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Ese extraño juego llamado muerte - El otro - Thomas Tryon - Zenda
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Ese extraño juego llamado muerte

Así es que el guapo y frustrado Tom Tryon se olvidó de la gran pantalla, se encerró en su casa y se puso a escribir. Entonces surgió el otro Tryon, Thomas, un autor primerizo pero sorprendentemente diestro que desde luego deja claro en su novela algo que hace tiempo defiendo: es un error considerar la...

Se diría que el propio Thomas Tryon sufrió un proceso de desdoblamiento similar al que desarrolla en su magnífica novela a través de Niles y Holland Perry, los gemelos a medio camino entre la infancia y la adolescencia que protagonizan El otro. Intrigada tras la lectura de este clásico del terror moderno, busqué datos sobre la biografía del autor y me di de bruces con un personaje misterioso, conocido como Tom Tryon, un actor de Hollywood que llegó a trabajar con Cukor y Preminger. Las fotos de la época nos muestran a un apuesto moreno que lanza a la cámara una mirada entre torva y desafiante, un poco al modo de Brando. Pero su andadura cinematográfica no duró mucho. Al parecer, cansado de la lucha permanente que suponía abrirse camino en un mercado saturado de galanes, abandonó la interpretación y decidió dedicarse a escribir, tras quedar fascinado con la película La semilla del diablo. Parece ser que en el inquietante argumento de Ira Levin vislumbró una conciencia de lo terrorífico alejado de las convenciones que habían anclado al género en las tramas repetitivas y el abuso de efectismos y criaturas esclerotizadas. Tryon comprendió, igual que el propio Levin o la gran Shirley Jackson, que el temblor más cierto puede arrancar de una historia situada en una realidad contemporánea, porque el espanto y el sentimiento de indefensión más intensos surgen inevitablemente ante la irrupción del Mal, con mayúsculas, en la vida cotidiana del ser humano. Lo atroz, lo perverso, llama a la puerta de tu apartamento un martes a mediodía en forma de vecino supuestamente encantador, o incluso duerme en la cama de al lado, en la habitación infantil que comparten dos hermanos gemelos.

"El gran asunto, el que me parece realmente fundamental en la novela, es la muerte"

Así es que el guapo y frustrado Tom Tryon se olvidó de la gran pantalla, se encerró en su casa y se puso a escribir. Entonces surgió el otro Tryon, Thomas, un autor primerizo pero sorprendentemente diestro que desde luego deja claro en su novela algo que hace tiempo defiendo: es un error considerar la literatura fantástica como un truco escapista, como mera táctica de evasión de la realidad. Lo fantástico supone un acercamiento otro, esquinado si se quiere, al mundo real, a lo que nos asusta o simplemente no comprendemos, a todos los enigmas que encierra la existencia, a los secretos que guardan los que nos rodean, que ocultamos nosotros mismos pero que están ahí y necesitan ser vistos, analizados desde el ángulo del horror, ese concepto acuñado a partir del título de un libro de cuentos de la gran Fernández Cubas. Todas esas incertidumbres de las que es depositario cada ser humano crean una fractura en lo real, se cuelan misteriosamente por las grietas de la pared del aparente dominio que ejercemos sobre el mundo en que habitamos. Es preciso explicarse la presencia de la maldad o la muerte, de reducirlas por obra y gracia de la literatura a la categoría de fenómenos comprensibles. En ese sentido, El otro, publicada en 1971, se ocupa de señalar la existencia de un monstruo que permanece aletargado en el interior de cada uno de nosotros. Y cuenta cómo es la vida, o quizás el simulacro de vida, que nos vemos obligados a asumir tras la muerte de un ser querido. El tema del doble, ese motivo que desde la antigüedad clásica nos muestra la obsesión por los límites de la propia identidad, el turbador cuestionamiento de nuestra singularidad, es, a mi juicio, el ropaje en el que se envuelve una indagación profunda acerca del lado en sombras que guardamos dentro desde niños, sobre la violencia, la perversidad, la crueldad que llega con nosotros al mundo y que aprendemos a dominar o a ocultar hábilmente, sin llegar a desaparecer del todo, porque forma parte de nuestra esencia. Pero el gran asunto, el que me parece realmente fundamental en la novela, es la muerte como aniquiladora silenciosa de un universo familiar y creadora de esa nueva realidad que surge con la ausencia, invadiéndolo todo y convirtiéndonos en otros. En el otro.

