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El prisionero de la máscara (que nunca fue de hierro) - Ricard Ibáñez - Prisioneros de Zenda
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El prisionero de la máscara (que nunca fue de hierro)

Una docena de prisioneros de Zenda celebran la publicación de El prisionero de Zenda por Zenda Aventuras. Publicamos de manera simultánea artículos sobre prisiones reales o imaginarias, sobre prisioneros o sobre la novela de Anthony Hope. A continuación, reproducimos un texto de Ricard Ibáñez. La primera referencia escrita sobre el personaje la encontramos en una...

Una docena de prisioneros de Zenda celebran la publicación de El prisionero de Zenda por Zenda Aventuras. Publicamos de manera simultánea artículos sobre prisiones reales o imaginarias, sobre prisioneros o sobre la novela de Anthony Hope. A continuación, reproducimos un texto de Ricard Ibáñez.

Si se menciona “el hombre de la máscara de hierro”, posiblemente la gente lo relacione con el personaje que aparece en El vizconde de Bragelonne, la tercera parte de la trilogía de los mosqueteros, escrita por Alejandro Dumas (padre). En dicha novela se nos describe un misterioso prisionero encerrado en el más absoluto de los secretos en la Bastilla, con una máscara de hierro que le cubre el rostro y que nunca se puede quitar. La imaginación del escritor francés era muy grande pero, como en otras muchas ocasiones, se basó en hechos reales. En efecto, existió un prisionero enmascarado, cuya identidad se mantuvo (y aún se mantiene) en el anonimato.

La primera referencia escrita sobre el personaje la encontramos en una carta de la muy soberana cotilla Elisabeth Charlotte, Madame Princesa Palatina y segunda esposa de Philippe, Duque de Orleans y hermano menor de Luis XIV. En una carta fechada el 10 de octubre de 1711 escribe que ha tenido noticia de “un hombre que ha permanecido durante años encerrado en la Bastilla, donde murió enmascarado. Tenía a su lado siempre a dos mosqueteros con órdenes de matarle en el acto si trataba de quitarse la máscara. Comía y dormía enmascarado. Por lo demás, siempre fue bien tratado y bien alojado. Era muy devoto, aunque también le hacían comulgar enmascarado. Leía mucho y jamás pudo saberse quién era.

El principal difusor de la figura del misterioso enmascarado fue Voltaire, preso en la Bastilla durante 11 meses (desde mayo de 1717 hasta abril de 1718) por escribir una sátira sobre los supuestos amores incestuosos entre el duque de Orleans y su hija Luisa Isabel, duquesa de Berry (que bien pudiera ser, la señorita no tenía muchas manías a la hora de elegir a sus numerosos amantes. Era lo que hoy llamaríamos “una adicta al sexo”, vamos). Fuera como fuese y por lo que fuese, en su tiempo en prisión el joven Voltaire se dedica a estudiar literatura y a chismorrear con los presos. Y algunos le cuentan que en esa prisión, y hasta 1703, estuvo encerrado en el mayor de los secretos un misterioso preso “con el rostro cubierto con una máscara de terciopelo” (olvídense de la máscara de hierro, eso fue invención de Dumas para darle dramatismo al asunto). Según cuenta Voltaire que le contaron, “era un joven alto y hermoso, de buena obediencia y a quien no se le negaba nada de lo que pedía en la Bastilla y en otras prisiones. Se le daba la mejor cena y el alguacil se reunía raras veces con el personaje. Además, le agradaban los vestidos finos y los encajes y le gustaba tocar la guitarra. Habría sido alimentado por un sordomudo. Tenía prohibido el contacto con el personal de la prisión y debía tener puesta la máscara todo el tiempo”. Voltaire escribió sobre el personaje en dos ocasiones: en Le siècle de Louis XIV (crónica sobre el reinado del Rey Sol publicada en 1751) y en Questions sur l’Encyclopédie, escrito entre 1770 y 1774, y que es un compendio de sus opiniones personales sobre una variada gama de temas, desde religión hasta historia, pasando por arte y literatura.

