Si no son los pájaros
cubiertos de ceniza,
si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda,
serán las delicadas criaturas del aire
que manan la sangre nueva por la oscuridad inextinguible.
(Federico García Lorca, “Panorama ciego de Nueva York”)
Cada uno tenemos nuestra propia experiencia pandémica. Sin embargo, no muchos españoles tuvieron la oportunidad de vivir esos meses extraños en la capital cultural y económica del mundo, y de pasear —dado que allí el lockdown permitía hacerlo— por sus calles y parques vacíos de vehículos. Héctor recuerda con especial emoción el momento en que vio Grand Central Station sin apenas tránsito de pasajeros.
En Nueva York, en aquellos meses de locura, una de las actividades que ganó adeptos fue una tan simple como asomarse a los parques y observar la fauna que los habitaba. Descubrir las especies con las que los neoyorquinos convivían sin saberlo. Y descubrir también los problemas generados por esa convivencia.
Héctor Cordero había llegado a los EEUU hacía un par de años, procedente primero de Salamanca, donde había cursado estudios de Biología, y luego de Murcia, donde completó su doctorado gracias a una beca FPI. En 2018, con treinta años, cruzó el Atlántico para continuar estudiando enfermedades del sistema inmunitario en animales en la universidad Rosalind Franklin de Chicago; a los pocos meses, continuaría su trabajo en la de Columbia, centrándose entonces en el sistema inmunitario de los niños recién nacidos, para lo que tendría que coordinarse con distintos hospitales de la ciudad. Y fue allí, en Nueva York, en los ratos libres que le dejaba el laboratorio, donde Héctor, poco antes de la pandemia, se aficionó a estudiar, fotografiar y analizar el comportamiento de las aves de su entorno.
Podía haberse aficionado a ello mucho antes, en su Extremadura natal, actualmente uno de los destinos favoritos de los aficionados a la ornitología en cualquiera de sus facetas. Pero no, fue en Nueva York, a más de cinco mil kilómetros de Cilleros, la aldea en que se crio, donde Héctor encontró su segunda vocación.
Vivía entonces en Manhattan, muy cerca de Central Park, y casi a diario podía acercarse allí en bicicleta cargado con su cámara. Combinando la fotografía de naturaleza con la conservación, pronto comenzó a colaborar con la National Audubon Society, la principal sociedad conservacionista de aves en América, y con su “Proyecto Vuelo Seguro” o Project Safe Flight. ¿Su propósito? Concienciar sobre el impacto de la luz y el cristal en las aves migratorias, sus fatales colisiones con las ventanas, y la importancia de promover cambios en los materiales de los edificios para que estas no se produzcan.
La fotografía aportaba el componente artístico al proyecto, ilustrando las muertes de aves y las acciones para su rescate, y los premios a una labor tan original —“ni los propios neoyorquinos conocen la situación y diversidad de las aves de su ciudad, afirma Héctor”— no tardaron en sucederse. Los últimos, en 2023, fueron el Premio José Antonio Valverde a la Conservación de la Naturaleza, concedido por AEFONA (Asociación Española de Fotografía de Naturaleza); el primer premio en la categoría “hombre y naturaleza” en el Montier Photo Festival, uno de los concursos fotográficos de mayor prestigio internacional; y una mención de honor en el China Wildlife Image and Video Competition (conocidos como los Oscar chinos de la fotografía de naturaleza).
También en 2023 Héctor quiso plasmar su labor en un libro: Central Park, aves en sus cuatro estaciones, que publicó tanto en castellano como en inglés, y donde recoge muchas de sus mejores fotografías, junto a textos explicativos sobre el hábitat de aves y su conservación en una ciudad inabarcable como Nueva York.
Ya en España, a pocas semanas de incorporarse como investigador y profesor de Inmunología en la facultad de Veterinaria de Cáceres, merced a una beca Ramón y Cajal —en su caso, por suerte, la fuga de cerebros no terminó de cuajar—, Héctor atiende la llamada del programa A vivir que son dos días, de Javier del Pino, en la Cadena SER. El motivo de la llamada es la muerte de Flaco, un búho real que escapó del zoo de Central Park a inicios de 2023, y que, por su mansedumbre y su cercanía con los humanos, se había convertido desde entonces en una de las mayores atracciones del parque, tanto en la vida real como en las redes sociales.
Flaco murió estrellándose contra un edificio de cristal a finales del pasado mes de febrero, provocando una enorme consternación en la ciudad de Nueva York y en el mundo entero, y convirtiéndose en un símbolo de la lucha que personas como Héctor llevan años librando, la de hacer habitables para las aves nuestras grandes ciudades.
Con su reciente participación en la Feria Internacional de Turismo Ornitológico, que cada año se celebra en el parque nacional de Monfragüe, precisamente en Extremadura –y precisamente para tratar el impacto de las aves en los edificios acristalados de Nueva York–, Héctor, que también fue entrevistado hace solo unos días en Canal Extremadura, se ha consolidado ya como una pequeña eminencia en el campo de la conservación de aves en su tierra. Algo seguramente insospechado para él hasta hace muy poco.
Como la vida está hecha de casualidades, hace pocos meses asistí en mi pueblo, Moraleja, a la presentación de otro libro de dos vecinos de Sierra de Gata que trataba sobre aves, quienes también acudieron a la FIO de Monfragüe este pasado febrero. Eran Felipe Rodríguez Pérez y Fernando Domínguez Domínguez. El libro se titula Aves en Extremadura, está publicado por la Editora Regional de Extremadura, y nació como una iniciativa de los docentes del IESO de Hoyos para fomentar la concienciación ambiental entre los alumnos.
Se trata de un libro híbrido, el primero de su estilo, que combina el dibujo artístico (“al estilo de las ilustraciones decimonónicas”, apostilla Felipe Rodríguez) con textos topográficos y literarios, en los que se hace referencia a la literatura, la historia o la música. Un ejemplo es que una de las aves del libro, el avetoro común, y que actualmente, según la Sociedad Española de Ornitología, se encuentra en “peligro crítico” de extinción, aparece en un cuadro de Frans Snyder expuesto en el Museo del Prado.
Cada vez son más los aficionados dispuestos a viajar miles de kilómetros —a menudo atravesando fronteras— para contemplarlos y fotografiarlos. En el norte de Extremadura concretamente se están llevando a cabo numerosas iniciativas para fomentar el turismo ornitológico; en Moraleja, sin ir más lejos, se celebra desde hace bastantes años un festival dedicado a las aves, el Moraleja Vuela, cada vez con mayor éxito de público.
Cambiando de región, pero no de tema, hace algo más de veinte años (por lo que he podido averiguar) que nadie reedita en España una obrita infantil de Miguel Delibes titulada Tres pájaros de cuenta. Igual va siendo hora de que alguna editorial se ponga manos a la obra, ahora que las aves —no cabe ninguna duda— están más de moda que nunca. El creador de Daniel el Mochuelo no merecería menos.
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