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El hermano de Manuel Machado - David Bowman - Zenda
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El hermano de Manuel Machado

Pues lo tuvo. Junto a los dos hermanos forman muchos más poetas, poetas de verdad, pues no hay poetas buenos y malos: los “malos” no son poetas. Una abundancia que hace que sea imposible acceder a todos y que a veces llamen al siglo XX Segundo Siglo de Oro: empieza con Rubén, que no era...

Si eres poeta y te llamas Machado, pero no Antonio, tienes un problema. Antonio figura entre lo mejor del siglo XX: Machado, a secas, será siempre él. Hay una celebrada ironía, atribuida a don Jorge Luis, que pretende llamar la atención sobre ese otro Machado, también poeta, que no se llamó Antonio. “No sabía que Manuel Machado tuviera un hermano”.

Pues lo tuvo. Junto a los dos hermanos forman muchos más poetas, poetas de verdad, pues no hay poetas buenos y malos: los “malos” no son poetas. Una abundancia que hace que sea imposible acceder a todos y que a veces llamen al siglo XX Segundo Siglo de Oro: empieza con Rubén, que no era español, pero como si lo hubiera sido (“ya suenan los claros clarines”), y se despide con los gigantes de la Foto de Collioure (“arboles abolidos, volveréis a brillar”). El siglo XX español dio tanto poeta que te pones a decir versos y no paras. “Hoy me vino volando el mapa de España…”, “Polvo, sudor y hierro…”, “Un día, tú, ya libre…”, “…me iré y se quedarán los pájaros, cantando…”.

"A base de picar en la mina, el hermano de Manuel Machado alcanzó la entraña de la lengua"

Una inmensa biodiversidad de gran riqueza sobre la que se alzan dos cimas impactantes: el Cancionero y romancero de ausencias, de Miguel Hernández (“muerto mío, muerto mío, haces caliente el frío”), y el salvaje Campos de Castilla, del hermano de Manuel Machado (“un trozo de planeta por donde cruza errante la sombra de Caín”). Sacudidos por descargas de alto voltaje, ambos libros alcanzan la máxima expresividad usando un mínimo de recursos. Y un derroche de sabiduría. O de audacia. En Campos de Castilla, el hermano de Manuel Machado renuncia definitivamente al arabesco, “traiciona” a su adorado Rubén y, de algún modo, a su propio hermano, y se va a vivir en el lado sencillo de la vida. Toda la poesía que ha venido después, empezando por la de los “chicos” del 27, se ha mirado consciente o inconscientemente en las páginas depuradas de artificio de ese libro que cerró una época de un portazo. “Sobre el olivar se vio a la lechuza volar y volar”: nada del otro mundo, al contrario, tan de éste que ningún poeta ha logrado permanecer a ras de tierra con tanta brillantez tanto tiempo. Al hermano de Manuel Machado le bastan cuatro poemas soñados, no pensados ni escritos, para quedar como los atletas de leyenda: dos milésimas por delante.

Su aparente desapego es “apego” a la lengua. Más: al habla de la gente. No, en todo caso, al elaborado “modernismo” (repentinamente viejo por su culpa) ni a “lo esencial castellano”, como se ha dicho, campanuda expresión que en algún momento usó él mismo (los autores se equivocan lo indecible al juzgar su propia obra). A base de picar en la mina, el hermano de Manuel Machado alcanzó la entraña de la lengua, de donde la sacó limpia, pura, clara y directa. La cima de su estilo sería el “sencillo” poema Campos de Soria, uno de los mejores del libro y de toda su producción, por no decir de toda la literatura española. Cada una de sus palabras, escogidas con mimo, es rica y precisa. “Es la tierra de Soria árida y fría”, empieza, para acabar, una buena porción de versos más tarde, con una explosión: una célebre y exaltada bendición urbi et orbe.

“¡Gentes del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de luz y de riqueza!”

