Pocos periodistas conocen como Ignacio Orovio las circunstancias que rodearon a los atentados en Madrid del 11 de marzo de 2004. En aquel entonces trabajaba como corresponsal de La Vanguardia y, como él mismo dice en este making of, enseguida supo que aquel acontecimiento habría de “ocupar varios años de mi vida”. Ese mismo día empezó a escribir una novela cuyo protagonista es precisamente un periodista que tiene que aprender a gestionar el horror.
En este making of, Ignacio Orovio cuenta la génesis de Los inculpados (La Esfera).
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Este marzo de 2024 hace 20 años. Cuando estallan las bombas en los trenes de Madrid yo empiezo a escribir este libro. En ese momento soy el corresponsal judicial de La Vanguardia en Madrid y desde el minuto uno, esto es, desde que a las 7.37 de la mañana del 11 de marzo de 2004 estalla la primera bomba, sé que el seguimiento de cuanto acontezca va a ocupar varios años de mi vida. Estallan nueve más. Mueren 191 personas. Otra más, un agente de los GEO, muere tres semanas después cuando siete miembros del comando se inmolan al verse rodeados por la policía en Leganés.
Todo ello me sirvió para entrar en contacto con un periodista inglés afincado en Barcelona, Justin Webster, que con los meses me propuso trabajar en un ambicioso documental, The Madrid Connection, que quiso ser un acercamiento periodístico a los dos principales protagonistas o pilares del comando islamista autor de la matanza y que nos permitió acumular decenas de entrevistas y cientos, o miles, de páginas con datos e informes. Pusimos el foco en los dos principales líderes del comando, El Chino y El Tunecino, tratando de comprender cómo y por qué hicieron aquello. El cómo se resume (mucho) en la fusión de dos mundos —el narcotráfico y el radicalismo religioso, respectivamente— sin la cual el atentado no es posible. El segundo interrogante es más difícil.
Después del documental, que se emitió en octubre de 2007 coincidiendo con el dictado de la sentencia judicial, Justin y yo escribimos un libro con el mismo título (Conexión Madrid) y la misma intención. Contar las vidas de aquellos dos.
Pero alrededor del Chino y el Tunecino había toda una serie de tipos de color gris, algunos muy cerca de ellos, que muy probablemente sabían de sus planes o al menos de sus intenciones, o de sus intenciones potenciales, y que a mi me pareció que eran carne de interés para una novela. Es esta.
Los inculpados es una novela en la que cuento por un lado cómo fue mi trabajo como periodista aquellos días, con una base real o al menos tal como yo la recuerdo, y como yo la he documentado, con la base en aquellas decenas de artículos publicados en La Vanguardia a partir del 11-M y el repaso de agendas y notas halladas en el barullo de mis archivos.
Diría que es mayormente real, pero con partes camufladas, porque aquel fue un trabajo colectivo que aquí, y por imperativo de la trama planteada, en alguna ocasión asumo yo. Si tuviera que establecer unos porcentajes entre realidad y ficción diría 80/20, o quizás 70/30.
En el libro conservo los nombres reales de la mayor parte de los periodistas y los de los tipos que fueron condenados judicialmente.
He cambiado los de la mayor parte de los abogados, policías y fiscales y los de quienes no pasaron de sospechosos.
Mi deseo máximo de este lado del libro es rendir homenaje al oficio más bonito del mundo.
La novela tiene otra cara, con otro protagonista, Ismael Feres, en el que realidad y ficción son inversamente proporcionales, en la que los guarismos, por así decirlo, irían al revés. Algunos de los personajes de este lado existieron, y en ellos el teñido de gris es mío, es como yo supe que fueron o cómo, con los datos reales obtenidos investigando, pude intuir que fueron. Los datos me dieron ese tono ceniza, plata, plomo o azabache de los amigos de. Alguno de ellos es la fusión de dos, otros son plenamente imaginados. Plenamente no: en base a los datos extraídos de la realidad, y tratando de actuar (escribir) como uno de ellos con mentalidad de actor.
También hay en este libro una intención política, y aquí puede haber recuerdo y opinión, pero no hay ficción, también hay datos. El 11-M estrena en mi opinión un par de mecanismos nuevos de hacer política: el primero es el famoso “pásalo”, aquellos 140 caracteres de un sms que convocaba a manifestarse contra las mentiras del gobierno de Aznar, y que hoy dispara la ametralladora incansable de las redes sociales. El segundo quizás no es nuevo, pero en adelante reinará, y es la política entendida como una fe. Si son los tuyos, no importa que mientan, roben o maten.
Yo estaba allí. Yo vi la cara del ministro del Interior, sudando. Saliendo a mantener que la hipótesis principal de los investigadores era que había sido ETA cuando únicamente con la dimensión (la dan las diez bombas que a las diez de la mañana ya sabemos que han estallado) no podía ser ETA, que carecía de como mínimo-mínimo una decena de militantes que pudiera enviar a Madrid sin que fueran detectados. Ángel Acebes sale y mantiene aquella ambigüedad (aquellas “dos líneas de investigación”) que enerva al votante de izquierdas y lo lleva a las urnas y las urnas liquidan a Acebes, pero no a su ambigüedad. Su engaño deliberado: durante la investigación desarrollada supe de una reunión de altos mandos policiales, el día 12 de marzo, de la que levantan acta (con el día, la hora) en la que sostienen que todos los indicios llevan a Al Qaeda; pues bien, en la rueda de prensa que un rato después da Acebes, proclama justamente lo contrario. Que, sin descartar al islamismo, las sospechas manchan a ETA. Es más: la Guardia Civil tiene un micrófono en la casa de Félix Esparza Luri en el sur de Francia y a las 8.09 de la mañana escucha una conversación en la que se muestra estupefacto de que aquello haya podido ser cosa de los suyos. Él, de hecho, es el jefe de logística, ergo, habría sido raro que no lo supiera. Todo esto lo cuenta en un libro aparecido en 2017 un altísimo mando de la Guardia Civil y así lo sabemos hoy nosotros, pero Acebes debió saberlo entonces: “Las novedades se transmiten en tiempo y forma”, revela el texto.
Años después, las teorías de la conspiración con las que algunos medios quisieron impugnar el cambio político y embalsamar la dignidad de Aznar (engañó a la ONU, no hay que olvidarlo) siguen vivas. Hace poco, en una clase de una facultad de periodismo con jóvenes nacidos en 2001 o 2002 pregunté cuántos creían que ETA tuvo algo que ver en el 11-M. Para mi estupor, más de la mitad levantó la mano.
Yo ya estaba escribiendo este libro, y pensé que era imprescindible acabarlo.
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Autor: Ignacio Orovio. Título: Los inculpados. Editorial: La Esfera. Venta: Todos tus libros.
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