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Pérez Henares: "El pueblo español necesita reencontrarse consigo mismo"
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Pérez Henares: «El pueblo español necesita reencontrarse consigo mismo»

El periodista y escritor acaba de publicar La canción del bisonte, un relato de la primera gran guerra de la humanidad. Antonio Pérez Henares, Chani, no pinta bisontes de milagro. Las paredes del despacho de su casa son un santuario prehistórico. El despacho es coqueto, no es grande, pero da la sensación de caber toda...

El periodista y escritor acaba de publicar La canción del bisonte, un relato de la primera gran guerra de la humanidad.

Antonio Pérez Henares, Chani, no pinta bisontes de milagro. Las paredes del despacho de su casa son un santuario prehistórico. El despacho es coqueto, no es grande, pero da la sensación de caber toda una vida. La mirada de Chani también es coqueta. La va posando con disimulo en todos los trofeos que adornan la estancia, como para indicar por cuáles debes preguntar especialmente. Hay puntas de lanzas cavernarias, propulsores y otras pertenencias compradas, o cambiadas en trueque de sus peripecias por el mundo. Hay también una mandíbula de tiburón pescado en Panamá. Y un ‘gri-gri’ del Chad, que es un escapulario a la africana. “Si eso lo llevas al cuello, no te da la bala”, explica Chani. “Me dijo mi guía: Y si te da es que el «gri-gri» no era bueno”, zanja entre risas. Hay un sombrero que fue portada de un libro y el retrato de un perro que ganó en una partida de mus a altas horas de la madrugada… El perro Lord. Antonio se rodea del misterio de un tiempo periodístico y unas historias que los jóvenes del oficio no sabemos si son verídicas o literatura.

Chani es un habitual de las tertulias televisivas, director de publicaciones del grupo Promecal. “Yo siempre he estado entre el periodismo y la literatura. Y muchas veces he tenido la tentación de dedicarme sólo a la literatura. Arturo Pérez-Reverte suele decirme alguna vez: ‘Déjalo de una vez’, y tal. Pero Manu Leguineche decía que me dio un ataque de responsabilidad porque me hicieron jefe… Y yo creo que me jodieron bastante”, bromea el escritor.

Compaginando esa labor periodística y narrativa ha publicado recientemente La canción del bisonte (Ediciones Plan B). Un relato complejo y bien construido de los tiempos donde la historia no se escribía, se vivía y se pintaba. O mejor dicho, se sobrevivía. Un texto que elogia incluso el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga.
 

P: ¿Sus orígenes en el periodismo se remontan a ‘Pueblo’ Guadalajara?

R: Yo llego a Madrid en el año 70. Me había ido dos años a la vendimia a Francia para lograr pagarme los estudios. Era un militante del PC muy joven y escribía desde los diecisiete años en Pueblo Guadalajara. Después entré a Pueblo en Madrid. 

P: Aquella redacción que dirigía Emilio Romero, poblada por personajes e historias mitológicas.

R: La redacción de Pueblo era una verdadera escuela de periodistas. Un periodismo canalla, pero muy honrado. Ahora creo que la profesión se está degradando y la basura lo tiene invadido todo. Yo entré cuando estaba Emilio Romero en su última época. Y allí estaba todo el mundo. Raúl del Pozo, Cebrián, «Butano» —José María García—, Navalón… Estaba también Tico Medina, Julia Navarro. Y los grandes corresponsales, claro. Prácticamente por allí pasaba todo Cristo. El otro que era más joven pero que ya estaba allí era Arturo. Él ya tenía un status. Joven, pero ya había entrado de pleno en el mundo de los corresponsales.

"Pueblo era la gran escuela de periodismo de la época"

Pueblo era la gran escuela de periodismo de la época. Un día nos juntamos, para mayor gloria de Emilio Romero, y resultaba que muchos de los que estábamos allí, muchísimos en realidad, habíamos acabado dirigiendo medios.

Cuando llegué a Madrid hice Políticas y me encontré un día con Emilio Romero por allí en la facultad; le dije que iba a hacer periodismo y me dijo: “¿Qué hace usted aquí? Anda, váyase usted al periódico y déjese de bobadas.” Al final me convalidaron con Políticas y me dieron el título, aunque nunca me ha preocupado eso de los títulos.