"Los registros de la Bastilla, que se han conservado hasta nuestros días, reseñan a un misterioso prisionero que estuvo encerrado en ella hasta su muerte"

Lo cierto es que ninguno de los dos estaban errados. Los registros de la Bastilla, que se han conservado hasta nuestros días, reseñan a un misterioso prisionero que estuvo encerrado en ella hasta su muerte. Lo curioso no es tanto que estuviera prisionero en dicha cárcel sino que era el “reo personal” del gobernador de la misma, Benigne de Saint-Mars, que ya tenía a su cuidado al preso desde, por lo menos, 1680, cuando era gobernador penitenciario de la prisión de Pignerol (actualmente Pinerolo, Piamonte, Italia). Cuando Saint-Mars fue nombrado en 1681 gobernador de la prisión de Forte di Exilles (también en el Piamonte, cerca de Turín), se llevó a “su” preso consigo, ya con una máscara para que nadie supiera quién era. Y en 1687, cuando Sant-Mars fue destinado a dirigir la prisión de Île Sainte-Marguerite (frente a Cannes) se lo llevó igualmente consigo. Finalmente, en 1698, el gobernador y su “preso particular” fueron trasladados a la Bastilla, donde el prisionero enmascarado murió el 19 de noviembre de 1703, siendo enterrado en el cementerio de Saint-Paul, bajo una lápida con el nombre de “Marchioly”. Siempre según los registros, no era en absoluto un preso normal: disponía de varias habitaciones amuebladas y era tratado con deferencia. Por cierto, y lamento desilusionar a muchos: la máscara le obligaban a ponérsela solo durante los traslados de una cárcel a otra, no estando obligado a llevarla durante su encierro, y al parecer fue una idea (más extravagante que otra cosa) de Benigne de Saint-Mars.

¿Qué identidad se escondía bajo esa máscara de terciopelo negro? Hay muchas teorías, así que pueden elegir la que más les guste:

Alejandro Dumas fabuló que era un hermano gemelo de Luis XIV, encarcelado para no causar distensión en el trono. Eso explicaría la obsesión de sus carceleros de que tuviera siempre el rostro enmascarado, para que no se reconocieran en él los rasgos del rey.

Voltaire apuntó a que podía ser un hijo secreto de la reina Ana de Austria y el Cardenal Mazarino, encarcelado para así esconder el escándalo.

Louis Gendron, historiador militar francés, escribió a finales del siglo XIX que podía tratarse del general Vivien de Bulonde, que en el asedio de Cuneo ordenó una apresurada retirada, ante el temor de la llegada de refuerzos austriacos. Dejó tras de sí bagaje militar y pertrechos (entre ellos buen número de cañones en perfecto estado y abundante munición) y, lo más grave, muchos de sus hombres, heridos y que por lo tanto le hubieran retrasado. Por ello fue condenado por traición por el propio rey Luis XIV, que lo mandó encerrar en la prisión de Pignerole, donde al parecer murió, en fecha no determinada.

Anatole Loquin, también a finales del siglo XIX, intentó demostrar que el hombre de la máscara no era otro que Molière, secuestrado tras su representación de El enfermo imaginario el 17 de febrero de 1673 y encarcelado por una sociedad secreta clerical y fanática que consideraba blasfemias sus magníficas obras de teatro.

"El historiador inglés Roger MacDonald apunta a un candidato sorprendente: Charles de Batz-Castelmore, conde de Artagnan (el mosquetero en el que basó Dumas su personaje de D'Artagnan)"

Pierre-Jacques Arrèse defendió en 1969 que la identidad del prisionero no era otra que la del ministro de finanzas de Francia Nicolas Fouquet. En efecto, Fouquet fue encarcelado por los delitos de malversación de fondos y apropiación indebida. Condenado inicialmente al destierro, el mismo rey ordenó que fuera encarcelado de por vida en Pignerol, donde oficialmente murió el 3 de abril de 1680. Sin embargo, su acta de defunción se ha perdido, y el prisionero enmascarado sale de dicha fortaleza al año siguiente.

Recientemente (2006) el historiador inglés Roger MacDonald apunta a un candidato sorprendente: Charles de Batz-Castelmore, conde de Artagnan (el mosquetero en el que basó Dumas su personaje de D’Artagnan). Según MacDonald, el conde de Artagnan no murió en Maastricht en 1673, sino que fue encarcelado en secreto por intrigas y traición. En la Bastilla dictaría la historia de su vida a Gatien de Courtilz de Sandras, que pasó nueve años encerrado en la prisión (desde 1702 y 1711) y luego publicaría el libro Mémoires de M. D’Artagnan. Claro que eso significaría que el conde Artagnan vivió hasta edad muy avanzada (92 años, en concreto), ya que está documentado que nació en Lupiac en 1611.

