(Casi un cuento de Navidad, II)
Menudo titular. En página impar y por arriba. A dos columnas. “El secretario de Defensa de Biden padece cáncer de próstata”. Y nada menos que en el periódico de mayor tirada. Subtítulo: “El ingreso en secreto de Lloyd Austin levantó una polvareda política en el país”. No sé lo que habrán pensado los miles de enfermos con el mismo diagnóstico que hay en el mundo (deben ser millones) en esta tarde triste del triste enero.
Al menos, me digo, ha pasado las Navidades en casa, dejó los regalos de Reyes a sus hijos (que los tendrá), pero no podría ir a esquiar a Aspen. Lo mismo le pasa al mendigo de mi barrio. ¡Ya está! Podrían quedar en la puerta de la iglesia donde duerme «mi» mendigo para hablar de la mala suerte en la vida; pues si Joaquín no tiene cáncer sí que ha pasado por dos ictus y le han operado del pulmón y del hígado. Como Joaquín tiene muy buen corazón seguro que le prepara una sorpresa. O le regala la colecta de tres días. O una manta que le proteja la tripa cuando esté en su sofá preferido viendo series durante el posoperatorio. Es muy precipitado, creo que hay que pensar, entre una cosa y la otra, para agosto.
Si es creyente podríamos ir todos a misa en la parroquia del barrio, para pedir cada uno lo que tenga a bien. Eso sí, le dejaríamos elegir la hora. Yo soy partidario de que no sea en domingo porque va más gente y correría el riesgo de ser reconocido, acabaría firmando autógrafos y se vería obligado a dar una rueda de prensa (¿donde anunciaría que está pensando —ya envalentonado— en comprarse un —¿serían dos?— piso en el barrio porque ha sentido una punzada —mejor, una llamarada— en el alma y eso es señal de buena suerte?).
Ya le estoy viendo al párroco (gordinflón, bajito, calvo y con sandalias de romano en los meses de calor, pero —ojo— siempre con su cleirgman) frotándose las manos. Y a los argentinos que limpian la piscina ingeniándoselas para hacerse un selfi con él, boludo. Y a la chica de la entrada sustituyendo sus novelas históricas por esos cursos de inglés rápido de Gomaespuma.
Habría que debatirlo (no sé si en votación secreta o a mano alzada) pero soy partidario de que el primer día no pague la piscina. Claro que si repite… Eso habrá que darlo unas vueltas. ¡Ah!, se me ocurre también (con estos nervios ya no sé si improviso o estas ideas son geniales) que habría que enviarle ya (adelantándose al plazo estipulado por la normativa, que rozaría la ilegalidad) el impreso del bono de la piscina, por si acaso. ¿Cuánto era?, ¿Cincuenta y cinco euros julio, agosto y septiembre? Ya sé que estamos en enero, pero como habrá que tramitarlo por la embajada, habrá que hacer colas y todo eso, sin olvidar los fines de semana, los puentes, Semana Santa… En nada, el verano está aquí.
¿Y si comisionamos al hacker del mendigo para que investigue sus gustos, sus manías? No sé, igual es de los que va en bermudas y camisetas con frases tipo «I love the siesta». No puede faltar una buena paella. Como irían muchos vecinos podríamos celebrar el evento en lunes. Eso sí, cerraríamos la piscina (mira, como los teatros, sería una buena alternativa, original al menos). Y sangría y cerveza a granel y tinto de verano. Y jamón y empanadillas de Móstoles. No habría que reparar en gastos, que un encuentro de estos no surge todos los días.
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Por no hablar de la repercusión, por lo que supondría para el barrio. Y no digo nacional, sino internacional. Ya estoy viendo helicópteros repletos de fotógrafos y cámaras de televisión aterrizando o anulizando o alucinando (será un auténtico alucine) o como se diga en la cancha de baloncesto del colegio. Y a los profesores del conservatorio ensayando con los alumnos más aventajados un pequeño concierto; nada, sólo tres piezas.
Puros. Seguro que fuma puros en su intimidad. Eso se lo soluciono yo hablando con el chino dueño del estanco, que para eso se han quedado con el negocio. Además tienen una furgoneta DKW nueva con cristales tintados que podría solucionar con discreción cualquier contingencia.
Lo que no se me ha ocurrido es si viene con su familia, porque casado debe estar. Uno no llega donde él ha llegado estando soltero. ¿Hijos? Dos, no creo que más. Ya no se llevan los tríos. Niño (moreno con cara de travieso reprimido) y niña (rubia redicha). Mujer: sosa pero lista, de las que se fijan mucho, hablan tirando a nada y luego se lo comenta todo al marido durante el vino que toman cada noche antes de cenar. Seguro que les gusta de California, pero eso hay que evitarlo, debemos aprovechar para relanzar el Ribera del Duero urbi et orbe. ¡Ya tengo el hombre! Y nada menos que un presidente, José María Aznar, que ya va por Advanced de inglés y de caldos de Valladolid sabe un rato.
Demasiados frentes. Vamos a tener que crear otra comisión. Paralela. Lo que implica un comité de seguimiento para que no nos pisemos la manguera.
(Me estoy riendo porque al tonto del barrio —hay más de uno— seguro que se le ocurriría escribir una carta a los Reyes Magos pidiéndoles consejo para que nadie corra la voz. Y lleva razón, nadie como Sus Majestades han sabido —diría él, entre bromas y veras— cómo mantener una fantasía durante siglos).
¿Y las gitanas, esas que van entre semana a tomarse el «manchao» en el Jiménez? Porque aquí tiene que colaborar todo el mundo. Pues que consigan, allá sus métodos, una especie de graderío desmontable. Bueno, y habría que convencer a algún farmacéutico para que abriera 24 horas seguidas por una vez. Y a Berta, la panadera; que ese día no cierre al mediodía y mantenga el horno en ebullición.
Dirá cualquiera que lea esto que es como el cuento de la lechera, pues no. Ese señor vendrá, con o sin botas de cowboy, a este barrio cosmopolita que sólo mira hacia delante y que vela por el bienestar de sus vecinos. Y si no, al tanto. Les seguiremos informando, como se dice en los telediarios.
Uf, estoy sudando en pleno enero. Quizá haya cogido la gripe, quizá tenga fiebre.
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