"El hermano de Manuel Machado fue un rebelde que jamás transigió con la impostura ni con el alambicamiento"

En esta épica invocación celtibérica, ubérrima y pagana (y, a la vez, modesta y humilde) uno cree adivinar, por un lado, el eco optimista (y, por supuesto, modernista) del ínclito Rubén y, por otro, que el hermano de Manuel Machado juega en otra liga. Y no por “rojo”, como se ha insinuado, sino por poeta. Modernista y tradicional. Realista y simbolista. Popular y culto. Sencillo y complejo. Castellanote y sevillano. Directo y, a la vez, atormentado. “Vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas”. Poeta geográfico, poeta pintor, poeta de la subjetividad y también de la objetividad. “El horizonte cerrado por colinas oscuras, coronadas de robles y de encinas; desnudos peñascales, algún humilde prado…”. El hermano de Manuel Machado fue un rebelde que jamás transigió con la impostura ni con el alambicamiento. Por descontado, no duerme el sueño eterno en Collioure ni en ningún lado. Hecho luz, está bien despierto y en estos tiempos rácanos de oscuridad y estulticia nos ilumina desde el centro del Universo. Antonio Machado vive y algunos, incluso, lo oímos respirar.

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NOTA. Excelente la edición de Campos de Castilla que ha hecho Reino de Cordelia con un cuerpo respetable, papel de lujo y texto garantizado por Luis Alberto de Cuenca. ¿Qué más se puede pedir? Un tomo vistoso y atractivo que apetece manosear y releer veinticuatro horas al día los trescientos sesenta y cinco del año.

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David Bowman

Autor de una novela, Juana La Maliciosa, y de otra en fase de preparación que, Dios mediante, se titulará Libre, David Bowman es, sobre todo, un personaje de las novelas que él mismo escribe. Nacido en Edimburgo hace ya una porción de años, aunque ni él mismo sabe cuántos, ejerce de profesor en la Cahill University. El astronauta de su mismo nombre, desparecido en el espacio en 2001, era primo suyo.

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Excelente artículo sobre uno de nuestros mejores pintores de siempre. Visitar el museo Sorolla, que fue su casa, es una delicia. Arte en sus cuadros y arte en su forma de vivir y en las cosas de que se rodeaba.

Atípico a su época, no necesitó militar en las vanguardias artísticas para pintar la vida, el mar, la luz. Especiales y diferentes sus cuadros, reconocibles dentro de ser espectaculares, encontrando la originalidad sin aspavientos y sin inventos de visión irreconocible, con un cierto impresionismo especial. No necesitó intentar representar el todo para no representar nada. No necesitó divagar hacia esquizofrenias imposibles como muchos de sus contemporáneos, caídos en las redes de la moda.

Una isla de pintura naturalista, sin serlo, una isla de belleza en las formas, en el paisaje y en las representaciones del pueblo y de su vida, una isla de equilibrio compositivo y de etéreas representaciones del aire y de la luz.

Insuficientes los homenajes en su centenario e insuficiente la repercusión mediática que se le está dando que no presta suficiente atención a todo lo que no sea morbo y ruptura. Quizás molesta que su vida fuera feliz, normal y sin aspavientos erótico-etílicos.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Hace muy poco que he estado, una vez más, en la casa-museo de Sorolla. Ahora mismo está orientada en una exposición temporal con textos de Manuel Vicent, complemento perfecto.

Visitar esta casa es meterse de lleno en el mundo de 1900, en su ambiente, sus muebles, su atmósfera. Pasear por los cuadros es introducirse en la vida mediterránea de principios del XX. Todo ello, es un viaje en el tiempo. Nostalgia de todo aquello que nunca debería haber cambiado o quizás si. Formas de vida, gentes, vestidos y paisajes ya perdidos. Testimonio.

Pasear por el jardín es una delicia, escuchando el sonido de los chorros de agua de las fuentes y la perfecta decoración de mosaicos y plantas. En tiempos, y sin todo el entorno actual que rodea la casa, debió ser un pequeño paraiso.

Merece la pena visitarla.

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