Hace poco salió la noticia de que el siguiente agente 007 no sería “un” sino “una”. Si los más acerrimos fans del agente secreto inglés más famoso de todos los tiempos ya pusieron el grito en el cielo por los rumores de que un actor de color (en concreto, Idris Elba) podía ser el siguiente Bond, ahora deben de estar tirándose de los balcones (en Magaluf, supongo) ya que la elegida, al parecer, será Lashana Lynch, actriz de color (negro) que los frikis pudimos ver en Captain Marvel (hacía de María Rambeau, la mejor amiga de Carol Danvers). Así que aprovechando que Bond, James Bond, vuelve a ser, más o menos noticia, quizá podríamos hablar de su faceta como jugador.
En el primer libro de la saga, “M” acusa a Bond, literalmente, de “tahúr y fullero”. Pero como es lo que es, lo envía al casino Royale-Les-Eaux en el norte de Francia, para desplumar a un tal “Le Chiffre”, tesorero de una agencia de contraespionaje soviética llamada SMERSH, con el vicio del juego (vamos, que es un ludópata) y que está malversando los fondos de sus poderosos amos. Arruinar al agente, aparte de mermar los recursos de los soviéticos, hará que éstos decidan prescindir de su hombre. Y no son muy amables a la hora de dar el finiquito, precisamente. Estamos hablando de Casino Royale (la novela del año 1953, no la película del 2006). El auténtico Bond no juega al póquer Texas Hold’Em como hace Daniel Craig, sino al mucho más selecto bacará. En concreto, a la variante “Chemin de fer”.
Si usted quiere emular al auténtico Bond, entre sorbo y sorbo de su martini “agitado, no mezclado» (la receta, al final del artículo, no se preocupen) permítanme que les explique un poco la historia y los entresijos de este juego:
Aunque los franceses reclaman la autoría del juego, el consenso más aceptado es que el bacarrá, bacará o baccarat (que las tres formas son válidas para nombrarlo) es original de Italia. En concreto, se atribuye su creación a un tahúr (que en la época significaba jugador empedernido, no un tramposo) llamado Felix Falguirein, hacia 1480. Que no es por restarle méritos, pero las reglas que ideó son prácticamente las mismas que otros juegos como el siete y llevar (el siete y medio) o el veintiuno (el black jack), solo que poniendo el límite en el número 9 en lugar del 7’5 o el 21… Sea como fuere, el bacará (nombre de la peor jugada posible, el cero) se extendió rápidamente por Florencia, Génova y Nápoles. Con la invasión del rey Carlos VIII de Francia, a este último reino el juego pasó por sus tropas. En Francia, durante el siglo XVI, se desarrollaron las versiones clásicas del juego: el bacará “chemin de fer” y el bacará “banque”. Se le consideró un juego glamuroso y elitista, jugado por la aristocracia y los poseedores de grandes fortunas. Por ello solía jugarse en los casinos en áreas reservadas, con estricto control de admisión.
En 1950, en la Cuba de casinos y burdeles del dictador Fulgencio Batista, se creó la que actualmente es la versión más extendida en la actualidad: el bacará “punto y banca” (en la que, por si tienen interés, no se permite al jugador alternar el papel de jugador o banca, ni siquiera se le permite plantarse). Con la revolución de Fidel Castro, esta variante se trasladó a Las Vegas. Y ahí sigue…
Las reglas básicas del bacará son muy sencillas: Se usan ¡6 barajas! de 52 cartas bien mezcladas, y el banquero las va distribuyendo a los jugadores. Las cartas de as al 9 tiene su valor normal, mientras que el 10 y las figuras no tienen ningún valor. Se reparten dos cartas a cada jugador más dos al banquero. Si el valor de las cartas no llega a 8 se puede pedir una tercera carta. No se puede, bajo ninguna circunstancia, pedir una cuarta carta. En caso de que la suma de las cartas sobrepase el número 9 (es decir, 5 de picas y 6 de diamantes, por ejemplo), el valor de la jugada es la cifra de las unidades. En este caso, 1 (5+6=11).
La variante “Chemin de Fer” es a la que juega Bond en Casino Royale. Juegan un mínimo de 5 jugadores (y un máximo de 9) que hacen de banqueros por turnos. Hay que destacar que el “banco” no toca las cartas, sino que esa es tarea del croupier (del casino, y por lo tanto totalmente imparcial). Cuando un jugador gana a la banca se convierte, a su vez, en banca… aunque en la novela, por cierto, Le Chiffre paga al casino una muy buena cantidad (varios millones de francos) por el privilegio de ser la banca durante toda la partida.
La receta del Vesper Martini de Bond:
En una copa de Champagne:
Tres medidas de ginebra Gordon’s
Una medida de vodka de grano, cualquier marca
Media medida de Kina Lillet
Agitado (no mezclado) y servir helado con una peladura de limón.
La receta al parecer es de un amigo de Ian Fleming, Ivar Bryce, y cuidado si la prueban porque el Kina Lillet le da un toque bastante amargo. Los connoisseurs prefieren cambiarlo por Lillet Vermouth, afirmando que mejora mucho el sabor.
Por cierto, en las novelas Bond solo lo bebe en Casino Royale. Lo bautiza con el nombre de Vesper y luego, al parecer, no lo vuelve a tomar jamás.
Si la receta les parece rara… razón tienen. En España, vaya usted a saber por qué, se tradujo al revés: mezclado, que no agitado (lo que evita que se agüe la copa, por cierto) y en las películas lo que se bebe es un simple Dry Martini de ginebra o vodka con vermouth.
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