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Fragmentos de Daniel Lipara - Zenda
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Fragmentos de Daniel Lipara

*** Mi hermana y yo tiramos las cenizas en Bariloche. Subimos el cerro con la caja en la mochila, hacía ruido de piedritas y madera. Había lagos por todas partes. De fondo, las montañas. Entonces sopló el viento. La mayor parte quedó en la copa de un árbol. Después bajamos en aerosilla, comimos chocolates. A...

Daniel Lipara es un poeta, traductor y editor nacido en en Buenos Aires, Argentina, en 1987. Ha traducido los libros Aprender a dormir (2017), de John Burnside, y Memorial, de Alice Oswald (junto a Mirta Rosenberg). Publicó Otra vida (2018), editado en Estados Unidos con traducción de Robin Myers. Presentamos una selección de fragmentos de Como la noche adentro de los ojos, su segundo libro, publicado por Bajolaluna.

***

Mi hermana y yo tiramos las cenizas en Bariloche. Subimos el cerro con la caja en la mochila, hacía ruido de piedritas y madera. Había lagos por todas partes. De fondo, las montañas. Entonces sopló el viento. La mayor parte quedó en la copa de un árbol. Después bajamos en aerosilla, comimos chocolates. A veces la alegría y el dolor vienen juntos. Abro la Ilíada, veo álamos y amapolas. Una mujer espanta una mosca mientras su hijo duerme, alguien mira las estrellas. Después de nueve años de guerra, destellos de una vida a la que todos quieren regresar. Este es mi papá en la copa de un pino mientras la fuerza del viento se lleva una parte de él hasta el lago y las piedras.

***

como familias de hojas

el viento sopla sus espectros a la tierra

la primavera respira hojas nuevas en las ramas

como un olivo cae de raíz

alguien lo plantó cerca del agua

joven árbol hermoso la brisa lo mueve

las flores blancas se abren por todos lados

un tornado lo arranca

y lo deja tirado

***

La lanza de Áyax entra por el pezón. El cuerpo aterriza en el suelo como un álamo nacido a orillas de una laguna. Un carpintero lo tala y le corta las ramas para hacer una rueda. El tronco queda tirado, secándose en la orilla. Llegó a la guerra soltero, era el joven hijo de Antemión. Su madre, una pastora, lo tuvo en la orilla del río cuando bajó del monte detrás de las ovejas. Lo llamó Simoesio como el río. Aparece de golpe y se pierde entre doscientos cuarenta muertos, pero su nombre de río sale de la boca. Hay esfuerzo, hay demora en la vida con sus padres, el matrimonio que no tuvo, la orilla en que nació. El poema trata de retenerlo un poco más. No puede. Ahora el río espumoso es agua quieta y su torso blando y húmedo, un tronco seco. Este es el brillo y la canción del brillo. La lanza de Áyax entró por el pezón y salió por el omóplato. La oscuridad se le metió en los ojos mientras corría.

***

como alguien corriendo en un sueño

no puede alcanzar al hombre que se escapa

y que no puede

escaparse del hombre que se acerca

 

como el brillo del oleaje

se enciende y se apaga en silencio

cuando el agua intuye la llegada del viento sueña con tormentas

olas enormes cuelgan sin sonido

no saben de qué lado caer

hasta que un viento llega y dice ahora

***

Una voz dice ahora como el viento aúlla en los oídos del agua. El espíritu de las vacas y los peces, del mosquito obstinado. El brío del caballo, el salto irreversible del león. Thymós, aliento, corazón, vitalidad. La vida condensada en el pecho, una fuerza en la boca del estómago. El espacio donde siento placer, asombro, sufro o la alegría se queda por un rato. La voz que dice ahora como una ráfaga que infla los pulmones. El aliento que escapó entre los dientes de mis padres. Irme de casa como se corre en una pesadilla y la respiración llamando por teléfono. Enamorarme. Papá borracho, arrancando los cables, bailando como loco con mi hermana y conmigo de la mano. El furor de los soldados con la cabeza en llamas.

