Lo siguiente es una obviedad. Vivimos en islas de plástico. En ciudades derivadas del petróleo con acumulaciones infinitas de esta cosa maleable, capaz de atragantar a todos los vertebrados marinos de la historia del planeta. Me parece divertido, de una forma trágica, con una lucidez fatalista, como la del que sabe que va a morir en los próximos segundos, pensar en cuánto plástico consumimos diariamente o se acumula en mi edificio de trece pisos de altura.
El calor, dicen por ahí, por el Twitter y los medios de prensa, está golpeando duro este año. Y quizás somos más capaces de creérnoslo —a no ser que, como los señores de los voxes, creas que el calorcico tampoco es tan malo— ante la devastación de un incendio, ante las imágenes que calcinan cualquier duda o reparo. Al menos, creo, será más efectivo que la constante repetición en la prensa de que nos vamos para el carajo, de que tu abuela se cuece en su salsa, y de que los tiburones pues que se van también de aquí. Los adultos y los críos tienen en común que cuanto más se les repita algo, peor. Ha sido divertido ver cómo los señores periodistas han pasado de bombardear a los pocos lectores que les quedan a base de noticias incompletas sobre el Covid, y han decidido regresar al Cambio Climático. ¡Han sido tres años sin Cambio Climático! Los osos polares estaban sintiéndose aliviados y Greta Thunberg tuvo que dedicarse al croché, porque ya no tenía con lo que joder. Por poco me creo que se había esfumado la historia esta, pero quia. Volvemos a tener reportes diarios del clima, de incendios, bichos muertos y esas cosas. A este paso el lector corriente de la prensa nos va a superar a los científicos en esto de la depresión.
Me pregunto qué nos pasa. Pero les miento. No me lo pregunto. Ya no me importa. Pienso en hacerme con tierra, en pescar, en cazar, en decirle al Bezos que le peten y en no comprar una sola cosa más en mi vida. Vamos, que estoy pa’ irme al monte con las cabras. Y reflexionando sobre mi entorno social, me doy cuenta de que en Europa mi postura sería diferente. Europa la secamos en el siglo XVI, y no hay madriguera en la que meterse. Puede que vivir en un país de majaretas me esté volviendo más “preper”, más pasota, o más punky. Puede que lo anterior, en lugar de alternativas, sea solo la progresión natural del camino del “preper”.
Me gustaría hacer como Thoreau, sin establecer una relación tan íntima con un hacha como hizo el señor aquel. Pero sería irresponsable. Sería cerrar los ojos. Y el caso es que mantenerlos abiertos cuesta. Toneladas métricas de plástico, monóxido de carbono, esqueletos de corales, cafeína en vena y qué sé yo qué más… Pero también por temor a que tantos otros estén reaccionando de la misma forma egoísta, desentendida, y nos encontremos con que al final el capitán del barco se tiró hace tiempo por la borda, me mantengo como una garrapata, siempre con el mismo tema. Empujando, intentando educar, salvando una colonia de coral diminuta, acumulando plástico bajo el neopreno del traje de buceo. Nadando contra la corriente. Siempre con el Cambio Climático, con la desaparición de especies, el consumismo, lo poco que me importa su derecha y su izquierda y con un recordatorio de lo hijos de puta que somos.
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