John Milius nunca ha tenido buena prensa, ni su nombre se suele pronunciar con frecuencia o admiración en los círculos cinéfilos. Además, su filmografía es muy reducida, y si El viento y el león, junto con Robin y Marian y El hombre que pudo reinar reabrieron la puerta de un cine clásico de aventuras, y gozó de cierta fama, no es menos cierto que el resto de su obra se desconoce y apenas recibe atención, pese a un debut muy hawksiano con la excelente Dillinger, similar al impacto que obtuvo en su momento Conan, el bárbaro, que rodó aquí en España, como lo hizo con El viento y el león. Milius es, desde luego, un tipo cuando menos singular y peculiar, muy conservador en ideas y apuestas vitales, vinculado a la Asociación del Rifle norteamericana. Su película Amanecer rojo, una distopía política y aventurera sobre la conquista de Estados Unidos por la URSS, fue saludada con hostilidad crítica, sin fijarse en sus posibles méritos, que los tenía, de guion y puesta en escena. Aún menos conocida es su participación como guionista, un oficio por el que siempre fue muy apreciado en Hollywood, y que dominaba por su cultura —su conocimiento de la Historia norteamericana es notable—, su capacidad en la construcción de personajes complejos y la potencialidad visual de sus imágenes. Sus tareas de escritor de películas pudieron cambiar la perspectiva de una película legendaria como Apocalypsis Now, cuyo primer guion escribió, concibiendo esa epopeya en la guerra de Vietnam como una paráfrasis de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, dirección que si no anuló por completo, sí que cambió, y me temo que no para bien, Francis Ford Coppola. Y ya que hablamos de Conrad, poca gente ha visto Adiós al rey, una película que Milius se fue a rodar al Extremo Oriente y que tiene un perfume conradiano y a la vez claramente shakespeariano, con otro hombre blanco perdido en una jungla a la vez virginal, primitiva, violenta y ritual, que rodó en medio de accidentes sin nombre que nos relataba a los amigos Gil Parrondo, al que Milius adoraba desde el rodaje de El viento y el león, con su sabia ironía y afecto habituales.
Esa admiración y el instinto del cinéfilo que husmea siempre que puede las huellas de aquellos directores que aprecia, como es mi caso con John Milius, me permitió descubrir cómo se estrenaba El gran miércoles, en pleno verano y casi de tapadillo, por lo que tras azarosa busca del cine que en Málaga se exhibía, con una ciudad dormida en el calor del estío, y en una sala semivacía, pude disfrutar, en pantalla grande, de una espléndida película, muy autobiográfica, personal y generacional, que solo he visto en alguna otra ocasión en la televisión, aunque ahora se puede ver en DVDs y en plataformas. Les insto a que si les gusta el cine físico, de impacto directo, sincero, clásico hasta la médula, no dejen pasar la ocasión de verla.
El gran miércoles forma parte de un grupo de películas como The Last Picture Show, American Grafitti o Easy Rider, que exploran esa quiebra generacional que a fines de los años 50 y 60 se fue abriendo en una sucesión de generaciones que veían cómo la sociedad, particularmente la urbana, padecía los desajustes de un tiempo de cambios sociopolíticos y económicos muy drásticos. Hay en todas ellas como un desinflamiento melancólico de ilusiones personales y existenciales perdidas, una lucha entre los valores tradicionales, en los que fueron educados y contra los que se rebelan, y el magma un tanto anárquico de las razones, menos o ninguna reglas, especialmente morales, máxima individualidad sin ataduras para vivir, y ninguna obligación laboral o afectiva. Música, drogas, deportes, fraternidad sin barreras, velocidad existencial, hippies y liberación sexual, emocionalidad en todo. Y muy al fondo y poco a poco la guerra, el Vietnam, la llamada a filas, las deserciones o las falsificaciones de razones y causas para eludir el alistamiento.
Todo eso cuando se mira a California años 60, pongamos Beach Boys, Mamas and the Papas, pop, Berkeley, hierba y surf, cabalgar sobre las olas del Pacífico como última frontera de riesgos e individualidad. Eso es El gran miércoles, una emocional ventana abierta de par en par a esa época y a la gente que la pobló, una historia sobre tres amigos, cuyos diferentes caracteres condensan a su manera toda una generación, tres tipos muy libres, a la que aportan fisicidad total, frescura y libertad: Jean-Michael Vincent, William Katt y Gary Busey, cuyas ataduras de amistad, amor, tradiciones y traiciones configuran su destino.
Son tres historias sobre las que volvemos en un tercio final de película lleno de pathos, de sentido litúrgico, con la catedral de las enormes olas del Gran Miércoles, la ballena blanca de Moby Dick, el tesoro de Sierra Madre, la última batalla mejicana del Grupo Salvaje, la última frontera de un tiempo muy breve, efímero como cualquier juventud vivida a la velocidad en que debe vivirse, tan efímera como persistente en nuestros recuerdos. Para siempre.
John Milius filma todo eso con el vigor desafiante de Huston, el estoicismo elegante de Hawks, con la emoción poética de John Ford, con la salvaje libertad de Raoul Walsh, lo que no quiere decir que los copie ni en un solo fotograma, pero todo eso está ahí, detrás de cada gramo de nitrato de plata del celuloide en que se imprimió El gran miércoles, una suerte de grabado lleno de vida, de esos tipo Halcón maltés, ya saben, del material del que están hechos todos nuestros recuerdos y sueños.
******
Big Wednesday (El gran miércoles, 1978). Producida por Buzz Feitshans. Dirigida por John Milius. Guion de John Milius y Dennis Aalberg. Fotografía de Bruce Surtees. Música de Basil Poledouris. Montaje de C. Timothy O’Meara y Robert L. Wolfe. Interpretada por Jean-Michael Vincent, William Katt, Gary Busey, Patti D’Arbanville, Lee Purcell, Sam Melville, Robert Englund, Barbara Hale, Darell Fetty, Gerry Lopez. Duración 120 minutos.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: