Post mediam noctem, cum somnia vera.
Cuando terminé la lectura de esta excelente compilación de relatos fantásticos consagrada a las veleidades oníricas y a su entreveramiento con la vigilia, traducida de manera impecable del francés por Mauro Armiño, busqué confrontar qué habían dicho otros críticos para no encontrarme involucrado en la repetición de tópicos a la que es acreedora la sufrida práctica de la reseña, tan similar en muchas ocasiones a la inundación de contenidos entrecortados, repetitivos y difusos que constituye en gran medida el flujo de la mayor parte de las fantasmagorías nocturnas. El prólogo del antólogo sitúa perfectamente al lector en la temática con referencias que abarcan desde el antiguo Egipto y la India hasta la actualidad en la que fue completada la compilación, afortunadamente anterior a mayo del 68 y a los desmanes de la neurociencia.
Los materiales literarios recopilados procedentes de la cultura china, desafortunadamente más breves en extensión que los pertenecientes a la tradición literaria occidental, abarcan cerca de 2300 años, desde el siglo V a. C. hasta el siglo XVIII, y transpiran no sólo el aroma de una civilización mucho más refinada literariamente que la nuestra, también concepciones metafísicas y humanistas más profundas que las que podemos encontrar, por poner un ejemplo procedente de la propia antología, en nuestra cultura clásica. Pienso en la simpática y tenebrosa aportación de un fragmento de la Metamorfosis de Apuleyo sobre la brujería femenina y lo invisible onírico, con la que se inicia el “bloque europeo”, y la a mi juicio bastante repelente “reflexión” sobre sueños y textos de Groethuysen situada al final del libro, que da cuenta en gran medida de una previsible servidumbre hacia modas contemporáneas a la elaboración de la antología que nos ocupa; muy parisinas, por lo demás, y hoy absolutamente caducadas. Recomiendo pues al lector que alterne la lectura de ambos bloques y que recuerde que la “revolución cultural china”, muy pocos años después de la publicación de este libro que llega a nosotros en el siglo XXI, hizo todo lo posible por destruir arquitectura, música, arte y literatura para mejor borrar un glorioso pasado extraeuropeo en nombre de muy toscas fórmulas ideológicas de judeocristianismo secularizado; fórmulas que no pueden ser entendidas de otro modo, al menos por espíritus mínimamente conscientes, que como barbarie. Hoy esta barbarie resucita en nuestro mundo, procedente de los Estados Unidos de América, como wokeism y recibe el aplauso funesto de numerosos filisteos de nuestra academia y nuestro periodismo.
Como señala Bo Xingjian (siglo VIII d. C.), apuntando con ello a una sistematización de las formas oníricas más básicas:
Hay sueños que se salen de lo corriente: uno encuentra a otro en el lugar al que este último ha ido en sueños; uno hace una acción con la que otro sueña; uno y otro tienen el mismo sueño.
Y es que lejos de los paisajes nocturnos vistos en sueños que a los orientales les muestran la irrealidad de las cosas, transmitiéndoles la gran enseñanza de que el corazón humano es el que provoca el nacimiento de las ilusiones, el occidental sin embargo se entrampa y consume en deleites o con mucha mas frecuencia en terrores indescriptibles. La lógica de la tierra de los sueños es en gran medida la del mundo de los muertos y el inframundo. No siempre es así, como nos lo muestra la bellísima fantasía de Bruno Schultz inspirada en la Cábala hebrea.
En el campo de la literatura occidental el mundo del sueño tiene un matiz inquietante, y su contraste con la realidad de la vigilia manifiesta una clara confrontación ontológica que adquiere muchas veces un ribete moral. Podemos poner como ejemplo el relato de H. G. Wells que abarca una vida entera. O las inquietantes fantasías vinculadas al mesmerismo de Poe, cuya aportación, Historia de las montañas escarpadas, constituye una autentica obra maestra, o al inigualable y macabro Ambrose Bierce. No digamos ya los dos relatos dedicados al sueño y el psicoanálisis: el de Somerset Maugham y el escrito a cuatro manos por Henry Kuttner y C. L. Moore, este ultimo dentro de la tradición de la ciencia ficción más exótica. Ambos añaden inquietud añadida al lector con obras de gran calidad.
El entreveramiento de lo onírico y lo real es tratado de manera magistral por Vladimir Nabokov y Jean Lorrain desde perspectivas literarias y psicológicas muy distintas. Existir, soñar, representar… muchas veces viviendo una vida al completo en un sueño o, como en El chico de los matojos, de Kipling, implementar con aguda capacidad ficcional el necesario encuentro de dos vidas en la vigilia tras compartir una vida de sueños. Especialmente interesantes como narraciones, y con esto termino, nos encontramos con La muerta enamorada, de Théophile Gautier, pero sobre todo destacar la fantasía necrófila El sueño del doctor Misic, de Sandor Gsalki, y el relato de naufragio donde entran en contacto dos tiempos distantes a partir de una agonía: Phantas, de Oliver Onions.
Una antología que exige ser paladeada lentamente sin olvidar que, agazapados por debajo de todo tipo de miradas, los sueños están cargados de presagios y premoniciones que llegan a nosotros como formas casi inaudibles de música.
El gran carnaval del mundo del que sin duda forman parte, cuando llegue la hora de todos, se desvanecerá ante la luz del amanecer definitivo como lo hace la niebla que arrastra el viento. El sueño es como un viaje, cierto, pero si el sueño muere, ¿qué pasa con el soñador? y si el soñador muere, ¿qué ocurre con el sueño?
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Autor: Roger Caillois. Título: Poder del sueño: Relatos antiguos y modernos, reunidos y presentados por Roger Caillois. Editorial: Atalanta. Venta: Todostuslibros y Amazon
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