El 22 de noviembre, mi novia entró en el salón y me encontró hundido en el sofá mirando consternado la pantalla del ordenador. Se sentó a mi lado, me tomó de la mano y, con su voz acariciante, me preguntó:
—Tampoco este año —respondí.
—¿Estás llorando?
—No, es que me pica una lentilla.
—Pero si tú no usas lentillas.
—Peor aún.
Mi novia me abrazó y se quedó en silencio. Sabía que nada de lo que me dijera podría consolarme. Yo mantuve la vista en el ordenador mientras calibraba el peso de mi derrota, hecha pública en la página web de la Diputación de Alicante. Se había presentado la lista de galardonados en la tercera edición de los premios a la cultura alicantina y había vuelto a ser excluido. Por tercer año consecutivo, Alicante se negaba a reconocer mi valía. Al final me lo voy a tomar como algo personal, porque son tantos los premios a la cultura alicantina que se dan cada año que es más fácil ganarlos que perderlos.
Según nos indica la página web de la Diputación de Alicante, los premios a la cultura alicantina se distribuyen en cinco categorías: Trayectoria profesional consolidada en el mundo de la cultura, Nuevos creadores y emprendedores culturales, Innovación de la cultura a través de las tecnologías de la información y comunicación, y Promoción y difusión de la cultura popular. No os pongáis puntillosos diciendo que esto son cuatro categorías y no cinco, que son unos premios a la cultura y no al conocimiento científico.
A su vez, en cada una de estas cuatro (o cinco) categorías se otorga un premio a estos cinco sectores: Libro y literatura, Artes escénicas, Artes plásticas y visuales, Creación audiovisual, y Música. Esto nos da un total de veinte premios a la cultura alicantina que se reparten cada año. Por si fuera poco, este año se nombró a una fotógrafa alicantina Embajadora Cultural de la Provincia (¿por qué no darle en su lugar el premio de artes plásticas y visuales?) y se otorgó una mención honorífica a título póstumo a un historiador fallecido. Veintidós premios del ala solo para que el diputado de cultura pueda jactarse de que los premios a la cultura alicantina son la niña bonita de su departamento.
—¿La niña bonita no son quince?
—¿Quince? ¿Y entonces veintidós qué es?
—Los dos patitos.
—Cago en la mar, hay que recortar ocho premios el año que viene.
—¿No serán siete?
—¿Eh?
—No, nada.
Cuando hace dos años, la entonces diputada de cultura, Julia Parra, anunció la creación de unos premios a la cultura alicantina, al ver la lista interminable de categorías, pensé que no habría una segunda edición. No hay tanta cultura en Alicante para tanto premio. Pero, para mi sorpresa, el año pasado la diputada de cultura anunció que “este año los premios vuelven con más ilusión si cabe gracias a la buena acogida mostrada tanto por el público como por el sector cultural”. Y la cosa no se detuvo ahí, porque el pasado mes de noviembre, el nuevo diputado de cultura, Juan de Dios Navarro, presentó la lista de premiados de la tercera edición y señaló que “este año los premios vuelven con más ilusión si cabe gracias a la buena acogida mostrada tanto por el público como por el sector cultural”. Que dos diputados de cultura digan exactamente la misma frase cada año al anunciar un premio a la cultura lo dice todo sobre la cultura de los diputados de cultura de la provincia de Alicante.
Parece, pues, que estos premios han venido para quedarse y que seguirán repartiéndose veintidós por año. Decía Andy Warhol que en el siglo XX todo el mundo tendría un cuarto de hora de gloria. Al ritmo al que vamos, en el siglo XXI todo alicantino tendrá su premio a la cultura alicantina. Llegará el día en el que en Alicante, para cualquier trabajo, te pedirán el premio a la cultura alicantina como te piden el certificado del graduado escolar. Y al igual que ya ocurre con el graduado escolar, se dará el premio a la cultura alicantina a gente que no sabe leer ni escribir. Llegaremos incluso a darle el premio a la cultura alicantina a un diputado de cultura. El único alicantino sin premio a la cultura alicantina voy a ser yo.
Para comprender la importancia de estos galardones, tomemos un poco de perspectiva y fijémonos en otros premios. En los Nobel, por ejemplo. Estos premios, que distinguen a genios de todo el planeta, tienen una sola categoría dedicada a la cultura: el premio de literatura. Frente a esto, los premios a la cultura alicantina, cuyo ámbito queda reducido al estrecho cerco de la provincia de Alicante, otorgan sus laureles culturales cada año a veintidós ciudadanos de pro. Esto solo puede llevarnos a una conclusión, y es que Alicante es el lugar con más cultura del mundo. Ríete tú de París, Roma o Nueva York.
—Hombre, esas ciudades le pegan mil vueltas en cultura a Alicante.
—¿Ah, sí? ¿Cuántos premios a la cultura alicantina tienen entre las tres?
—Ninguno, pero…
—No tengo más preguntas, señoría.
Según yo lo veo, que se den veintidós premios a la cultura tiene un doble objetivo: que nadie cobre y que nadie hable. Si se premiara a una única persona, quedaría feo darle un diploma y mandarlo de vuelta a casa con los bolsillos vacíos, pero, al ser veintidós los premiados, se justifica por su elevado número que el premio carezca de dotación económica. Esta es la importancia que otorga a la cultura la Diputación de Alicante: que en unos premios a la cultura cobre todo el mundo —el presentador, las azafatas, los del sonido, los de las luces, los del cátering…—, todos menos la gente de la cultura.