Actualmente buena parte de los historiadores que estudian el tema se decantan por la teoría apuntada por Jules Lair en 1890, y que ha sido rescatada recientemente (2016) por el profesor Paul Sonnino de la universidad de California. Según ellos, el famoso prisionero fue Eustache Dauger, un simple criado… que tuvo la mala suerte de servir a la gente equivocada.

Eustache Dauger nació en 1637. Era hijo de un miembro de la guardia del cardenal Richelieu, y con el tiempo entró al servicio del cardenal Mazarino como ayuda de cámara del tesorero del cardenal. Según los registros, era un hombre violento que ya se había enzarzado en una pelea con otro criado al servicio del cardenal y que terminó matando a un joven paje borracho que lo insultó. Por ello fue detenido y encarcelado en 1669, cuando tenía 32 años. Sonnino afirma que esos no fueron los verdaderos motivos de su reclusión, que fueron cargos falsos para esconder que Dauger sabía, posiblemente por accidente, de los tejemanejes del cardenal en materia económica cuando fue primer ministro, que a base de especular con fondos del estado y cobrar comisiones a través de testaferros se calcula que en menos de diez años (desde 1652 hasta 1661) acumuló una fortuna de 35 millones de libras, la mayor que persona alguna amasó durante todo el Antiguo Régimen. Para entendernos, el banco más rico y poderoso de Europa, el banco de Ámsterdam, tenía un capital de 8 millones de libras.

"¿Por qué siguió preso Dauger, si en verdad era el hombre de la máscara?"

Fuera por su carácter violento (del que no volvió a hacer gala) o por saber demasiado y haberse ido de la lengua, Eustache Dauger terminó en la ya citada prisión de Pignerol, donde estaba encarcelado desde 1664 un ilustre personaje: Nicolas Fouquet, marqués de Belle-Île y vizconde de Melun et Vaux, depuesto de su cargo de superintendente de finanzas de Francia por malversación y lesa majestad. Fouquet tenía un criado personal a su servicio, que compartía encierro con él, llamado Le Rivière. Cuando el criado enfermó, el gobernador Saint-Mars puso como sustituto para servir a Fouquet a Dauger… y con esto le labró la ruina. Allí terminan las referencias escritas de Dauger y nace el hombre de la máscara. Fouquet murió en 1680 y el gobernador hizo que Riviére, el criado de Fouquet (y que podía, o no, saber de sus secretos), y un misterioso preso cubierto con una máscara de terciopelo negro le acompañaran a su nuevo destino (Forte di Exilles) al año siguiente. Allí murió el pobre La Rivière en 1687, un hombre que no había hecho nada aparte de servir a Fouquet.

¿Por qué siguió preso Dauger, si en verdad era el hombre de la máscara? Por esa fecha el cardenal Mazarino ya había muerto (lo hizo en marzo de 1661) así como su sucesor (y feroz enemigo de Fouquet), Jean-Baptiste Colbert (fallecido en 1683). Posiblemente porque, gracias al celo de Saint-Mars, se habían olvidado de él. No figuraba en ningún registro. No existía. Era (y creo que es un nombre más apropiado que el de la “Máscara de Hierro”) un preso sin nombre. Sin identidad, pues lo que no tiene nombre no existe.

La última víctima de esta trama fue el propio carcelero. Benigne de Saint-Mars tampoco abandonó la Bastilla, tan preso en ella como los reos que custodiaba. Murió en sus habitaciones del presidio en 1708, a los 82 años de edad. Y con él, por fin, murió el secreto del preso de la máscara.

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Título: El prisionero de Zenda. Autor: Anthony Hope. ISBN: 9788412031034. Páginas: 226. Precio: 14 €. Puedes comprarlo en: LibrosCC, AmazonCasa del LibroFnacEl Corte Inglés y Todos tus libros

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Ricard Ibáñez

Ricard Ibáñez (Barcelona, 1964) es el original pseudónimo de Ricard Ibáñez: Historiador, traductor, novelista y diseñador de juegos de rol. De hecho, fue uno de los jovencitos entusiastas que en los años ochenta introdujeron este tipo de juegos en el país, y es el autor del primer juego de rol español: "Aquelarre" (1990) que tras veinticinco años y tres ediciones sigue publicándose. También es el autor de "El Juego de rol del Capitán Alatriste", (por lo que entenderéis qué hace metido entre gente tan seria y responsable). Web: http://historol.blogspot.com.es/

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