Lo confieso, soy coleccionista y mitómano. Me encanta tener cosas que son únicas para mí. Me encanta tener en mi poder una copia de un guión original del gran José Luis Garci que no ha visto la luz, y que me regaló dedicada para mí. Me encanta tener libros dedicados y firmados de muchos escritores. Tengo un artógrafo con la letra de la canción de «Mi accidente preferido» escrita a mano por Krespo, su compositor, firmada y con la púa serigrafiada de los Despistaos. Poseo cómics dedicados con ilustraciones del gran Salvador Larroca, que sus dibujos son… ¡buah!, para que te mueras de envidia.
Me encantan esos objetos únicos, y cuando algo me gusta persigo a sus autores para hacerlo único y conservarlo, como el libro de Chema de Aquino de Costa, que tanto me ha gustado e intento que me lo firme, me lo dedique y guardarlo con cariño en mi biblioteca de papel. A Rodrigo Cortés le he pedido —no, le he suplicado— una copia a color, que es preciosa y llena de anotaciones, de una página del guión de producción de El amor en su lugar firmada y dedicada. Sí, soy un mitómano.
Muchas de esas joyas que persigo las publico en mis redes sociales o, si son cómics, presumo en mi perfil de Whakoon, donde puedes ver mis firmas y dedicatorias. Los artógrafos de Nikotxan y su Cálico Electrónico, los que me ha hecho el gran Cels Piñols, mi DeadPool firmado por Salva Espín, etcétera, que es un largo etcétera.
Sin embargo, en el mundo digital todo se puede copiar, pero los coleccionistas de objetos queremos que esos artículos que nosotros atesoramos y guardamos sean también únicos, aunque sean digitales. Que sean especiales. Que vengan firmados —digitalmente— y dedicados para nosotros mismos. Y esto, aunque sea un deseo que tiene mucho que ver con el deseo de tener algo personalizado, es algo que está empezando a cobrar mucho valor, y los creadores tienen que empezar a tomar consciencia de sus activos digitales.
Dibujantes como Salvador Larroca o Salva Espín hacen sus obras digitalmente, y se pueden conseguir firmadas para una determinada persona también de forma digital, como pusimos en sus perfiles de MyPublicInbox, donde puedes acceder a originales digitales. Y con la llegada de los NFTs, la cosa se ha disparado, ya que todo el mundo quiere ser el dueño de algún objeto digital de forma única, por lo que pueda ser y valer en el futuro.
Pero como es difícil de explicar este concepto dejadme que os lo ponga con algún ejemplo fácil de entender. Imaginemos al maestro Arturo Pérez-Reverte, al que salvo en Twitter y en MyPublicInbox, me cuesta liarle para cosas en el mundo digital —aunque le líe bien para hacer el Proyecto Maquet y ver si con una Inteligencia Artificial podíamos imitar su estilo en las novelas de El Capitán Alatriste—.
Bien, vamos con el ejemplo. El maestro escribe una producción magnífica. “Es mi oficio, como el tuyo es hackear”, me dice, y lo hace con disciplina militar. En su ordenador. Ya no lo hace en papel y plumilla, como hicieran los clásicos de antes del descubrimiento del transistor. Lo hace aporreando teclitas en formato “Qwerty”, como hacemos hoy en día. Y como sabio y preocupado que es por la seguridad informática —y esto me encanta—, lo hace desde un ordenador personal que está desconectado de Internet y al que solo conecta dispositivos USB suyos no compartidos en ningún otro sitio. Acaba un libro, entrega el USB con el archivo, y a por otro. Maravilloso. No se puede molar más.
Esto tiene un valor tremendo, y quiero que me prestéis mucha atención.
Ahora mismo, el fichero maestro con el que el escritor ídem al fichero plasma sus libros es un activo digital del que es dueño don Arturo. Ese archivo, lo que es la secuencia de bits, tiene un valor tremendo para su estudio y exposición. Poder ver el número de revisiones que ha hecho, el número de correcciones, el número de letras, la forma en la que indenta el texto, la manera en la que trabaja, los horarios, etcétera, es como poder estudiar cómo Miguel Ángel hacía sus correcciones en sus frescos, pero mirando ese archivo.
Y ese archivo es un activo digital del que es dueño don Arturo Pérez-Reverte, como lo es Jack Dorsay del primer tweet que publicó en la red social Twitter y vendió por 2.9 millones de dólares. ¿Y por qué valió tanto un simple tweet? Pues porque ese tweet es parte de la historia de Internet, y una persona, solo una, tiene los derechos sobre él. Para exhibirlo en un museo en el futuro, para conservarlo, para venderlo. Es su activo.
