El Heavy del Bigotón y el carrusel de las reseñas

¿Quién vigila al vigilante, quién cultiva al agricultor, y quién critica al crítico? Porque el Heavy del Bigotón recordaba perfectamente, y si no para eso estaba la hemeroteca, cómo sus primeros LPs fueron ensalzados por la crítica, que destacaba el que no se amoldara al formato single sino que tuviera la osadía de componer canciones de 15 minutos, alababan su virtuosismo y la espectacularidad de sus conciertos; los mismos periodistas que a partir de 1977 le tacharon de dinosaurio por no ceñirse a un formato de canción de 2-3 minutos, que le catalogaron como pretencioso por exhibir su pericia instrumental y como artista circense por las escenografías que montaba en sus tours. Cuando a principios de los 80 triunfó entre el público más metálico, desapareció para la prensa generalista, que dejó de hablar de él, aunque seguiría apareciendo en las revistas dedicadas al hard rock; revistas que entonces lo ensalzaron pero que a principios de los 90, con el advenimiento del grunge, comenzaron a definirlo como fósil: lo cual coincidió con que volvió a hablarse de él en los medios más importantes, al reivindicarse su papel de pionero. Y este carrusel de opiniones cambiantes continúa hasta el día de hoy, mientras que el Heavy del Bigotón, inamovible, continúa a lo suyo, dando a las reseñas únicamente su valor justo: sabe que si su madre, cuando él era un niño, hubiera hecho caso a sus primeras críticas culinarias y por ellas hubiera dejado de prepararlas, a él nunca le habrían acabado gustando las lentejas.