Foto de portada: Jose Girl
Cruce de mensajes al filo de la madrugada entre Los Ángeles, Estambul, Berlín y Madrid. Enrique Bunbury (Zaragoza, 1967) firmará en la capital española ejemplares del diario-poemario MicroDosis (Editorial Cántico, 2023), su segundo volumen literario tras el poemario Exilio Topanga (La Bella Varsovia, 2021). Es la primera aparición pública que el artista hace desde que anunciara su retiro de los escenarios el año pasado.
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—¿Todo lo que hacemos es producto de nuestra sensibilidad?
—Bueno, «todo» es una generalidad, y como toda generalidad, falsa. Hay cosas de las que hacemos cotidianamente que surgen de la razón o incluso de la inercia y que no hacemos sintiéndolas mucho. Si nos referimos al origen y motor de la creatividad, quizás sí que podamos generalizar, porque la obra artística sólo tiene interés si parte de un sentimiento profundo y expresa una forma personal de ver el mundo y refleja a su vez tu mundo interior.
—¿Cuándo empezaste este libro?
—En invierno de 2021-22.
—¿MicroDosis resulta ser más bien una reflexión sobre el Arte y las musas que una apología de la psilocibina? Paso a citar el siguiente extracto como ejemplo: «Y, ¿quién otorga a la pastilla negra bautizada Musa, / la capacidad para distinguir y decidir el que posee un grado extra de talento para inclinarse en una u otra dirección?».
—Efectivamente, así lo veo yo. Creo que el poemario es más una reflexión sobre el Arte y las motivaciones del creador. La búsqueda constante de esa conexión con la Fuente de la que surgen las ideas y la belleza. En el poema del que extraes esos versos hago referencia a un capítulo de American Horror Story en el que una pastilla le otorga, al verdaderamente dotado, un aumento exponencial de su talento, hasta alcanzar la genialidad. Sin embargo, al que no tiene las cualidades básicas suficientes, le condena a una vida zombie. Es una premisa aterradora que pone en duda cuántos de nosotros nos atreveríamos a tomar la decisión de arriesgarlo todo por alcanzar la gloria.
—En 2016, los investigadores de Johns Hopkins Medicine descubrieron que el tratamiento con psilocibina reducía la depresión en las personas con un diagnóstico de cáncer potencialmente mortal. ¿Ha sido la microdosis una macroayuda?
—Conozco los datos, pero no soy un experto en el tema. Ignoro si los experimentos de los distintos laboratorios han prosperado o no. Conozco mi caso, que no parte de la depresión, ni de la experimentación científica, sino de la vida artística y de la poesía de la experiencia.
—«Si me está torturando una muela empleo un analgésico hasta acudir al dentista, y si él extrae la pieza en cuestión no emplea ese analgésico sino otro muy distinto, que se denomina anestésico local, pues el dolor que provoca la infección no es comparable al que provoca la extracción», escribía sobre los dentistas Antonio Escohotado en Aprendiendo de las drogas. En MicroDosis leo una historia similar en Óxido-Nitroso.
—En realidad, independientemente de mi admiración hacia el maestro Escohotado y su obra, el poema Óxido-Nitroso parte de una circunstancia personal y totalmente ajena. Sólo sé que hay anestesias que se utilizan en las diferentes ramas de la medicina que son muy golosas. Pero es como preguntarle a un oso hormiguero si le gustan las hormigas.
—Entiendo que hay pasajes escritos bajo los efectos de la psilocibina, ¿pero también textos para una canción, publicada en alguno de tus últimos álbumes, siendo el último Greta Garbo?
—Tiendo a ser muy disciplinado en mi trabajo creativo. Cuando escribo un libro no estoy compaginándolo con mi labor como compositor de canciones. Mi estructura básica anual es que el invierno es para la poesía, la primavera y el otoño para la música, y el verano para la pintura. Aunque si estoy desarrollando un proyecto que, por la razón que sea, se me atasca, puedo extenderme alguna semana más de la cuenta.
—En Ensayo detenido hay un trazo de reflexión acerca de la competencia de la psilocibina en tu crisis mecánica: «Si la psilocibina tuvo competencia / en mi crisis mecánica, / debo tomar la decisión / y apartarla, al menos eventualmente». ¿Cómo se siente uno teniendo la percepción de que fracasa en el éxito?
—No tengo problemas en aceptar la crisis temporal. Normalmente, en un proceso largo de creación, es normal que haya atascos y faltas de confianza. Sé que ningún bloqueo es importante, porque siempre se sale de ellos. Normalmente, trabajando e insistiendo. Nada que un par de días de descanso no puedan solucionar.
—«¿Cómo un compuesto químico es capaz de tomar / esta decisión tan fascinante?», te preguntas en MicroDosis. ¿Has encontrado respuesta?
—Creo que todo lo que amplifican los enteógenos existe previamente en ti mismo. No soy muy de química. Creo que el ser humano intenta imitar la naturaleza con éxitos aceptables, pero nunca la supera. La farmacopea es como Atila, que por donde pasa no vuelve a crecer la hierba. En cambio, las plantitas son buenos compañeros biológicos a nuestra disposición, de los que aprender, entrar y salir.
—¿Una inteligencia artificial es capaz de tomar decisiones también fascinantes?
—No nos pongamos tan estupendos con la inteligencia artificial. Si el ser humano dedicara la mitad del tiempo que utiliza para el perfeccionamiento de las máquinas, en su propia superación, haríamos maravillas con nuestra capacidad neuronal.
—¿Crees que se respetará la ley de la robótica de Isaac Asimov?
—Ay, no tengo ni idea, pero confío en las instituciones supranacionales y sus súbditos de los distintos gobiernos menos que en los coyotes de Topanga para cuidar de mis gatos.
—Haces especial mención de la ciencia ficción en la historia del pobre Carlangas…
—No te creas. En los poemas que conforman Multiverso lo que se plantea básicamente es la posibilidad de que otros mundos habiten también en éste. Es algo que la física cuántica acepta sin problemas y yo no soy quién para contradecirles. Además, los fenómenos que llamamos tibiamente «paranormales» son más habituales de lo que nos creemos y, desde luego, mucho más hermosos que la vida estrictamente tridimensional.
—En la actualidad, con ChatGPT, los deep fakes, las inteligencias artificiales… hablan como nosotros, escriben por nosotros. ¿También piensan por nosotros?
—No sé muy bien qué puede hacer el ChatGPT. Supongo que podría ser una buena herramienta para presentarse a un examen o un trabajo de la universidad. Si lo hubiera pillado en mis días de estudiante…
—¿Y cantarán como nosotros?
—Depende de a qué nosotros te refieras. ¡Algunos cantan como ratas peludas! También es cierto que los hay que afinan muy bien y se presentan a concursos de esos de la televisión. Pero, para transmitir y comunicar, necesitas algo más, que no sé lo que es y es lo único que importa.
—Cita Vicente Gallego en el prólogo de MicroDosis: «¿Será al final, / esa gente, / más idiota aún / que nosotros mismos?». ¿Estamos condenados a entendernos?
—Creo que para entendernos no hace falta mucho. Abogo por el diálogo y las conversaciones abiertas sobre cualquier tópico y sin censura. Principalmente en torno a todo tema controvertido que la narrativa oficial se obstina por zanjar con el insulto y con descalificaciones. Tenemos que aprender a aceptar que existen distintos puntos de vista y que, quizás, en el punto de vista contrario, también hay partes de verdad o de interés. Y, sobre todo, que en la calle las personas no somos como los partidos políticos, no tenemos clientela y nuestro único propósito real es la convivencia.
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