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El Club Dumas, treinta años de felicidad - Zenda
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El Club Dumas, treinta años de felicidad

Ese libro, esa novela, era El club Dumas, uno de los libros con los que más he disfrutado en estos 30 años de vida, un libro apasionante en el que no se deja de descubrir cosas nuevas, materia que aprender, elementos para avanzar en el mundo que contiene, en todo lo que puede ofrecer, que...

Recuerdo muy bien un día de 1993: pudo ser perfectamente primavera. Una amiga, una compañera de COU, Mónica Negro, vino hacia mí y hacia otros compañeros que hablábamos en un descanso de las clases, en mi colegio, en el pasillo que comunicaba las aulas, y me dijo, entusiasmada: “Eduardo, estoy leyendo un libro que mientras lo leo me digo a mí misma: “Este libro le va a encantar a Eduardo.”” Y, efectivamente, cuando lo terminó me lo prestó y lo leí, y me encantó. Mis amigos me conocen mucho mejor de lo que yo creo, quizá mejor que yo mismo.

Ese libro, esa novela, era El club Dumas, uno de los libros con los que más he disfrutado en estos 30 años de vida, un libro apasionante en el que no se deja de descubrir cosas nuevas, materia que aprender, elementos para avanzar en el mundo que contiene, en todo lo que puede ofrecer, que es mucho. Yo lo he leído, si no llevo mal la cuenta, tres veces, y ahora para escribir este artículo lo he revisado con bastante profundidad, y siempre tengo la sensación de que progreso mucho en sus contenidos, en su significado, en su propuesta de juego y de aventura. En realidad, es ahora cuando tengo la sensación de que lo entiendo bien, pero es probable que esta sensación ya la haya tenido antes, y que la tendré más adelante, dentro de un tiempo, cuando vuelva a él. Como los textos de Borges, como un laberinto, como un juego de espejos, es infinito, no se acaba de leer nunca, de recorrer nunca, y eso es un gran atractivo. De algún modo, sí, es el “Libro de arena” borgeano. Tal vez todos los libros lo sean.

"Alfaguara ha publicado ahora una edición especial de 30 aniversario que es una auténtica belleza. Pretendiéndolo o no, continúa el juego del libro"

Pero éste tiene de todo, lo serio y lo jocoso, lo formal y lo informal, es mezcla de varios géneros literarios, tiene algo de ensayo, sobre los temas que trata, los libros, Dumas, los folletines, el diablo, etc.. pero al mismo tiempo es un gran thriller, un libro apasionante que nos atrapa y nos lleva a su desenlace con los ojos pegados a sus páginas. Es un libro para perderse en sus páginas, para abrirlo al azar y leer por cualquier parte, pues cualquier página nos dice algo interesante, un matiz que no conocíamos, que  nos había pasado desapercibido. Y así, efectivamente, hasta el infinito.

Alfaguara ha publicado ahora una edición especial de 30 aniversario que es una auténtica belleza. Pretendiéndolo o no, continúa el juego del libro, pues el mismo ejemplar que tenemos en las manos, por cierto numerado (son 9.000 ejemplares numerados, el mío es el 1.932), remeda los tres ejemplares de Las Nueve Puertas del Reino de las Sombras del interior del libro. Tiene tapa dura y sobrecubierta, en negro, con letras doradas y un pentáculo en la portada. Es un libro grande, hermoso, con menos páginas, porque son más grandes, que la edición original. Lleva un prólogo muy narrativo de Pérez-Reverte, “30 años después”, que recuerda a ese Veinte años después que continuaba las aventuras de Los tres mosqueteros, en el que Boris Balkan cuenta cómo va a tomar algo con los personajes del libro, 30 años después, al bar de Makarova, la amiga de Lucas Corso.

La editorial, sin duda para enriquecer todavía más la nueva edición, ha incluido nuevas ilustraciones, nuevos dibujos que sin embargo tienen un sabor muy antiguo. En fin, este nuevo Club Dumas es el mismo de siempre pero con un nuevo ropaje que lo hace todavía más atractivo, para los que ya conocemos el libro y para los nuevos lectores que sin duda encontrará. Porque los temas de El club Dumas no son de ayer ni de hoy, son de siempre, muy permanentes, y las historias son universales, no se pasan si están bien contadas, y todos sabemos que Pérez-Reverte es un gran contador de historias, un maestro en el arte de contar historias. Las conoce muy bien porque las ha leído mucho, las ha estudiado, como lector y como escritor: se ha divertido mucho con ellas, leyéndolas y escribiéndolas. Y todavía más, las ha protagonizado en su propia vida, como periodista, corresponsal de guerra y viajero.