En segundo lugar, como decía, está el problema de que la gente hable. Hay que tener mucho cuidado con esta gentuza de la cultura, que muchos ante un micrófono se van de la lengua y son capaces de denunciar que no les han asfaltado la calle, o que los niños estudian en barracones o que las listas de espera para operarse son una puta vergüenza. Si premiamos a una sola persona, tendrá que hacer un discurso, y a saber lo que dice. Así que lo mejor es premiar a veintidós y que no haya tiempo para discursos. Que suban, que cojan el diploma y que pase el siguiente. Y después nos vamos al cátering, y con la boca llena la gente ya no habla. Por cierto, esa terrine de foie tiene una pinta espectacular. ¿Os he dicho ya lo mucho que me gusta la cultura?
Como a mí también me gusta la cultura, decidí informarme más a fondo sobre los premios a la cultura alicantina, y lo primero que debo decir es que el nombre completo de estos galardones es Premios a la Cultura Alicantina Miguel Hernández. En Alicante, a cualquier cosa le ponemos la coletilla Azorín o Miguel Hernández, según salga cara o cruz. Digo yo que si a cada iniciativa cultural hay que ponerle el nombre de los dos mismos escritores, a lo mejor tanta cultura en Alicante no hay.
En segundo lugar, para poder escribir esta contrafaja con conocimiento de causa, me chupé en internet toda la gala de la entrega de premios. Como el vídeo de la tercera edición no estaba aún disponible, me vi el de la segunda edición, que para el caso es lo mismo. De hecho, la única diferencia entre la gala de la segunda edición y la de la tercera edición es que esta última volvió con más ilusión si cabe gracias a la buena acogida mostrada tanto por el público como por el sector cultural. De los 26.200 suscriptores que tiene el canal de YouTube de la Diputación de Alicante, solo 240 han visto la gala de los premios a la cultura alicantina. Hay casi más premiados que espectadores. Se nota que el interés por la cultura en Alicante es muy elevado.
El presentador de la gala de los premios a la cultura alicantina, como las frases de los diputados de cultura de Alicante, es invariable cada año. Se trata de Luis Larrodera. También es mala pata que, con la cantidad de gente de la cultura que hay en Alicante, haya que traer a alguien de Zaragoza para que nos presente una gala. Debe de ser que a todos los alicantinos de la cultura les tocaba recoger un premio y no quedaba ninguno para hacer de presentador.
Me imagino que la reunión en el área de cultura para elegir al presentador fue algo más o menos así:
—Vamos a dar veintidós premios, ni más ni menos.
—Veintidós, veintidós, veintidós.
—Jajaja, qué grandes que eran los del Dúo Sacapuntas.
—Bueno, grande grande solo era uno.
—Jajaja, oye, ¿y si llamamos al del Un, dos, tres?
—¿Quién? ¿El Jordi Estadella? ¿Ese no la palmó?
—No, el otro, el que salió en una peli de Torrente.
—Vale, perfecto. Llama a ese y vámonos a comer.
—Pero sabes quién te digo, ¿no?
—No, pero si salió en Torrente es bueno. Venga, vámonos ya, que la paella no espera.
Yo paella no tenía, pero preparé palomitas y me dispuse a ver la gala de principio a fin con Luis Larrodera repartiendo premios a tutiplén. La gala consiste en que Luis Larrodera anuncia a los premiados y se pone a aplaudir. Al ver aplaudir al presentador, la gente también aplaude. Así durante una hora. Una y otra vez se lleva a cabo la misma coreografía. Por la izquierda del escenario aparece un político provincial (al que Luis Larrodera se refiere como “el entregador” del premio) y se dirige al centro del escenario. Al mismo tiempo, por la derecha, el premiado y una azafata, que lleva en sus manos un trofeíllo, acuden al encuentro del político entregador. Entonces la azafata le entrega el trofeíllo al político, quien a su vez se lo entrega al premiado. Nótese el absurdo del papel de la azafata. ¿No podía haberle dado ella misma el trofeíllo al premiado, que camina junto a ella al centro del escenario? ¿No podía haber llevado el político el trofeíllo en sus manos desde el primer momento sin que una azafata tuviera que entregárselo? ¿Qué sentido tienen todas estas piruetas? El sentido, creo yo, es que parezca que es el político el que está recibiendo un premio. A ver si lo de dar veintidós premios es porque hay veintidós políticos que quieren hacerse una foto.
Por cierto, no sé si alguien se ha parado a pensar en lo mal que suena llamar “entregador” a un político. Si ese político es un entregador, ¿cómo debemos llamar a la azafata que le facilita el trofeo? ¿Conseguidora?
En cuanto a mi valoración sobre la gala, no creo que sea necesario expresarla porque el propio Luis Larrodera, al final de la misma, se encarga de decirnos cómo ha sido: “Ya hemos terminao, ¿eh? Que cuando habéis venío, más de la mitad decíais: “Buah, esto va a durar…” No, que lo hemos hecho ágil, y sobre todo lo hemos hecho emocionante, emotivo y sincero, y se ha reconocido aquí, en este escenario, el valor de la cultura de Alicante.”
Desgraciadamente Luis Larrodera tenía razón. Si algo se había hecho en ese escenario, era reconocer el valor que se le da a la cultura en Alicante.
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