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El adversario - Alba R. Prieto - Zenda
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El adversario

Su ópera prima, más conocida como «nuevo periodismo» o «novela testimonial», fue Operación Masacre, del argentino Rodolfo Walsh (1957). Aun así, el hito mundial que todos recordamos lo consiguió Truman Capote con A sangre fría (1967). Hoy presentamos El adversario (Editorial Anagrama), del escritor francés Emmanuel Carrère, recientemente galardonado con el Premio Princesa de Asturias...

Que el true crime está de moda no es algo novedoso: a finales del 2018 dos grandes sellos editoriales de nuestro país decidieron crear colecciones específicas de crónica negra y apostar por este género, que ya llevaba con nosotros desde finales de los años 50.

Su ópera prima, más conocida como «nuevo periodismo» o «novela testimonial», fue Operación Masacre, del argentino Rodolfo Walsh (1957). Aun así, el hito mundial que todos recordamos lo consiguió Truman Capote con A sangre fría (1967).

Hoy presentamos El adversario (Editorial Anagrama), del escritor francés Emmanuel Carrère, recientemente galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Letras, y que nos relata uno de los casos más duros de la historia gala.

Allá por la década de los 70, un joven llamado Jean-Claude Romand no se presentó a su examen de segundo de medicina, por haberse quedado dormido. Este inocente suceso fue el desencadenante que originó la gestación del germen de una mentira, la ponzoña que recubriría la cáscara y se filtraría en ella hasta ennegrecerla, transformándola en una matanza atroz años después.

Los hechos 

El 9 de enero de 1993, Francia se despertaba con la noticia de una doble tragedia: por un lado, el asesinato de una pareja de ancianos y su perro; por otro, el incendio de una vivienda en la que habían muerto una mujer y sus dos hijos de 5 y 7 años. Ambos sucesos distaban 80 kilómetros. Lo que nadie esperaba en aquellas primeras horas es que esos terribles hechos estuviesen unidos por un hilo familiar: el «doctor» Jean-Claude Romand, en coma tras ser rescatado por los bomberos del hogar carbonizado.

"Intentó evitar la mirada reprobatoria de sus seres queridos, a los que decía amar, prefiriendo cometer aquellos crímenes a asumir realmente quién era"

Esto narra El adversario, la sorprendente historia de un mitómano narcisista que consiguió engañar, durante casi dos décadas, a su familia y amistades haciéndose pasar por un médico que trabajaba en la oficina de la OMS en Ginebra. Siempre reticente a vanagloriarse, lo que le otorgaba una admirada humildad entre los suyos, Jean-Claude era considerado un marido afectuoso, un buen padre y un ciudadano ejemplar. Pero todo era una farsa: Jean-Claude no era médico, no tenía trabajo, sus viajes de negocios se los pasaba haciendo tiempo en parkings, hoteles del aeropuerto o paseando por los parques del Jura.

Cuando al cabo de 18 años comprobó que su identidad, construida a base de naipes falsos, estaba a punto de desmoronarse, intentó evitar la mirada reprobatoria de sus seres queridos, a los que decía amar, prefiriendo cometer aquellos crímenes a asumir realmente quién era. Porque había un ingrediente más: la cobardía también formaba parte de su personalidad.

Familia Romand

Cadena de mentiras

«Una mentira, normalmente, sirve para encubrir la verdad, algo vergonzoso, quizá, pero real. La suya no encubría nada. Bajo el falso doctor Romand no había un auténtico Jean-Claude Romand»

"El problema fue que, tras despojarse de esa capa de impostura tras los asesinatos y descubrir su yo olvidado, allí no había nada, tan solo una vida vacía, y cinco crímenes"

En psicología, la mentira es un mecanismo de defensa que cumple la función de refuerzo negativo para evitar o retrasar algo que nos resulta desagradable. Lo que en un primer momento parece un recurso fácil se convierte en un quebradero de cabeza para el mentiroso, pues ha de mantener en todo momento la versión que ha dado de la historia. En palabras del poeta Alexander Pope: «El que dice una mentira no se da cuenta del trabajo que emprende, pues tiene que inventar otras mil para sostener la primera».