***

como cuando el dios nube lanza una estrella

y todos miran hacia arriba

para ver esas chispas

y ya no está

 

como aparece un recuerdo

centellea en un hombre que ha viajado mucho

cómo quisiera estar ahí o allá piensa su deseo

menos de un segundo después

aterrizan los ojos

***

El Jeep IKA con los frenos vencidos como las patas de su perro. El Renault Gordini con el motor atrás convertido en auto de carreras. NSU Prinz azul y blanco. BMW Decarlo 700 Glamour con manchas de masilla. El Fiat 600 con puertas suicidas. El Isard T400 gris del que no sé nada. El rugido de la Norton 500 que despierta a todos. El Renault 6 que lleva a mamá la lluvia rompe contra el techo y el motor se ahoga en medio de la nada. El primer taxi nuevo un Renault 12 suave en la ruta. El hermoso Ford Taunus verde con alerón que pasa a buscarnos los domingos para ir al cementerio de los barcos. El Peugeot 504 que no arranca lo tira cada mañana del tercer piso del garaje con nosotros adentro hasta que enciende y nos deja en la escuela. El Chevrolet Corsa con motor electrónico que sí enciende. Y el Torino se fue como todos los demás. Todos amábamos a ese auto. Lo vendimos cuando el cáncer de pulmón le llegó a la cabeza cuando la fuerza se fue de las piernas y bajamos el colchón a la cocina. Se quedó sentado con su perro. Nos vio contar los billetes con los ojos humeando. Hacía falta. Quisimos ponerlo en marcha y no pudimos. Quiso explicarme pero las palabras no coincidían con las cosas. Lo alzamos el tío y yo y lo sentamos al volante. Nadia le tapó la cadera con una toalla para que no lo vieran desnudo. Pidió un cigarrillo que le diéramos fuego. Los dedos encuentran la llave de contacto el pie busca el pedal pisa con furia un estruendo crece.

***

como un burro camina por un maizal

decide detenerse

y comer sumergido en el maíz

exhaustos peones lo azotan

parten palo tras palo contra el lomo es inútil

sigue absorbido en saborear los tallos

no para hasta que llena su barriga

entonces se va

***

La noche le cubre los ojos y la nariz. La oscuridad lo atrapa lo atrae la tierra su espíritu se escabulle entre los dientes. Repica la armadura contra el piso exhala la vida en el polvo se lo traga la muerte. Queda tirado con la mano tendida a los amigos se agacha soltando su aliento y se estira en la tierra. Con la lanza adentro de la espalda o la vejiga en el ojo o el vientre. Le parten el cuello como una amapola. Queda de espaldas con las tripas volcadas en la tierra bramando de dolor agarrando la tierra mojada mordiendo metal retorciéndose como toro. Le quiebran la cabeza los ojos caen a sus pies. El cerebro sale por la herida el hígado resbala entre las piernas. La punta se mete en la boca le astilla los dientes rompe la mandíbula sale por el mentón como un anzuelo. Muere como hojas como cierva como álamo como cabra como arbusto como liebre como espigas como vaca como fresno. Se lo comen los perros y los pájaros. Los peces le sorben la grasa las anguilas le muerden los riñones. Un vacío lo traga.

***

como un espectro

es una suerte de humo

penetra la tierra chillando como humo

mi padre descuelga la foto de Sai Baba

sale descalzo rompe el vidrio contra la vereda

acerca la punta del encendedor

Sai Baba sube al cielo como humo

como un pez

sale del mar de un salto lo levanta el viento

aterriza entre los dedos de las algas

y lo cubren las olas

deja de respirar mi padre mientras duerme

escuchando Bruce Springsteen

mi teléfono al lado del oído

 

como los caballos corren

hacen temblar la tierra

se levanta una nube de polvo a la altura del pecho

una alegría sube por el pecho

a toda velocidad corre hasta la boca

enciende los músculos mientras bailamos

y en las piernas hay fuerza

como el corazón

se derrite es rocío en las espigas

cuando los tallos alzan la cabeza y se eriza el campo

o es mi madre diciendo

me vas a ver de nuevo en otra vida

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Juan Domingo Aguilar

JUAN DOMINGO AGUILAR (Jaén, 1993). Escritor, comunicador y gestor cultural. Fue director del grupo Viridiana Teatro y coeditor de la revista La Novicia. Sus poemas han sido traducidos al portugués, al inglés, al árabe y al italiano y han aparecido en revistas como El Cultural, Periódico de Poesía de la UNAM, Círculo de Poesía, Buenos Aires Poetry, Anáfora, Elipsis, La Raíz Invertida, Nayagua y programas como Tres en la carretera, Radio3 o Página Dos, TVE. Coordina la sección «Versátiles» en Zenda. Ha publicado La chica de amarillo (Finalista del I Premio de Poesía Esdrújula), Nosotros, tierra de nadie (XXXIII Premio Andaluz de Poesía Villa de Peligros), 2ª Ed. La Castalia, Venezuela, 2020, y anticine (V Premio de Poesía José Ángel Valente). En 2019 obtuvo una beca de la Unesco como creador residente en Óbidos (Portugal). Fue residente de la XVIII promoción de la Fundación Antonio Gala.

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