El estafador que vendió en los años 80 un terreno en primera línea de costa en Benidorm sin que fuera suyo es el protagonista de la novela El holandés, de la valenciana Elisa Ferrer, que considera que «la historia de Benidorm no se ha contado tanto».
La autora ha explicado en una entrevista con Efe que Rafael, que también se hizo llamar Honorato, Miguel Ángel, José Luis, y que era dueño de un pequeño bar y gerente de una discoteca, pudo engañar a unos inversores vascos, a los que sacó 400 millones de pesetas, porque «entonces nada era digital, hoy sería imposible esta estafa». Para la autora, que incluye la estafa en el libro, «lo más interesante ha sido conocer a este señor, estar mucho tiempo con él y luego convertirlo en un personaje, porque el libro, más que un thriller, es una novela de personaje», si bien admite que se puede leer «como un balance entre la ficción y la no ficción, entre un personaje real y la narradora que explica su historia desde la ficción».
Precisamente, encontrar la voz adecuada fue un reto para Ferrer, y tras muchas probaturas encontró la perspectiva de Alba, con la que se sentía «cómoda» y con la que comparte el hecho de ser guionista de series, de enfrentarse en paralelo a la historia e incluso de viajar a Utrecht (Países Bajos), para investigar en el lugar donde escapó. «En Utrecht había gente que se acordaba de él. Era y sigue siendo un personaje encantador, que se hacia querer a pesar de no hablar ningún idioma», relata Ferrer en algunos de los escenarios de Benidorm por los que discurre la historia.
Cree Ferrer que «la historia de Rafael no se puede entender sin el contexto de Benidorm, donde suceden historias inverosímiles, una ciudad que «fue una construcción de identidad de Pedro Zaragoza, que fue su alcalde entre 1950 y 1967, y que pensó que aquel pequeño pueblo de pescadores de la posguerra podía convertirse en un foco turístico gracias a su clima y sus playas». Se cuenta en Benidorm que Zaragoza, para vender su plan de urbanismo, colocó una cajetilla de tabaco horizontal encima de la mesa y dijo, así caben estas casas, pero si la ponemos en vertical, cabrán muchas más, «y fue así como vendió la etiqueta de sostenible» en una época en la que nadie se planteaba eso.
Zaragoza fue también, añade Ferrer, un precursor del marketing turístico: «Se trajo a una familia de lapones vestidos con sus atuendos folclóricos y los paseó por Benidorm y salieron en el Nodo; o colocaba ramas de azahar en los escaparates de Noruega y Suecia para atraer a los turistas para disfrutar del sol». En su novela también se hace eco de otra de las leyendas que circulan por Benidorm, según la cual Zaragoza se plantó en El Pardo para convencer a Franco de que diera permiso para que las mujeres extranjeras pudieran ir con bikini, «algo que no se ha podido documentar».
A Ferrer le interesaba «el arco que discurre en el personaje entre el traficante de poca monta que acaba pegando el palo de su vida y encabezando una banda buscada por la Interpol, que se explica, en parte, por ese contexto de Benidorm». Remarca la escritora que «al final el libro es una novela y cuando se recuerda algo después de tanto tiempo el resultado es una reconstrucción, casi una no ficción ficción». Aunque Ferrer trabajó en el Departamento de Ficción de RTVE, de momento, dice, no ha recibido ninguna oferta para convertir la novela en serie o película, pero ella misma cree que es «muy cinematográfica».
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