Todos engañamos, forma parte de nuestra naturaleza como seres humanos. El inconveniente radica en el momento en que nos servimos de ello para construir una forma de vida que sustituye a la realidad. Es el caso de Romand, que mantuvo durante largos años una doble vida, en la que hizo del embuste un hábito hasta acabar convertido en un mitómano. El problema fue que, tras despojarse de esa capa de impostura tras los asesinatos y descubrir su yo olvidado, allí no había nada, tan solo una vida vacía, y cinco crímenes.

«Deberían haber visto a Dios, y en su lugar habían visto, adoptando los rasgos de su hijo bien amado, a aquel a quien la Biblia llama Satán, es decir, el adversario»

La obra

El adversario ha sido mi primer contacto con Emmanuel Carrère, y debo decir que esperaba encontrarme una relación estrecha y en simbiosis entre el autor y Romand. No sería la primera vez —ni la última— que un escritor acaba «encandilado» por el asesino-psicópata que investiga, empatizando incluso con él, que no con los hechos en sí, aunque este no ha sido el caso. Carrère mantiene la objetividad que produce la distancia con el protagonista. Se cartea con él con el único fin de contar lo que sabe y profundizar en la mémoire de Jean-Claude, en su yo —que se iguala al del autor— y en su condición humana para intentar entender qué ocurrió y adentrarse en sus motivaciones: «Me gustaría que comprendiese que no me dirijo a usted movido por una curiosidad malsana o por el gusto del sensacionalismo. Lo que usted ha hecho no es, a mi entender, la obra de un criminal ordinario, no tampoco la de un loco, sino la de un hombre empujado hasta el fondo por fuerzas que le superan, y son esas fuerzas terribles las que yo desearía mostrar en acción»

La historia está escrita en primera persona, algo que para Carrère es una elección muy calculada para enfrentarse a estos hechos reales. Esa primera persona transforma al autor en narrador, el testigo que cuenta lo que sabe mientras reflexiona sobre ello. De ese modo, el lector no solo se traslada a la mente de Jean-Claude, sino también a la del escritor. 

El retratista de la mente humana

Carrère fue novelista. Antes de escribir la historia de Romand, contaba con 5 novelas, pero fue El adversario el libro que dio un giro a su carrera literaria. Decidió entonces alejarse de la ficción y de la imaginación, que ahora declara no poseer, para adentrarse en historias reales y retratarlas con su peculiar aproximación.

Sus obras son psicológicas. Intentan adentrarse en la mente del protagonista desde su posición y visión de narrador pues, como declaró en The Paris Review: «No creo que puedas ponerte en el lugar de los otros. Y tampoco deberías. Lo único que puedes hacer es ocupar el tuyo, de forma tan completa como sea posible, y decir que intentas imaginar cómo es ser otra persona, pero decir que eres tú quien debería hacerlo».

El adversario es un libro que contiene la investigación de un terrible caso, que además permite al escritor reflexionar y confesar parte de sus pensamientos a modo de memoria personal. Una narración donde también se analiza a sí mismo, haciendo un uso notable de la ironía. Todo ello está aderezado con el intento de transmitir a los lectores la emoción que siente al contar esa historia, por dura que esta sea. Tal fue la repercusión de El adversario en el mundo literario que fue llevada al cine en tres ocasiones: El empleo del tiempo (2001), El adversario (2002) y La vida de nadie (2002)

El pasado mes de junio, Emmanuel Carrère fue galardonado con el premio Princesa de Asturias de las Letras por su aportación a la cultura universal.  En palabras del jurado: «Sus libros contribuyen al desenmascaramiento de la condición humana y diseccionan la realidad de manera implacable».

