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El sueño de Enrique Vila-Matas: Una reseña de 'Too late', de Mario Aznar - Zenda
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El sueño de Enrique Vila-Matas: Una reseña de ‘Too late’, de Mario Aznar

En la novela se trenzan dos estilos. El primero, que es el de las primeras frases, se halla asociado a la historia marco, y es la voz de un joven filólogo que vive en el Nápoles modestamente distópico, en el que “el gotelé convive con la inteligencia artificial”, del año 2068. Es un estilo rápido,...

Hay un meme en el que aparece la imagen de un lobo que piensa: “Mira, unos hombres primitivos alrededor de una hoguera, me acercaré a ellos, ¿qué podría salir mal?” Y a continuación sale una foto tomada “10.000 años después”, en la que se ve a un caniche cubierto de lacitos rosas. El caso de la novela Too late, de Mario Aznar, es exactamente el contrario. Pues cuando una novela se presenta como la ficcionalización (o whatever) de una entrevista que un estudiante de doctorado le hizo al escritor sobre el que versaba su tesis, lo primero que uno piensa es: “¿qué podría salir bien?” Porque lo que uno se espera es a un caniche académico (o académicamente castrado) hablando con un lustroso collie aureolado con los lacitos rosas de la teoría y la veneración. Pero lo que uno se encuentra es un texto que empieza diciendo: “Hay pocas sensaciones tan intensas como darle una patada a una mierda pensando que está seca”. Y continúa: “19 de septiembre, san Gennaro. La sangre del santo no se licua y todo empieza”. Y prosigue con el alegre descaro que sólo tienen muchos borrachos, algunos locos y uno o dos autoræs jóvenes cada muchos años. Pues, como decía Hamlet,conscience does make cowards of us all”.

En la novela se trenzan dos estilos. El primero, que es el de las primeras frases, se halla asociado a la historia marco, y es la voz de un joven filólogo que vive en el Nápoles modestamente distópico, en el que “el gotelé convive con la inteligencia artificial”, del año 2068. Es un estilo rápido, gamberro, lleno de imágenes sorprendentes, autoirónico, de corte narrativo y ambiental. El segundo, que introduce la entrevista que el autor y Vila-Matas mantuvieron (y que reproduce verbatim las felices respuestas del segundo, y amplía generosamente las brillantes preguntas del primero), es más elegante, culto y libresco, y se centra más en desarrollar ideas y lecturas, que en narrar sucesos o crear ambientes. Sé que acabo de decir una tontería, porque pensar y leer son sucesos de lo más intensos que suponen ambientes de lo más estimulantes. Por eso lo mejor será poner algunos ejemplos.

"Esta parte también incluye microensayos jugosos, como el que reflexiona sobre cómo algunas personas viven en gerundio, otras en participio, otras en subjuntivo y luego están los que viven en infinitivo"

En la historia marco, nos encontramos con que al protagonista, que ha dejado de fumar, pero aún lleva un mechero en el bolsillo, le gusta visitar casas en venta, por el mero placer de sentir las posibilidades de la vida, cuando recorre aquellos “apartamentos vacíos, con su silencio encerado como el mármol y su distancia virgiliana a mis espaldas”. En cierto momento se sienta en un banco, “que es por definición un mueble, algo móvil”, y le invade “una extraña sensación de tristeza al ver los tornillos que lo fijaban al suelo”. Luego habla del pudritorium de la iglesia de san Severo al Pendino, donde ponían a los cuerpos de los religiosos fallecidos sentados en una especie de retrete, para que evacuasen sus últimos fluidos, a modo de memento mori; y cuenta la historia que Jim Thompson incluye en 1280 almas sobre cómo los perros empezaron a olisquearse el culo. Uno de los capítulos se cierra con un diálogo de antología: “—Nápoles es como Nueva York, pero sin serlo”. “—Entonces es Nueva Jersey”. Luego se dice que “era como si fuera a anochecer y a amanecer al mismo tiempo”; y que “no faltan las dudas, pero tampoco las evidencias”. Y se presenta a un personaje diciendo que “sus padres habían administrado una granja en las tierras de Aghada, al sur de la isla, donde las zarzamoras invaden la carretera y hay muchas más vacas que personas”. Esta parte también incluye microensayos jugosos, como el que reflexiona sobre cómo algunas personas viven en gerundio (“sabiendo y sufriendo a cada momento lo que hacen”), otras en participio (donde “todo está cerrado”), otras en subjuntivo (“la indecisión y la posibilidad incategorizable”) y luego están los que viven en infinitivo (“y no son nunca conscientes de que lo hacen, porque sencillamente lo hacen: comer, mentir, morir”).

