El paso del tiempo agrieta las pinturas, desarma las esculturas, descuelga los frontispicios de los templos. Pero, si hay quien lamenta este deterioro de las obras de arte, también hay quien asume que esa degradación, lejos de mutilar las piezas originales, les añade complementos. El tiempo es un artista que trabaja sobre la obra de otro artista, es un maestro que añade valor histórico a lo que antes solo lo tenía estético, es un virtuoso que corrige lo que alguien dejó a medias.
Francesc Cornadó acaba de publicar un ensayo, Arte deteriorado (SD-Edicions), en el que reflexiona sobre la importancia de la mutilación de las obras a lo largo de los siglos: el Torso de Apolo Arcaico, la Venus de Milo, la Santa Croce de Cimabue… El cincel del tiempo modificó estas obras y, en cierta manera, las perfeccionó hasta tal punto que hoy rechazaríamos verlas completas. Incluso la (mala) restauración del Ecceo Homo de Borja contiene más significado, nos dice más sobre nuestra época, que su original.
Francesc Cornadó mantuvo una conversación con Álvaro Colomer en el marco de los “Diálogos online” que la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña / Associació Col·legial d’Escriptors de Catalunya) realiza con el apoyo de CEDRO.
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