A las nuevas generaciones les cuesta creer que hubo una época, mucho más cercana de lo que parece, en el que el deporte nacional no era el fútbol, sino el boxeo. Ocurrió durante el tardofranquismo, cuando la dictadura ya agonizaba y el pueblo ansiaba héroes que no vistieran de uniforme. En aquel tiempo, un solo puñetazo podía hacer que todo el país se retorciera de dolor.
Hubo muchos púgiles que alcanzaron la gloria en aquel entonces. Los nombres más populares fueron, sin lugar a dudas, Pedro Carrasco, Perico Fernández y José Manuel Urtain. Cada uno de ellos corrió una suerte distinta, pero no cabe duda de que fue el último de los tres mencionados el que tuvo una vida más trágica. Tan trágica que acabó en suicidio.
El periodista Felipe de Luis Manero acaba de publicar Urtain Retrato de una época (Pepitas), una crónica con tintes biográficos que repasa la historia del vasco que dejó de levantar piedras para repartir hostias como panes y que, poquísimo tiempo después de alcanzar la gloria, se estampó contra el alcohol, la soledad y los adoquines que había bajo la ventana.
Felipe de Luis Manero mantuvo una conversación con Álvaro Colomer en el marco de los “Diálogos online” que la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña / Associació Col·legial d’Escriptors de Catalunya) realiza con el apoyo de CEDRO.
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