"El novelista disfruta mucho, muchísimo, y transmite esa sensación al lector"

Hace no mucho tiempo Pérez-Reverte me firmó uno de los ejemplares que tengo de El club Dumas —tengo tres, gozosamente, como una forma incipiente de bibliofilia—, y me escribió las siguientes palabras: “A Eduardo, que es mi amigo, ésta que sigue siendo mi novela favorita. Con un fuerte abrazo. Arturo Pérez-Reverte.” También ha dicho algunas veces que es la novela con la que más disfrutó escribiéndola, y es que yo pienso que uno de los secretos del éxito de nuestro escritor, secreto que no es secreto, es lo bien que se lo pasa escribiendo y cómo es muy capaz de transmitir esa diversión al lector. Es decir, el novelista disfruta mucho, muchísimo, y transmite esa sensación al lector. Sospecho que esto suele suceder cuando se escribe gozando con lo que se está escribiendo, incluso gozando del propio acto de la escritura, y creo que tiene algo que ver con esa otra idea que repetía Francisco Umbral: “Lo que está escrito con facilidad se lee con facilidad”. Ahora diríamos: “Lo que se ha escrito con diversión se lee con diversión.”

Arturo Pérez-Reverte ha aprendido de la alta cultura y de la llamada cultura popular. Ha aprendido mucho de los clásicos y de los modernos, desde los grecolatinos, que le apasionan, a los actuales best-sellers. Por eso tiene la habilidad de juntar todo lo que ese caudal de literatura puede ofrecerle para su propósito, que es contar historias, historias que en un primer momento le diviertan a él como escritor —y yo diría que como lector, pues antes se documenta mucho para escribir sus libros—, y que luego diviertan a sus lectores. Su gran éxito podríamos decir que consiste en que ha logrado los dos objetivos: se ha divertido mucho escribiendo sus textos, y se sigue divirtiendo, y tiene millones de lectores en todo el mundo, que siguen sus libros y sus artículos con gran fruición.

Juan Ramón Jiménez decía que los libros, leídos en ediciones diferentes, resultaban libros diferentes. Ésa es precisamente la sensación que he tenido al leer El club Dumas en esta nueva edición, muy especial, muy trabajada con esmero, que ofrece Alfaguara de uno de sus grandes clásicos, clásico moderno pero clásico. He tenido la sensación de leer un libro distinto, aún leyendo la misma historia y a los mismos personajes. Y yo creo que esta nueva edición me ha ayudado a profundizar en este libro tan complejo que es El club Dumas. Esta novela no se acaba de leer nunca, nos acompaña a través de la vida, va cumpliendo años con nosotros. Ahora son 30, y los celebramos con gran alegría. Pero en el futuro serán más, crecerá con nosotros, sus lectores, y a medida que nosotros vayamos ganando en vida y saber la propia novela lo hará también. Creo que es una de las virtudes de los grandes libros, y para mí El club Dumas lo es. Los grandes libros están vivos. Sus mundos laten, por siempre, como el corazón de sus lectores.

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Eduardo Martínez Rico

Nació en Madrid en 1976. Se licenció en Filología Hispánica en 1999 por la Universidad Complutense de Madrid, y se doctoró en Filología, por la misma Universidad, en 2002. Es autor de 17 libros publicados, de novela, biografía y ensayo. Entre sus obras se pueden citar las novelas históricas Cid Campeador y Fernando el Católico. El destino del rey, su ensayo La guerra de las galaxias. El mito renovado y su biografía Pedro J. Tinta en las venas. Ha sido profesor del Instituto de Empresa y de la Universidad de Mayores del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras de Madrid (Literatura Española).

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Javier Quiñones
Javier Quiñones
4 meses hace

Entrañable carta, me ga gustado mucho. Yo también he leído mucho a Muñoz Molina y me parece un escritor muy notable. Por un momento, mientras leía tu carta, he pensado en la carta que Molina escribió en su día Juan Marsé. He visto algún punto de contacto entre ambas. Enhorabuena por tu carta. Es muy buena. Saludos cordiales.

