El Rothko de Mad Men, los gladiadores de Roma y la psiquiatra de Tony Soprano aparecen en la primera novela de Juan Torca. Reproduzco tres fragmentos de Las Cuatro Torres (Planeta, 2014) ahora que en Zenda hemos abierto una sección de Series y cine:
Torca compraba series americanas por temporadas. Las veía sentado en la cama; colocaba el portátil sobre una almohada, encima de los muslos. Aborrecía la televisión convencional, los anuncios, los programas de cotilleo. Iba por la cuarta de Los Soprano, la segunda de The Wire y acababa de comenzar Hermanos de sangre. Mafiosos, delincuentes, soldados. Terreno conocido. Le apetecía volver a ver Roma, desde el principio, pero esa noche puso directamente el capítulo 11. Al terminarlo, releyó esta entrada antigua del blog de Ramón Ribeyro.
AVE, ROMA
Penúltimo capítulo de Roma, en el AVE, la batería del ordenador quizá resista hasta Córdoba. Tito Pullo, un legionario que malvive en tiempos de paz, va a morir en el circo. Pero sin luchar, no le apetece enfrentarse a cuatro gladiadores. Sin embargo, los gladiadores, confiados —no les apetece matarlo sin pelear—, le pican, le irritan y despiertan a la bestia: insultan a su legión. Se equivocan. Tito Pullo reacciona, los liquida y acaba él solo con dos o tres oleadas más de gladiadores. La plebe que antes lo abucheaba ahora lo vitorea. Hoy ocurriría igual. Entonces aparece un gladiador monstruoso, con el que Tito Pullo, malherido, ya no puede combatir. Cuando el matarife va a darle el golpe de gracia, Lucio Voreno, compañero de fatigas de Tito Pullo, salta a la arena. No puede dejar morir a su amigo. Voreno lucha con el coloso y, aunque éste le hiere, logra batirlo. Quizá un burgués pusilánime como yo encierra, en alguna capa oculta pero latente, un soldado como aquellos legionarios, porque contemplo la escena con envidia; tal vez porque quisiera contar con un amigo como Lucio Voreno o Tito Pullo, o porque, cuando pinten bastos, me gustaría batirme, empuñar una espada, encarar la muerte y el dolor como uno de aquellos hombres.
Algunas respuestas las encontró en ese capítulo. A un amigo no se le deja tirado nunca. Ni siquiera cuando ha muerto.
Rothko y Mad MenLas socias de Mad Women no sólo habían copiado a Mad Men para bautizar a la empresa, sino también para diseñar el logo, negro y fucsia, y para decorar la oficina. Situada en la entreplanta de un edificio de López de Hoyos cercano al Auditorio, en la entrada habían colocado un cartel de la célebre serie televisiva y una placa con sus apellidos, Domecq, Pelluch & Rodríguez. Torca llamó a las nueve menos cinco. Abrió la puerta una secretaria desnutrida, en las antípodas de la pelirroja sensual y pechugona que aparecía en la serie. Se sentó en un sofá que parecía robado del plató. A las nueve en punto Adriana salió a recibirlo, lo besó en las mejillas y lo condujo a su despacho.
Mad Men le parecía a Torca una serie entretenida, aunque no la había subido a los altares de Los Soprano, The Wire, Roma, The Shield o Breaking Bad. Le sonaba que la reproducción de Mark Rothko que presidía el despacho de Adriana había aparecido en algún capítulo.
—Sí, es el mismo cuadro —le confirmó Adriana—. En la serie dicen que ha costado diez mil dólares. El original hoy valdrá millones.
La psiquiatra de Tony SopranoMató la tarde con Los Soprano. Estaba volviendo a ver la tercera temporada. Puso el cuarto capítulo, el de la violación a Jennifer Melfi, la psiquiatra. Le chocaba que la doctora resistiera la tentación de contárselo a Tony. Como Torca, el mafioso habría machacado al violador. A Juan le encantaba esa actriz. Jamás se le ocurriría visitar a una psiquiatra, pero ojalá pudiera confesarse con una mujer como ella. Esa tarde llegó hasta el séptimo episodio. La sufrida mujer de Tony, aconsejada por la doctora Melfi, acude a otro psiquiatra. Éste le aconseja que coja a los niños, se divorcie y rechace el dinero sucio de un criminal.
Torca no era tan íntegro.
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Título: Las Cuatro Torres. Editorial: Planeta. Año: 2014. Venta: todostuslibros · Amazon.
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