Don Andrés Manuel López Obrador debería leer la fábula del rey desnudo (El traje nuevo del emperador, de Hans Christian Andersen), porque puede ser que el presidente de México esté convencido de que al ser ungido como máximo rector de los destinos patrios, sus ropajes han adquirido por mor de ese rango unas características fantásticas que le hacen el más guapo, el más listo y el más bueno del mundo, y que a pesar de vestir esos trajes fabricados con las telas más suaves y delicadas que imaginarse pueda, su magnífica estampa es invisible a los estúpidos, en especial los periodistas, esa pandilla incapaz de ver no solo su maravillosa vestimenta, sino la titánica labor que como jefe de Estado está llevando a cabo para salvar al país de los males que le aquejan prácticamente desde los tiempos de la Conquista española, qué chingaos. Estando de acuerdo en que la opinión pública no es ingenua como el niño de la fábula y que a la hora de decir verdades cada uno barre para su casa a veces con muy mala uva ideológica, sería muy recomendable que don Andrés Manuel guardara el disfraz de gala para las grandes ocasiones y se pusiera el traje de faena para acometer de lleno las labores que su alto cargo demandan, no dejándose importunar tan a menudo por los comentarios vertidos por la prensa, especialmente cuando le son adversos, pues cada vez es más notoria su animadversión a las críticas, y esa actitud no es propia de un primer mandatario elegido democráticamente; es decir, amparado en un derecho constitucional que además de hacer valer la soberana decisión de la mayoría ciudadana, consagra las libertades de credo político y de expresión. También sería recomendable que don Andrés Manuel tuviera en cuenta lo que 17 colectivos que forman parte de la Coalición Internacional de Organizaciones Civiles sobre Seguridad de los Periodistas le han planteado hace muy poco, al alertarle sobre la “falta de compromiso” que han mostrado las autoridades mexicanas para resolver la “grave crisis” en materia de libertad de expresión que enfrenta México, así como para reconocer la gravedad del problema, al tiempo que le han advertido de que está adoptando una actitud “irresponsable y peligrosa” ante los comunicadores mexicanos, que tienen que chambear en un territorio que, aunque no le guste, se ha convertido en “el país más mortífero del mundo” para quienes ejercen esa labor. Nadie dice que sea su culpa, pero es un hecho que en el México de ahorita mismo más del 99 por ciento de los casos de asesinatos y desapariciones de periodistas siguen sin resolverse y no existen garantías para que quienes se dedican a informar puedan hacer su labor sin temor a represalias, amenazas, violencias e intimidaciones. En ese contexto, lo que más encabrona al personal es que, encima, se intente camuflar como “derecho de réplica” el agravio y la descalificación, en lugar de abonarse a un debate abierto y plural, como bien señalan las organizaciones citadas, sobre la situación en un país como México, donde al menos 10 periodistas han sido asesinados en lo que va de este año y donde las agresiones en su contra van en aumento. ¿Y cómo reacciona el Preciso? Pues tira p’alante, como los de Alicante, o como dirían en México, como el Borras, y carga las tintas, se sacude cualquier inspiración autocrítica y en su teatrillo personal de todos los días llamado “rueda de prensa mañanera”, cuando un colega le pregunta si se compromete a mostrar de manera clara y contundente su apoyo al rol del periodismo en la sociedad, aunque este periodismo sea crítico con el Gobierno, niega la mayor y se va por peteneras soltando que en el pasado sufrió una “guerra sucia orquestada por los medios, nacionales e internacionales”. “Recuerdo”, dijo sin empacho, “casi unas ocho columnas de El País, en España, después de que hubo una elección en México, con un titular: Obrador es un lastre” (publicado el 14 de julio de 2012, cuando perdió los comicios). Lo cierto es que AMLO se ha despachado a gusto, a diestra y siniestra, contra medios impresos nacionales como Reforma, La Jornada, Milenio, Proceso y sálvese quien pueda. En ese contexto, llegó a decir que “muerden la mano a quien les quitó el bozal”. O sea, que el traje de marras, entre otras cosas, le ha concedido la cualidad de liberar a los perros para que ladren a sus anchas. Pero no solo eso, sino que don Andrés Manuel cree que como cualquier hijo de vecino tiene “derecho a réplica”, y él, faltaba más, utiliza ese derecho, sin darse cuenta de que, a diferencia de los ciudadanos de a pie, dispone de un potente aparato de comunicación institucional para hacerlo, además del ínclito púlpito desde el que todos los días pregona a los cuatro vientos su política, sus ocurrencias y hasta lo que ha comido. “Ahora”, declara, “esa es una ventaja que tenemos porque, si no, estaríamos en estado de indefensión”. Pues sí, pobrecito don Andrés Manuel, ¿qué sería de él, todo un señor presidente de México, sin su Twitter replicante? Pero claro, luego viene el guante blanco y como buen político que es, avisa: “Sí vamos a seguir siendo respetuosos. Yo no puedo aceptar que estemos actuando faltando el respeto a los medios. De ninguna manera, nunca lo vamos a hacer”. Y ya puestos y de buen humor, se desmarca de cualquier afán rijoso y confiesa que no ve a los periodistas críticos como “enemigos”, sino como “adversarios”. ¿Alguien, o solo él, huele en el fondo de todo esto un guater gueit mexicano? “Los grupos de interés creados casi todos tienen medios de comunicación”, revela. “Eso es lo que está en el fondo”. Ahhh. Pero para él, de hacer estos cuestionamientos a limitar la libertad de expresión hay una gran diferencia. Y remata: “Nosotros conocemos lo que es la prensa independiente, la prensa que ha enfrentado al poder, y conocemos también, y hemos padecido, la prensa al servicio del poder. Entonces, para los periodistas todo nuestro respeto, toda nuestra admiración. Y puede tratarse de cualquier periodista, de los más contrarios a nosotros, groseros, de los que más calumnian, de los que más insultan y nunca hay respuesta”. Menos mal. Porque hay un coro griego en los medios de comunicación mexicanos que canta: “El rey está encuerado”.
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