"Hay una amenaza permanente que flota en el ambiente, que el lector no deja de percibir"

Tryon se maneja perfectamente en la construcción de un relato que sitúa en un soleado pueblo de Nueva Inglaterra el verano de 1935, un año marcado por el secuestro y posterior asesinato del bebé Lindberg. Los gemelos Perry, Niles y Holland, viven en la casa familiar con su abuela Ada, su melancólica madre, Alexandra y los criados que los atienden. Han pasado pocos meses desde la trágica muerte del padre, en un accidente doméstico y la sombra de la pérdida se percibe todo el tiempo en ese lugar hasta entonces idílico. Hay una amenaza permanente que flota en el ambiente, que el lector no deja de percibir porque Tryon se las ingenia para voltear la apacible domesticidad de los espacios en atmósferas siniestras, gracias a detalles en apariencia insignificantes. La advertencia del riesgo está siempre ahí, en forma de escalera empinada, de pozo sombrío, se halla contenida en simples objetos propios de una escenografía rural, como sucede en el caso de la horca del granero o el barril roto de vino; en joyas familiares, como  el anillo heredado del padre o  preciadas posesiones sin ningún valor material, como la caja de tabaco donde los niños guardan sus pequeños tesoros. Cada cosa minúscula puede cobrar una relevancia trascendente en la trama aunque al principio pasen inadvertidas, de forma que la suma de elementos conforma un todo inquietante, un mundo lleno de correspondencias secretas entre los seres vivos, el lugar en el que habitan y los objetos que los rodean.

Junto con ese marco que Tryon perfila gracias a un innegable talento para singularizar cualquier elemento mediante, por ejemplo, el uso preciso de un adjetivo cromático o de una metáfora especialmente acertada, vale la pena destacar la caracterización del mundo interno de cada personaje, en especial la del protagonista indiscutible, el dulce Niles. Cuesta mucho crear una voz infantil que resulte verosímil y no caiga en la afectación, capaz de sostener la progresión de la trama y de mostrarnos el universo doméstico de los Perry durante ese extraño verano en el que el chiquillo aprende un juego nuevo que practica a ratos con su abuela rusa, la misteriosa Ada. Los dos tienen en común una sensibilidad especial, una visión intuitiva de la realidad y un estrecho vínculo con la naturaleza que les rodea. Paradójicamente, Niles siente que es muy distinto a su gemelo, a quien le une un amor incondicional pero al que también teme, porque conoce la parte más siniestra de su personalidad. La ternura y docilidad de Niles se contraponen al talante burlón, sutilmente cruel, de Holland, y el primero actúa casi como la voz de la conciencia de su hermano, intentando frenar sus impulsos violentos y las consecuencias de sus terribles bromas, a la manera del William Wilson de Poe, sospechando siempre que su gemelo es responsable, de alguna forma, de la rápida sucesión de tragedias familiares que, como una plaga, van asolando la casa Perry a lo largo del estío.

"No me cabe la menor duda de que El otro es una historia que se convirtió en clásico del género casi instantáneamente por la suma de aciertos narrativos que contiene"

Mención especial merece el uso del pensamiento mágico como motor narrativo. En este mecanismo mental el autor encuentra un auténtico filón que le permite contar de forma elíptica el alcance de un anhelo universal de los seres humanos: vencer a la muerte, ser capaces de reducirla a la categoría de simple juego al que podemos cambiar las reglas si así lo deseamos, para derrotar al feroz adversario que es la ausencia.

No voy a desvelar aquí más detalles de la trama, porque merece la pena que cada lector vaya descubriendo poco a poco los secretos y el encadenado de vueltas de tuerca que le reservan las páginas de El otro, una novela que hace cincuenta años convirtió a un actor decepcionado en un genio creador de inquietudes y sospechas. En mi opinión, el final hubiera quedado ya perfectamente resuelto unas páginas antes del cierre definitivo por el que opta Tryon, quizás por inseguridad. Pero no me cabe la menor duda de que El otro es una historia que se convirtió en clásico del género casi instantáneamente por la suma de aciertos narrativos que contiene. Aciertos indiscutibles como el tejido verbal que Tryon urde para hipnotizarnos en cada línea, en cada descripción. O el uso sostenido del suspense y la hondura de una trama en la que se nos recuerda que la vida es, a menudo, una partida demasiado corta.

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Autor: Thomas Tryon. Título: El otro. Editorial: Impedimenta. Venta: Todostuslibros y Amazon

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Patricia Esteban Erlés

Patricia Esteban Erlés (Zaragoza, 1972) es profesora y columnista en Heraldo de Aragón. Ha publicado tres libros de cuentos. El primero de ellos, Manderley en venta (2008), obtuvo el Premio de Narración Breve de la Universidad de Zaragoza en 2007 y fue seleccionado en el V premio Setenil. Su segundo libro, Abierto para fantoches (2008), ganó el XXII Premio de Narrativa Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal. En 2010 publicó su tercer libro de cuentos, Azul ruso, en la Editorial Páginas de Espuma, que también estuvo seleccionado como uno de los candidatos al premio Setenil. Ese mismo año obtuvo el primer premio del concurso de microrrelatos organizado por la Revista Eñe. En 2012 publicó su primer libro de microcuentos, Casa de Muñecas, también en la editorial Páginas de Espuma. Una veintena de sus cuentos han sido antologados en volúmenes colectivos como Pequeñas Resistencias 5: Antología del nuevo cuento español (Páginas de Espuma, 2010), Cuento español actual (1992-2012), (Cátedra, 2012) , Madrid Negro (Siruela, 2016), Las otras y Las mil caras del monstruo (2018, Eolas), entre otros. En 2017 ganó el Premio Dos Passos con su primera novela, Las madres negras, publicada por Galaxia Gutenberg. 

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