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Eran todas guapas - Alberto Olmos - Zenda
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Eran todas guapas

Con una admirable y nada acostumbrada coherencia (sin ironía), Smoda no ha titulado que unas mujeres fueran mejor vestidas que otras en su repaso del vestuario de gala que se vio desfilar por Los Ángeles hace unos días. Esto habría chocado con esa “cansina tradición de juzgar el físico de las actrices” que condenaron en...

De la polémica relacionada con una actriz que vio criticado su pesaje en la alfombra roja de unos premios me quedé con estas palabras leídas en prensa: “La cansina tradición de juzgar el físico de las actrices”. Son palabras muy confusas. Fueron publicadas el 12 de febrero y, ahora, a mediados de marzo, toda la prensa mundial se ha dedicado a juzgar el físico de las actrices en la alfombra roja de los Oscar. Sólo en cabeceras españolas, la búsqueda “las mejor vestidas” arroja resultados directos en Elle, Mujer Hoy o Cosmopolitan. También Marca, Mundo Deportivo, Vanitatis (El Confidencial) o El Diario Vasco señalan a las mujeres que lucieron más bellas en la entrega de estos premios.

Con una admirable y nada acostumbrada coherencia (sin ironía), Smoda no ha titulado que unas mujeres fueran mejor vestidas que otras en su repaso del vestuario de gala que se vio desfilar por Los Ángeles hace unos días. Esto habría chocado con esa “cansina tradición de juzgar el físico de las actrices” que condenaron en febrero. Han optado por el muy neutro y sosísimo, y no paritario, pero sí con algunos hombres, “La alfombra roja de los Oscar 2023”. En la entradilla se dice (bordeando el peligro) que “analizamos los looks elegidos” por los actores y actrices, pero luego en las fotos se limitan a decirnos de qué diseñador es cada vestido, y poco más.

"El cine va de juzgar el físico de las personas que van a salir en la pantalla, en efecto"

Obviamente, un artículo así no va a resultar tan atractivo para los lectores de la publicación como otro, con las mismas imágenes incluso, donde se emitan juicios positivos y negativos sobre las distintas elecciones de vestuario de las actrices (que son las que, en rigor, pueden de hecho elegir vestuario, dado que la moda masculina tiene menos variedad —toda vez que uno quiera sortear el ridículo— que unas elecciones generales en España).

Así las cosas, vuelvo a esas palabras fascinantes: “la cansina tradición de juzgar el físico de las actrices”. La cansina tradición de juzgar el físico de las actrices es, de hecho, la Historia misma del cine. El cine va de juzgar el físico de las personas que van a salir en la pantalla, en efecto.

Si el titular denunciara la inclinación por juzgar el físico de cualquier mujer (una diputada, una abogada, una camarera, una escritora), no habría despertado mi inspiración. Pero es esa especie de acertijo o aporía (no juzgar + físico de las actrices) el que me desvela. Me desvela tanto que aún hoy me acuerdo de un titular de hace un mes.

"A nadie le importa el físico de las directoras ni el físico de las guionistas. Pero a todo el mundo le importa, y juzga sin parar, el físico de las actrices"

Primero, debemos señalar que el cine, muy concretamente, es un arte donde el físico de buena parte de sus profesionales tiene una importancia crucial. Nadie entendería un titular que dijera: “La manía de juzgar el físico de las directoras de cine”, o uno que dijera: “El mal gusto de juzgar el físico de las guionistas”. A nadie le importa el físico de las directoras ni el físico de las guionistas. Pero a todo el mundo le importa, y juzga sin parar (desde que la película no existe hasta que se retira de las carteleras), el físico de las actrices. Ser actriz (o actor) tiene que ver en primer lugar con tu físico.

Si los actores empiezan su carrera armando lo que se llamaba “book”, ese catálogo de fotos de sí mismos que mueven al objeto de ser elegidos para un papel, se debe a que lo fundamental en su trabajo es cómo quedan retratados, filmados, maquillados, vestidos, desnudos, en primer plano, de cuerpo entero y sonriendo. En un book no hay talento alguno fuera de la estampa, no hay voz ni carácter ni actuación siquiera: es 100% prestancia física.

Si alguien quiere ser actor, sabe perfectamente qué papel no va a obtener nunca, con sólo mirarse al espejo. Danny DeVito nunca pensó que tuviera la menor oportunidad de ser Batman, Superman o, en fin, el galán que marcaría una década entera de comedia romántica. Brad Pitt, por su parte, no va a ser elegido como el amigo feo del galán protagonista de una película, porque el galán protagonista de la película nunca será tan guapo como el propio Brad Pitt.