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Alba R. Prieto

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Josey Wales
Josey Wales
2 años hace

Los filósofos hablan sólos. Es una de las razones por las que nadie les escucha. Nunca te paras a escuchar a quien habla consigo mismo.

elenaclasica
elenaclasica
2 años hace

Queridísimo Sergio:
Este artículo sobre el verano, la playa, la boya amarilla (en mi playa de Cádiz hay otra), los libros leídos en la orilla del mar, el sabor a sal en la piel del ser amado y como si fuera ya la cosa más natural del mundo, “Yoga” de Emmanuel Carrère, pues… es sin más una obra de arte, un regalo tan precioso y preciosista como el riesgo de vivir sin red.
En su “Elogio de lo irreparable”, el maravilloso poeta Félix Grande dice así:
Sé involuntaria. Sé febril. Olvida
sobre la cama hasta tu propio idioma.
No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.
Sé una perra. Sé una alimaña.

Resuella busca abrasa brama gime.
Atérrate, mete la mano en el abismo.
Remueve tu deseo como una herida fresca.
Piensa o musita o grita «¡Venganza!»

Sé una perdida, mi amor, una perdida.
En el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable.

Carrère en “Yoga” nos relata el valor del riesgo, un salgo al vacío: “Yo creía que mi razón era sólida, que estaba bien enclavijada en el cuerpo gracias al amor, al trabajo, a la meditación. Me decía a mí mismo que al tener una relación tan circunscrita no sólo no corría el riesgo de perder mi alma, sino que gobernaba mi vida con sensatez”. Y perdió su alma, y se hundió en el abismo de la depresión.

Observo después de una intensa sacudida eléctrica cuántas veces nos has traído, querido Sergio, personajes al borde de la locura o sumidos en ella, y cuánta lucidez se asoma en su vacío y su oscuridad. La experiencia tortuosa de Carrère delata la mentira de la sensatez, y el miedo a abandonar la hipocresía con uno mismo. Las consecuencias parecen insalvables, ¿y aquellas de conservar el alma intacta a riesgo de no haber vivido? Sigue resonando Félix Grande “en el amor no existe lo verdadero sin lo irreparable”, nadar en perpendicular. Y yo me pregunto, quien ha salvaguardado su alma ¿ha salido victorioso? ¿No habrá caído de repente en un abismo insalvable, sin regreso desde la boya amarilla? Porque malo está hundirse, pero peor está no haber nadado en perpendicular nunca en esta vida que nos sostiene y a la que sostenemos, ¿hemos de cuidarla siempre con salvavidas? ¿O hemos de vivir con el alma a cuestas y puesta en la experiencia vital real? Creo que Carrère no soportaba la idea de no dejar que su alma nadara en perpendicular. El día en que el alma se rompe, ese día se da buena cuenta de haber vivido en plenitud, y hundirse en los abismos humanos es un privilegio único.

Por otra parte, querido filósofo, como amante y practicante del yoga, por supuesto la mirada al conocimiento oriental me fascina, y el recuerdo de Schopenhauer me trae reminiscencias del amor a la contemplación al arte y al ascetismo. Maravillosa novela “Yoga”, que contempla la caída después de la contemplación. Fascinante siempre la literatura que nos regalas, maestro, no hay palabras.

Solo puedo recurrir de nuevo a la poesía, recuerdo estos versos de Tomas Tranströmer en sus “Apuntes de fuego” que dicen así:

Durante los meses tristes, centelleó mi vida solo cuando hice el amor contigo.
Como la luciérnaga se enciende y se apaga, se enciende y se apaga -a medias puede uno seguir su camino
en la noche oscura del olivar.
Durante los meses tristes, estaba el alma desesperada y sin vida
pero el cuerpo caminó directo hacia ti.
El cielo de la noche rugió.
Sigilosamente ordeñábamos cosmos y sobrevivimos.

Un abrazo gigante, querido amigo.

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