Claro que hay copias, pero en un mundo en el que estamos yendo a una economía digital 100%, los activos digitales van a ser respetados por los mundos virtuales del Metaverso. Así que, imaginaos que en esos mundos virtuales alguien quiere hacer un museo de arte digital, y quiere cobrar por la entrada igual que cobran los museos en el mundo físico. Es decir, te pones tus gafas de realidad virtual, entras en la sala del museo y ves las obras digitales expuestas. Y entre ellas, flipa, el primer tweet que se escribió en la historia de la humanidad.
Para ello, como decía yo en mi artículo sobre los NFTs (Non-Fungible Tokens) y el Registro Mundial de Activos Digitales, es necesario que los mundos virtuales del futuro Metaverso no permitan usar activos digitales si el que los usa no es el dueño de ellos, lo que hace que valgan mucho dinero.
Pues bien, ¿cuánto podría valer la copia binaria del fichero en la que don Arturo Pérez-Reverte ha escrito El Italiano, y que solo uno sea dueño de eso? Con sus bytes, sus metadatos, sus correcciones, su tipografía, su indentación, sus notas, sus horarios de trabajo, sus mínimos detalles que nos permitan estudiar y entender más sobre la mente detrás del maestro. Pues mucho dinero. Y, por supuesto, yo querría tener un NFT único de don Arturo Pérez-Reverte, como muchos de vosotros.
Pero para poner otro ejemplo, la obra de Okuda. El genial artista del color. Sus obras son únicas y exhibidas por todo el mundo. Museos, colecciones privadas, etcétera. ¿Qué es lo que vale del arte de Okuda? ¿Que sea físico en forma lienzo o la composición que ha creado? Estos artistas están creando en digital ya sus obras, y una obra de Okuda en físico o una obra de Okuda en el mundo digital en forma de NFT tendrán el mismo —si no más— valor. Porque no existirá la copia física de esa obra. Será una obra que nació en el mundo digital, que podrá ser expuesta y utilizada solo por el dueño de ella. El que lo tenga en su casa tendrá un “vulgar” JPEG y no una obra original en forma de NFT.
Además, Okuda ha hecho sus obras en forma de NFT aprovechando el vídeo y la música, y son preciosas. Sus composiciones digitales valen decenas de miles de dólares, y los compradores de arte las están atesorando ya. Entrad a verlas, que merecen la pena.
Pensad ahora en un grupo de música que ha firmado miles de discos. Pensad en los Hombres G, ¿cuántos discos habrá firmado David Summers? ¿Cuántas veces ha hecho una firma física sobre un disco con la canción de «Sufre mamón» dentro? Ahora imaginad que David Summers solo firma una vez en el mundo digital la maqueta de la canción de «Sufre mamón». ¿Cuánto vale su posesión?
El expolio de los activos digitales
Por supuesto, puedes tener una copia del libro de El Italiano. Son unos 20 €, puedes esperar una cola y pagar la entrada de una feria donde el maestro vaya a firmarlos e invertir un poco más de tiempo y dinero por tener la copia firmada, pero si solo una persona puede tener una copia del fichero .DOCX de El Italiano firmada por Arturo Pérez-Reverte y vendida en forma de NFT a un dueño… ¿cuánto pagarías? Yo te aseguro que yo pagaría mucho más de 20 € por tener esa copia en posesión única para mí.
Así que creo que es bueno que de los grandes maestros comencemos a hacer un patrimonio digital de sus activos, pues sería una pena que se perdieran esos ordenadores donde trabajan Pérez-Reverte, Vargas Llosa, Juan Gómez-Jurado, Rodrigo Cortés, Salvador Larroca y compañía. O mucho peor, que comenzaran a aparecer los compradores de ordenadores viejos, como los buitres que se dedicaban a comprar las bibliotecas de los fallecidos.
Como sucedía en El Club Dumas, donde se buscaban los incunables, en el futuro cercano pueden aparecer los buitres de los activos digitales que compren a 500 € un ordenador viejo para expoliar los activos digitales y ganar mucho dinero vendiéndolos en forma de NFTs. Así que, si quieres conservar tus activos digitales, ponte manos a la obra, que puede que “tus incunables” sean expoliados. Recuerda, el futuro está por hackear.
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