvidó de la historia del verano. Han pasado los meses como si fuesen vidas, y ahora emerge la figura de Jenni Hermoso con cierto reconocimiento tras lo ocurrido. Leo dos noticias relacionadas con ello. La primera: parece que la futbolista del Pachuca va a presentar las campanadas con Ramonchu y su capa sempiterna en la primera cadena. La segunda: parece que el Financial Times va a coronar a Hermoso como segunda mujer más influyente del mundo en este 2023. Recuerdo que entonces, cuando los ellos todavía eran los de entonces, una compañera de equipo dijo: «Hemos conseguido que el fútbol sea feminista».
Aun creyendo que Jennifer Hermoso es víctima en todo esto, no puedo dejar de hacerme preguntas relacionadas con el cariz entronizador que está tomando la cosa. ¿Es verdaderamente feminista el hecho de otorgar un premio, sea este cual sea, gracias a o por culpa del beso de un hombre? ¿Acaso no merecerían antes el reconocimiento de mujer influyente aquellas futbolistas que acapararon los premios deportivos en el mundial? ¿Habrá un punto comercial en el hecho de que hayan seleccionado a esta mujer para competir en las campanadas con el resto del mundo del espectáculo? Mucho me temo que las respuestas a estas preguntas pueden confluir en una misma reflexión: hay más machismo en este tipo de selecciones torticeras, comerciales y morbosas que en el propio beso. Dicho de otro modo, hay unos cuantos buitres revoloteando sobre el cuerpo todavía caliente de un feminismo digno y real. Esta es la sustancia moral sobre la que estamos creando referentes. A disfrutar.
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