En el siglo XIX, China era un gigante que vivía anclado a un sistema de vida basado en los principios filosóficos del confucianismo (ética social centrada en los seres humanos y sus relaciones), que hace hincapié en el respeto a sus antepasados y en sus tradiciones milenarias. Las ideas de Confucio servían de fundamento a la moral y a otros muchos aspectos por los que se regía la vida social, administrativa y política. Su economía estaba basada en la agricultura, la artesanía, la ciencia y en el comercio interior. Las naciones occidentales desconocían, por completo, lo que era y significaba la magnitud colosal de la China Imperial; por lo tanto, eran incapaces de entender que, por voluntad propia, fuese una nación aislada, que no aceptaba las innovaciones procedentes del mundo exterior, con una forma de vida muy alejada de los conceptos occidentales.
Rutherfurd sorprende al lector al describir, de manera minuciosa y con profusión de detalles, el conjunto de hechos históricos ocurridos entre los años 1839 y 1908. Acontecimientos que supusieron que en la China Imperial todo cambiase y nada volviera a ser igual, condicionando la historia del gigante mundial a que sin estos hechos no seríamos capaces de entender cómo se llegó a la China actual.
En ese tiempo, las naciones colonialistas occidentales, como el Reino Unido de Gran Bretaña, Francia, Rusia, Estados Unidos y algunos más, realizaron tal cantidad de actos delictivos contra China que bien podrían calificarse como “narco-naciones” o “naciones terroristas”. Todo comienza cuando el Emperador de China, a la vista de la adición y ruina que causaba en sus súbditos el consumo de opio, decidió prohibir el comercio, la venta y el consumo de la droga. Las potencias occidentales no aceptaron la decisión del Emperador y declararon la primera guerra del opio con el propósito de seguir con su negocio de tráfico de droga. Las naciones occidentales, cuando obtienen la victoria, deciden humillar al Emperador y al pueblo chino, exigiendo costosas compensaciones económicas por los gastos de guerra, además de obligar al gobierno chino a resarcir a los traficantes occidentales por el opio incautado y destruido por los funcionarios chinos. Amparados en esta victoria, los occidentales deciden iniciar un abuso sistemático y exigir cada vez más ventajas comerciales. Rutherfurd relata cómo se produce la segunda guerra del opio, cuyo desenlace resulta más lesivo y destructor aún para el Imperio. El autor va relatando, paso a paso, cómo los occidentales obligan al Emperador a aceptar sus condiciones, permitiendo la creación de colonias en donde no se aplicarán las leyes chinas. Describe cómo la creación de misiones cristianas dio origen a la rebelión de los taiping, que eran conversos liderados por un fanático que se creía hermano de Cristo, que formó un “ejército de dios” que se dedicó a arrasar las ciudades y territorios por donde discurrió la rebelión. Merece especial atención la descripción de la poco conocida rebelión de los bóxers, que significó otra derrota que tuvo graves consecuencias para el Emperador y el futuro del imperio. Con su comportamiento las naciones colonialistas occidentales llevaron una y otra vez la ruina a China, no permitiendo que se recuperase de las guerras, actitud que empuja al Imperio a la bancarrota y al pueblo a la pobreza.
El libro tiene una estructura muy atractiva, con unos personajes que en principio parecen destinados a contar historias independientes. Sin embargo, el lector va descubriendo que todos ellos forman un conjunto coral que da sentido a toda la obra, apoyándose unos a otros hasta conseguir realizar un relato de lo ocurrido durante ese siglo en China. Rutherfurd, con su conocido estilo detallado y minucioso, va describiendo a los diversos protagonistas. En principio utiliza un narrador omnisciente para describir, sin tapujos ni disimulos, a los miembros de la sociedad colonial inglesa en el Lejano Oriente, y cuáles son los motivos que los llevan a convertirse en aventureros sin escrúpulos en busca de fortuna. Utiliza a una campesina china, estrato social más numeroso, para detallar cómo es la vida y las relaciones en una familia que subsiste del fruto de su trabajo en el campo y que, cuando no son capaces de cubrir sus necesidades, deciden emigrar a Occidente para trabajar y sacar a su familia de la miseria. Analiza y explica cómo son en ese mundo rural las relaciones familiares y sociales. En paralelo explica cómo es la formación y la carrera de los llamados mandarines, que constituían el cuerpo de funcionarios públicos.
Tiene un protagonismo especial el eunuco llamado ‘Uña Lacada’, al que Rutherfurd le asigna la función de narrar y describir en primera persona lo que ve dentro de la Ciudad Prohibida, que es el conjunto palaciego, residencia oficial del Emperador y su corte, en donde trabajan miles de eunucos que se dedican a administrar el imperio y hacer cumplir la voluntad del emperador.
En resumen: la obra de Rutherfurd refleja muy bien la complejidad de los diversos aspectos de los estamentos sociales del Imperio, resolviendo todas las dificultades inherentes a la descripción de la China Imperial, de manera rigurosa y entretenida, dedicando especial atención, a través de los diversos personajes y situaciones, al conflicto cultural entre Occidente y el Lejano Oriente.
Invito al lector a disfrutar de un libro que le aportará una visión de conjunto única y apasionante de este periodo histórico de China conocido como “el siglo de la humillación nacional”.
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Autor: Edward Rutherfurd. Título: China. Traductora: Dolors Gallart. Editorial: Roca. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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