En más de una ocasión hemos oído en la radio y en la televisión hablar de un futbolista como si en vez de ser un ser humano fuera un coche o una moto. Es cuando el comentarista de turno se ha sentido creativo y ha soltado la frase: “Fulanito está funcionando con gasolina súper”, en el caso de que esté corriendo mucho; o, por el contrario, “se le está acabando la gasolina”, si está lento. Es la deshumanización del deporte por parte de un zascandil que cree que la evolución humana depende de lo que él diga.
Confío en que no les parezca a ustedes otra sansirolada derivar ahora por otro camino que nos lleva hasta las competiciones en el circo romano. Las aventuras de Astérix y Obélix no son para niños. Son para adultos que ya están hechos y torcidos. La primera historia de estos dos personajes de la Roma del emperador Julio César apareció en 1959. Sus autores fueron René Goscinny y Alberto Uderzo. El primero escribió el guión y el segundo dibujó la historia. Goscinny murió en 1977 y Ucedo se quedó sin guionista, pero siguió, durante 42 años, escribiendo con otros dibujantes colaboradores las ingeniosas aventuras de los dos personajes, uno pequeño y listo, y otro enorme y torpón —ambos una especie de homenaje de don Quijote y Sancho— que triunfaron desde el primer momento en las librerías. Triunfaron porque las historias de Astérix y Obélix eran historias para adultos que podían leer los niños. También murió Uderzo, en 2020, no del coronavirus sino de un infarto, a los 92 años en Neuilly, Francia.
En el cómic titulado Astérix en Italia —aquí está el meollo del cogollo del bollo— publicado en 2017, varios años antes de que adquiriera fatal popularidad el término “coronavirus” aplicado al covid-19, aparece un personaje llamado “Coronavirus”. ¡Como lo oyen! Es un romano que se dedica a las carreras de cuadrigas y lo hace oculto tras una máscara de oro, por lo que nadie conoce su rostro. Quizá los creadores de esta historia sean los guionistas contratados por la editorial Hachette, Jean Yves Ferri y Didier Conrad. No me entusiasman tanto las historias de Astérix y Obélix (que han sido traducidas a 111 idiomas) como para perder el tiempo despejando esta incógnita. La dejo a la voluntad de quien leyere. Pero lo del romano corredor de cuadrigas de Fórmula 1, que funcionaba con gasolina de caballo, me parece cosa de Ferri.
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