Por eso, con la coña, yo siempre digo que mis maestros fueron Miguel de la Quadra Salcedo, que me enseñó a ser Perito en Selvas; Manu Leguineche me enseñó humanidades y Raúl del Pozo, noche.

P: ¿Mucha noche?

R: No, yo en la noche de Madrid no tengo mucha mili. Sólo lo que me enseñaban estos. Raúl del Pozo… Paco Rabal, que era un peligro. Luego a las historias hay que ponerles literatura. Yo sólo entraba cuando me dejaban, porque yo era muy joven. En Bocaccio sólo me dejaban entrar cuando estaban ellos. Y todos, en verdad, estábamos siempre bastante tiesos. Al principio teníamos como fiador al «Pata» que era el dueño de una taberna junto a Pueblo. A mitad de mes ya no nos quedaba dinero, pero siempre nos ponía otro güisqui y cuando llegaba la nómina él estaba el primero para cobrar. Ya por entonces habíamos cambiado de banquero, pasamos del «Pata» al cerillero del Gijón. Alfonso era quien nos fiaba entonces. A mí para mis cosas, a otros para jugárselo al póker. Era otro mundo, ni mejor ni peor, estupendo.

P: ¿Qué opina sobre cómo se trata la Cultura y en concreto la literatura en periódicos de hoy?

R: El éxito de Zenda es que ha decretado la libertad y ha decretado el fin de ese territorio de cuadras y estábulos. Antes era bien sabido que si estabas en un sitio, los otros odio, muerte a los romanos… Y Zenda ha roto con eso, gente de las diferentes cuadras, que en ese territorio hablan con absoluta libertad. Se habla de libros y de ideas. Un intangible que cada vez es más tangible, porque cada vez escucho a más gente hablar de ello.

P: ¿Y este éxito viene en parte por el formato digital? ¿Es el futuro?

R: ¿Hacia dónde saldrá lo digital, me preguntas? Yo me sigo preguntando si tendremos periódicos digitales alguna vez dignos de ese nombre, de llamarse medios de comunicación. Alguno empieza a haber y es potente, otros son chiringuitos. Pero eso ya es cuestión de los que vienen. Yo me voy a dedicar mucho más a la literatura. Ahora sí.

P: Hay en su obra una importancia superlativa del paisaje. Del paisaje como personaje central. Me recuerda a Delibes.

R: Uno mejores piropos que me han echado fue precisamente uno de Ignacio Camacho, cuando de mi libro La tierra de Alvar Fáñez dijo que el verdadero protagonista de la novela era el paisaje de Castilla. Delibes es mi gran maestro en muchas cosas.

"El paisaje para mí es un personaje trascendental y eso se nota en mis novelas"

P: ¿También literariamente?

R: Sí. Siempre me ha parecido una injusticia que Delibes no tenga el Nobel y Cela sí. Sobre lo que decías del paisaje, yo soy un escritor muy emocional. Necesito para escribir emoción. Y si no, no va bien. El paisaje para mí es un personaje trascendental y eso se nota en mis novelas. Luego está eso de los que dicen que escribo novelas de aventuras, como si eso fuera un desdoro. Vamos a ver… ¿Qué novelas quedan al final? Jack London, Stevenson… Uno de los días más felices de mi vida es cuando llegué a la casa que tenía Stevenson en Samoa y tenía sólo diez libros allí. Uno era El Quijote. En su tumba está escrito en polinesio: «Hola y adiós, contador de historias». Yo escribo fundamentalmente lo que me gusta leer.

P: Aunque su novela tiene por tiempo la prehistoria, ha promovido y fundado junto a otros escritores una asociación —casi un gremio— de escritores de novela histórica.

R: Empecé a moverlo. Conté rápidamente con el apoyo de compañeros importantes. Yo le daba vueltas desde hace tiempo y me daba cuenta de que había un déficit de conocimiento de la historia de España, que ahondaba en un déficit patriótico. Yo lo digo con toda claridad. Y ese déficit nos estaba haciendo polvo en todos los sentidos. Hasta para vender vino y aceite. Pero sobre todo, no podía entender cómo un pueblo con la historia más extensa de la Tierra, porque como gran gigante ha dado grandes luces y también da grandes sombras, parece que tenía que vivir avergonzado de su historia.

"Estaba viendo que la novela histórica vivía un auge tremendo. Y lo tuve claro: esto es porque el pueblo español necesita reencontrarse consigo mismo"

En una ocasión escribí: Desde Viriato, todos fachas… Fachas desde Viriato y un poco antes incluso. Esto es muy ridículo. Y eso me daba vueltas y vueltas. Pero al mismo tiempo estaba viendo que la novela histórica vivía un auge tremendo. Y lo tuve claro: esto es porque el pueblo español necesita reencontrarse consigo mismo. Es una manera de expresar su rechazo a que le cuenten su propio pasado como una caricatura vergonzosa. Y esto no es un fenómeno pasajero, sino un fenómeno creciente y emergente. Eso sí, la historia que no sea una especie de pecado original, pero tampoco, claro, las glorias imperiales que tuvimos que aprender con el franquismo.

P: ¿Y con qué miembros cuenta ya?

R: Cuenta con unos cuantos escritores ya y otros pendientes de sumarse. Juan Eslava Galán, Santiago Posteguillo, Javier Sierra, Almudena de Arteaga, Isabel San Sebastián, María Vila, José Luis Corral o Calvo Poyato entre otros. Y luego se han sumado otros como Álvaro Arbina, Jesús Maeso, Emilio Lara o Carmen Posadas.  

P: ¿Cuál es el objetivo exactamente de este grupo?

R: Difundir a los escritores de novela histórica y su trabajo. Fundamentalmente, se trata de que la novela, y si se diera el cine y la tele también sería fantástico, vayan al rescate de la historia de España. Series como Isabel lo demuestran: en cuanto se hace algo digno o interesante, funciona. La gente está cansada de que le digan que ser español es como una mancha. Estamos organizando cursos, como el de Cuenca romana y medieval, hay planes editoriales, etc.

"Mi abuelo Valentín era el narrador más fabuloso que yo he conocido. Él me contaba esos romances y leyendas"

P: En toda su obra se nota una pasión por narrar.

R: Yo aprendí a narrar de mi abuelo. Yo estudié con beca. Estudiaba en los Jesuitas y si aprobaba todo me compraban un libro. Un día me compré el libro de Flor nueva de romances viejos, de Menéndez Pidal. Mi abuelo Valentín era el narrador más fabuloso que yo he conocido. Él me contaba esos romances y leyendas. Conservo aquí una copia manuscrita del Romance de loba parda escrito de cabeza por mi abuelo, con faltas de ortografía, claro. Oveja con «h» y con «b»… Mi abuelo había nacido en 1878 y tenía como gran honor saber leer y escribir. Yo años después me dije: «Si no escribes bien el castellano es para matarte». Creo que en mi narrativa están esos cuentos de mi abuelo al lado del fuego. De eso también tiene esta última novela.

P: Pasa de la historia medieval a la prehistoria en esta ocasión.

R: La de la prehistoria es para mí una fascinación absoluta. El mundo del Paleolítico a mí me ha fascinado desde que tenía cinco años y aprendí a leer. A leer y a soñar. Reconozco que me cuesta menos conseguir la información gracias a amigos de la talla de Arsuaga, Bermúdez, etc. Los que son ahora la gente más importante del mundo en paleoantropología empezaron aquí en España con veintitantos años y un bocata. Y creo que todavía les vale con un bocata… Pero en realidad para mí lo más importante en esta novela es si he sido capaz de construir personajes. 

P: ¿A partir de ahora se dedicará más a la literatura entonces que al periodismo?

R: Manu Leguineche decía que en verdad el periodismo y la literatura son dos brazos del mismo río. Pero yo voy a empezar a echar más agua a este. Siempre lo he querido. Voy a hacer caso a amigos como Arturo Pérez-Reverte y a Javier Sierra. Yo llevo cincuenta y tres años cotizando, que luego se me han quedado en cuarenta y cinco, porque en Pueblo me pagaban y hasta me dieron un finiquito, pero no me dieron nunca de alta… Era el periódico de los sindicatos verticales, ya se sabe.

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Guillermo Garabito

Escribo porque peor sería tener que trabajar. Un día le transcribí una columna a mi abuelo y desde entonces ya no he querido hacer otra cosa. Articulista de ABC, El Español y Zenda. @GuilleGarabito · mypublicinbox.com/guillermogarabito

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