El autor de este ensayo, profesor de Historia de la Filosofía en Milán, acompaña al lector por los ejes temáticos de una reflexión que nos involucra a todos, como seres amorosos que somos. Zenda adelanta el segundo capítulo de este libro, cuyo subtítulo es “Elogio del amor y de la familia”.
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Una erótica liberalizada
«Incluso el Olimpo es un desierto sin amor».
H. von Kleist, Anfitrión
Hay tres determinaciones fundamentales que caracterizan el amor en el tiempo del capital líquido-financiero:
Entendido así, el amor se cumple en la familia como molécula «comunitaria» de la vida intersubjetiva, la «familia universal» de la sociedad civil, como la llamaba Hegel. Esta última, al igual que la familia nuclear, «debe proteger a sus miembros, defender sus derechos, tanto como los individuos están obligados a respetar los derechos de ella».
Por su parte, las nuevas formas de consumismo erótico, coesencial a la sociedad redefinida como «sistema de la atomística» (System der Atomistik), según la magnífica expresión de Hegel, se centra en la álgida axiomática del utilitarismo amoroso.
La relación gratuita y donativa que pone a los amantes en la unidad dual de su amor es reemplazada por el egoísmo a deux, por la búsqueda individualizada del beneficio erótico y del plusgoce acéfalo para mónadas condenadas al aislamiento afectivo y a la prestación erótica ocasional desregulada, desetizada, sin perspectiva y libre de todo telos proyectual.
2) Para reconfigurar completamente el amor como libre intercambio erótico para átomos de consumo, el nuevo capitalismo flexible-absoluto debe socavar el principio de la familia como célula ética originaria, puesto que esta se basa en la eticidad del sentimiento amoroso como relación estable centrada en la diversidad de los sexos, el nacimiento de los hijos, el patrimonio en común y la planificación existencial a largo plazo. Bajo este perfil, en palabras de Hegel, «la familia es el lugar del amor, del amor en su totalidad».3 Y es, por su naturaleza, incompatible con las lógicas de la nueva globocracia mercantilista flexible de la sociedad individualizada totalmente desetizada.
El neolibertinaje erótico es, pues, una variante superestructural del neoliberalismo económico. Los une esencialmente la redefinición integral del mundo de la vida en términos de un único mercado competitivo habitado no por padres y madres, ni por ciudadanos y ciudadanas, sino solo por consumidores privados e individualizados, homines globali capaces de relacionarse solo sobre el fundamento del consumo y el intercambio de mercancías.
Al igual que el neoliberal aspira a desatar los «lazos grandes y pequeños» del Estado, del mismo modo el poder neolibertino aspira a desmontar la familia como fundamento de la vida ética, como célula relacional impermeable al consumo y a la lógica tetrágona del do ut des [doy para que des].
El neolibertino destruye los cimientos de la vida ética, mientras que el neoliberal aniquila la cumbre. Juntos destrozan la vida ética moderna, centrada en la familia monógama y en el Estado-nación, en las «raíces éticas» (los cuerpos intermedios, desde la escuela hasta los sindicatos).
En lugar de las raíces éticas, dejan que prevalezca el libre mercado planetarizado para átomos erráticos y competitivos, sin ataduras, salvo las «insociablemente sociales» establecidas pro tempore en su propio interés individual en nombre de la plusvalía económica y del plusgoce erótico.
Las familias de padres y madres, de los Estados nacionales de los ciudadanos y los cuerpos intermedios de la sociedad civil son aniquilados por la atomización de la sociedad reducida a un espacio liso y competitivo para los átomos competitors, para los consumidores desarraigados y poscomunitarios con un imaginario saturado por la forma mercancía.