En la otra parte, o estilo, que amplía la entrevista o conversación entre el autor y Vila-Matas, se incluyen reflexiones sobre las relaciones entre la crítica y la creación, y se postula la existencia de un género literario como el de la “ficción crítica”, que el autor ya había teorizado en su tesis doctoral (la real). Se juega con la idea de que, si se considera que una pintura rupestre que representa la caza del bisonte fue realizada después de la caza, entonces es un registro histórico, mientras que si se considera que fue realizada antes, entonces es una ficción. Se cuenta que Barbey d’Aurevilly, autor de un libro sabiamente titulado Aunque no entendamos nada, tenía la costumbre de estampar al final de sus cartas un sello que decía: “too late”; se aventura, en un giro borgeano, que Vila-Matas, contaminado quizá por sus propias teorías, está desapareciendo; se desarrolla —a pie de página—, una interesante filosofía del negativo; se hace un elogio del malentendido y la sobreinterpretación; se evoca a Tom McCarthy, según el cual la novela es la reflexión en torno a su incapacidad para representar la realidad, y que esa incapacidad es precisamente la que la hace interesante; y se eleva, al modo del género helenístico y renacentista de las adoxografías, un canto al estiércol, partiendo de la vieja canción de Fabrizio De André: “Dai diamanti non nasce niente, dal letame nascono i fior”.

"La novela tiene algo del sueño de la mariposa de Chuang-Tzu, pues parece Vila-Matas soñando que es Jim Thompson, ignorando, al despertar, si es Jim Thompson soñando que es Vila-Matas"

Aunque ocupen una parte cuantitativamente menor de la novela, las respuestas de Vila-Matas son gloriosas, y representan, como habría debido serlo el De la servidumbre voluntaria de La Boétie respecto de los Ensayos de Montaigne, el epicentro de esta novela. El tesoro que guarda el sileno. En ellas, Vila-Matas cuenta que de joven vio tocar a Miles Davis en Barcelona y que, al ver que actuaba de espaldas al público, decidió que él también escribiría su primera novela prescindiendo de los lectores; luego comenta aquel verso memorable de Roberto Juarroz, que incluyó en Bartleby y compañía, y que dice que “en el centro del vacío hay otra fiesta”, sugiriendo que “igual que el marco de una fotografía sirve para destacar la imagen, la proximidad del vacío puede servir de estímulo a los músicos que animan la fiesta”; para luego hacer un elogio de la crisis, en el que afirma que “la literatura solo aparece allí donde precisamente se oculta y desaparece, quizás porque no existe un estado más creativo que el estado crítico”. En otro momento, Vila-Matas recuerda que Paco Monge le escribió en la portadilla de su ejemplar de Detalles de un crepúsculo, de Nabokov, la siguiente dedicatoria: “A Enrique, que lo quiero más por lo que se atreve a dejar de ser, que por lo que sabe que puede ser”; frase que relacionará con la convicción de Ricardo Piglia de que la buena literatura es “aquella que sabe lo que no quiere ser”, ya que “el buen escritor no sabe qué diablos es lo que escribe, pero puede controlar lo que no quiere escribir o la clase de narrador que no quiere ser…” Y podría seguir, como Bouvard y Pécuchet, por el mero placer de copiar y resumir, quizás de incorporar, tantas ideas felices.

En fin, los dos estilos, que son también dos imaginarios, se trenzan a la perfección en una novela que tiene algo del sueño de la mariposa de Chuang-Tzu, pues parece Vila-Matas soñando que es Jim Thompson, ignorando, al despertar, si es Jim Thompson soñando que es Vila-Matas. Porque no es necesario escoger, cuando podemos tener ambas: las armas y las letras, la acción y la teoría, la narración y el ensayo. Lo que realmente importa es que, más allá de lo que Robert Musil llamó, según nos informa el mismo Vila-Matas, “la náusea de relatar”, y más acá de la lipotimia académica, Mario Aznar ha sabido Perder teorías (que además de ser un título debería ser un mandamiento) y explotar bellamente, como un Challenger literario.

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Autor: Mario Aznar. Título: Too Late. Editorial: La Navaja Suiza. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Bernat Castany Prado

Bernat Castany Prado es licenciado con premio extraordinario en Filosofía y en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Se doctoró en Filología Hispánica con la tesis "El escepticismo en la obra de Jorge Luis Borges" (Universidad de Barcelona) y en Estudios Culturales con la tesis "Literatura posnacional en Hispanoamérica" (Georgetown University). Ha publicado los libros Literatura posnacional (Editum, 2007) y Que nada se sabe. El escepticismo en la obra de Jorge Luis Borges (América Sin Nombre, 2012). Es coautor de una Antología crítica de la poesía modernista hispanoamericana (Alianza, 2009) y de la edición de la Historia de los indios de la Nueva España de Motolinía (RAE, 2014). Actualmente es profesor de Literatura Hispanoamericana y Estudios Literarios en la Universidad de Barcelona.

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