"El físico de las actrices es juzgado sin piedad en la propia industria del cine, al punto de que numerosas actrices guapísimas no son ni siquiera actrices"

Ana de Armas fue borrada de la película Yesterday por ser demasiado guapa. “Ella estaba genial. En serio, realmente deslumbrante. Y ese era el problema”, declaró un guionista. El problema era que el público no se iba a creer que el protagonista se enamorara de la actriz de la que se enamora y no de Ana de Armas, así que tuvieron literalmente que exterminar su personaje.

El físico de las actrices es juzgado sin piedad en la propia industria del cine, al punto de que numerosas actrices guapísimas no son ni siquiera actrices, y por eso (contrariamente a lo que se piensa) dejan de ser actrices cuando dejan de ser jóvenes guapas. Una persona guapa aporta con su sola presencia cierto valor a una película (es lo que Eva Illouz llama “capitalismo escópico”; es decir, el dinero que se obtiene por darle a la gente algo que le gusta mirar) y, por tanto, juzgar el físico de las actrices (y —no lo digo más— de los actores) forma parte esencial de su profesión.

Sin embargo, que haya gente guapa, más guapa y muchísimo más guapa que otra parece haber entrado ya en ese territorio fatal de lo que no puede decirse, es políticamente incorrecto y, al cabo, resulta fascista tranquilamente. Hace una semana, me suscribí a ChatGPT, esa inteligencia artificial parlante, y, entre otras cosas, le pregunté cuáles era las actrices más guapas de todos los tiempos. La respuesta de esta inteligencia superior fue: “La belleza es subjetiva”. No contento con eso, me dio algunas lecciones morales más, algo como que (no di pantallazo, por desgracia, y he olvidado mi clave) no debemos juzgar a las actrices guapas por su físico sino por su talento. Ser guapa no es un talento, según la inteligencia artificial.

"Que hay mujeres más guapas que otras es tan evidente como que uno tiene mejor cara un día que otro; que le queda mejor una ropa que otra"

Esta sabiduría cibernética me defraudó enormemente, al vender una idea falsa de la vida y, por si fuera poco, aburridísima y aplanadora y conventual. Que hay mujeres más guapas que otras es tan evidente como que uno tiene mejor cara un día que otro; que le queda mejor una ropa que otra; que está más guapo en unas fotos que en otras, y que además todo el mundo coincide que esto es así muy exactamente. Si no hubiera personas más guapas que otras, nadie se preocuparía de mirarse al espejo, pues estaría exactamente igual de guapo después de dormir dos horas, y vestido con su peor ropa, que el día de su boda, y exactamente igual de guapo que cualquiera ahí fuera. La belleza existe y es bastante objetiva. Como dice Camille Paglia, “no es un invento de unos publicistas malvados de Madison Avenue”. Si no fuera objetiva, ni Marilyn Monroe ni Ana de Armas serían tan famosas, porque la atención del público se distribuiría equitativamente entre cientos o miles de actrices que, según ChatGPT, serían todas igual de guapas subjetivamente. Sin embargo, la subjetividad es tan poco subjetiva que todo el mundo se fijaría en Brad Pitt y en Ana de Armas entre un millón de personas amontonadas en una gran plaza.

"Es como decirle a la gente que el vino bueno y el de tetrabrick saben igual, por mucho que, probándolo, nadie encuentre que saben igual"

Es curioso esto de decirle (hasta desde la inteligencia artificial) a la gente que no hay personas más guapas que otras y, por tanto, darles a entender que algo funciona mal en su cabeza cuando se encandilan de un rostro o de un cuerpo concreto que ven en la cola de un supermercado o en el transporte público y que, equivocadamente, destacan entre la multitud. Es como decirle a la gente que el vino bueno y el de tetrabrick saben igual, por mucho que, probándolo, nadie encuentre que saben igual, por ponerles el primer símil que se me ha ocurrido.

No sólo hay personas más guapas que otras, y personas más guapas que sí mismas en circunstancias y tiempos distintos, sino también personas más amables, más inteligentes, más encantadoras, más graciosas y más interesantes que otras. Precisamente por toda esta competencia y comparación, uno puede ser uno mismo, y no algo a medio camino entre todos los demás. Que alguien sea más o mejor que tú (guapo, sexy, inteligente, escritor, cantante) no te degrada o despoja de ningún derecho o dignidad. Decir que todos somos igual de guapos, sí.

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Alberto Olmos

Alberto Olmos (Segovia, 1975) es escritor y columnista. Ha publicado nueve novelas, entre las que destacan Trenes hacia Tokio (2006), Alabanza (2014) o Irene y el aire (2020). Su primer libro de relatos se tituló Guardar las formas (2016), y su primer ensayo, Vidas baratas: elogio de lo cutre (2021). Es premio Ojo Crítico RNE de Narrativa (2009) y I Premio David Gistau de Periodismo (2020). Escribió y locutó el podcast sobre literatura Todo está en los libros (2022). Vive en Madrid.

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