Es el emblema de la deseticización entendida como la deconstrucción de toda eticidad basada en el principio de una comunidad sólida y solidaria, la deregulation [desregulación] aparece como el trait d’union [vínculo de unión] entre las dos figuras en correlación esencial: el neoliberalismo posestatal y el neolibertinaje posfamiliar, que conciben a la sociedad en su conjunto como el reino robinsoniano del intercambio de bienes para individuos aislados y egoístas en buscan de su propio beneficio personal.
3) La narración que glorifica el nuevo orden amoroso debe identificarse con la nueva ideología de género.
Esta última, como todas las demás ideologías, en el sentido marxiano del término, niega su propio estatuto ideológico, y se presenta como una forma natural de ver, entender y habitar la realidad. En su definición más general y genérica, la formación ideológica de género consiste en el nuevo orden simbólico de tipo erótico que completa, a nivel superestructural, el nuevo orden clasista globalizado.
Difundida y propagada sin cesar por la industria cultural, por la fábrica de la manipulación, por el clero periodístico, por el circo mediático y por el neo-orwelliano Ministerio del Amor, la visión hegemónica genderista predica esa «fluidez» erótica, sexual y sentimental que, al negar la existencia de una naturaleza humana basada en la dualidad de los sexos y los géneros, figura como la duplicación, en el campo erótico, de las lógicas de la sociedad líquida donde las mercancías y el capital financiero pueden fluir sin límites ni fronteras.
La gendercracia tiene como objetivo crear un nuevo modelo humano unisex, infinitamente manipulable, porque carecer, de una identidad diferente, según lo que establece caso por caso la esfera de la circulación.4 De acuerdo con los dictámenes de la ideología de género, en el ser humano no existe una identidad sexual o de género estable.
Así pues, dentro de los perímetros de la competitividad erótica y de la competitividad sentimental sin límites, los géneros son la expresión de una sexualidad fluida y pansexual, polimorfa y desvinculada de la función reproductora, sin límites ni funciones desprendidas del placer inmediato, sin aplazamiento ni planificación.
El goce individual, la identidad flexible y la liberación de la ética familiar reflejan la esencia de la acumulación flexible lista para conquistar el campo erótico, que se ha vuelto a su vez fluido y precario. La familia como baluarte de la vida ética, en la que el eros se eticiza en formas estables y relacionales, altruistas y proyectuales, queda aniquilada.
El capitalismo absoluto y flexible disuelve el perfil antropológico del ser humano, fundado en la dualidad de varones y hembras en el campo sexual, y en la de hombres y mujeres en el campo del género: a través de lo que podríamos llamar una nueva «mutación antropológica» (Pasolini), el capitalismo impone la figura del individuo unisex, consumidor amorfo y posidentitario de mercancías-objeto y mercancías-goce, a la búsqueda exclusiva de su propio beneficio económico personal (business is business) y erótico (love is love).
El pilar del capitalismo absoluto, o sea, la deseticización del mundo de la vida se cumple en la disolución de toda comunidad ético-solidaria, desde la célula familiar al poder estatal, en el sistema atomístico competitivo de las mónadas de consumo con plusgoce egocéntrico. Se trata de la rigurosa aplicación a la esfera erótica del dogma de la desregulación, la teoría de género se erige como el fundamento ideológico del nuevo orden amoroso turbocapitalista y neoliberal.
Como toda ideología, también la de género, como mostraremos a continuación, canta y celebra la emancipación y la liberación universal; pero, si bien miramos las reales relaciones de poder, estas resultan ser ventajosas para la clase dominante y perjudiciales para la clase dominada.
Más precisamente, magnifica y glorifica, con el único fin de inducir, incluso quienes tendrían todo interés en oponerse a ellas, a aceptar con euforia la intensificación de la esclavitud del hombre y el fortalecimiento de los procesos de explotación asimétrica en beneficio del Capital contra el Trabajo, del Señor competitivo mundialista contra el Siervo precarizado nacional-popular.
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Autor: Diego Fusaro. Traductora: Michela Ferrante Lavín. Título: El nuevo orden erótico. Editorial: El Viejo Topo. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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