Raoul
Raoul
4 meses hace

Vaya, y yo que intenté cuatro veces leer El invierno en Lisboa, hasta que lo dejé por imposible y lo vendí en una librería de viejo, ya que aquello me pareció una especie de Graham Greene del pobre con una trama sin el más mínimo interés, unos personajes tópicos de comportamientos previsibles y nombres estúpidos (Floro Bloom y Santiago Biralbo se llamaban dos de ellos, si mal no recuerdo), un estilo pomposo, ridículo y pretendidamente evocador, y un tono supuestamente melancólico y totalmente impostado: una obra maestra de la literatura, vamos. Lo que me sorprende hoy es que hace años leí varias novelas del insigne escritor: Beltenebros y El guardian del secreto no me parecieron tan malas como la otra, aunque sí muy mediocres, otra cuyo título no recuerdo la dejé después de haber leído diez páginas porque buscaba un tono humorístico a lo Eduardo Mendoza que producía vergüenza ajena (hasta sus admiradores reconocerán que Muñoz Molina no está dotado para el humor), y sobre Ventanas de Manhattan mejor correr un tupido (y piadoso) velo. De esta última leí una crítica, que sería interesante recuperar, en el blog Lector malherido, donde Alberto Olmos, con acierto y agudeza, la ponía de vuelta y media (¿era ahí donde decía que Muñoz Molina parecía un intento de Javier Marías pero escribiendo mal?). De los artículos para El País que perpetra de vez en cuando el genio de Úbeda, son llamativos el empalagoso tono relamido cuando escribe sobre literatura y los intentos de nadar y guardar la ropa cuando decide pontificar sobre política. Si a eso sumamos que allá por los años noventa lo vi en un coloquio del programa de Garci, tras la proyección de Bienvenido, Mister Marshall, en el que, imagino que impactado por la impresión que le había producido la película, interrumpía a sus contertulios y se comportaba como nunca debe uno comportarse en una charla de ese tipo, considero, al contrario de lo que opina el autor de la carta, que Antonio Muñoz Molina es uno de los bluffs más evidentes del mundillo literario español de los últimos cuarenta años.

errefejota
errefejota
4 meses hace
Responder a  Raoul

Un escritor absolutamente sobrevalorado porque supo arrimarse a la izquierda de El País. Intenté leer alguna cosa que apenas recuerdo antes de Ardor guerrero, donde ya dije: escribe tan feo como es su cara. Casualmente, yo le seguí los pasos unos meses más tarde de pasar por el CIR de Vitoria y luego ser destinado a Burgos, creo. Yo acabé en Bilbao, que para todo hay clases. Su descripción de lo que vivió era tan superficial y estúpida que me alegré de habrer pillado el libro de una bibilioteca y no haberme gastado mis dineros. Para mí, como siempre fue un enchufado, estuvo unos días por allí y luego volvió con su mami. Después, he intentado leer algún artículo (en Lo País) y no puedo con el tipo. Todo es tan monótono como su voz que nunca dmodula. Y es que es muy feo, leñe. Con tanta guita cualquiera se puede hacer un chapa y pintura. Salvo él, que ya tiene su Lindo. Y lo de la carta de amor del señor escribidor se parece a alguna epístola de nuestro amado líder. En fin.

Manuel Couceiro
Manuel Couceiro
4 meses hace
Responder a  Raoul

Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio no lo vayas a decir. Que compendio de chorradas una detrás de otra. Si no te gusta, pues vale, pero aquí veo que hay inquina por algo tuyo, no de Muñoz Molina. En fin, espero que no tenga que leer este comentario tuyo.

errefejota
errefejota
3 meses hace
Responder a  Manuel Couceiro

Puestos a decir cosas obvias, pues lo que tú has escrito es un mojón. Y me quedo tan feliz, oye.

Raoul
Raoul
3 meses hace
Responder a  Manuel Couceiro

¿Y éste de dónde sale? Se ve que pasaba por aquí, leyó de un tirón artículo y comentarios y se le saltaron todas las alarmas.

Hugo
Hugo
4 meses hace

Me ha sorprendido el currículum del autor de la carta. Hasta que lo he visto, me había parecido escrita por un adolescente.

Antonio Jesús Rodríguez Guzmán
Antonio Jesús Rodríguez Guzmán
4 meses hace

Totalmente de acuerdo con lo leído. Antonio Muñoz Molina es un autor indispensable. Para mí «Todo lo que era sólido» es un título imprescindible. Sin olvidar otros títulos. Gran artículo ensalzando su figura.

Sicópato
Sicópato
4 meses hace

Tono reverencial, subordinado.

Luis G. Redondo
Luis G. Redondo
4 meses hace

Aunque no todos, de los cuatro o cinco libros de M. Molina que he leído, me han resultado interesantes, entre ellos hay uno que he releído al menos cinco veces al completo, y los últimos capitulos, de esos, he perdido la cuenta. El libro es La noche de los tiempos, y para mí se trata de una obra genial. Cada vez que lo releía me levantaba emociones más fuertes, sabía qué ocurriría, pero el cuerpo ya se me preparaba para algo intenso. Ahora mismo, sólo recordarlo me emociona.
Así pues, volveré a abrirlo de nuevo este otoño, probablemente.

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