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DJ Nano: "El éxito es tener la vida que quieres tener, y yo la tengo" - Zenda
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DJ Nano: «El éxito es tener la vida que quieres tener, y yo la tengo»

DJ Nano acaba de publicar, con Miguel Ángel Bargueño, "Al otro lado de la cabina" (Cúpula, 2021), una (auto)biografía heterodoxa, nada complaciente, que ofrece una postal detallada del ecosistema social y sonoro en el que se forjó.

José Luis de los Cobos Garaña (Madrid, 1977), o sea, DJ Nano, sabe lo que es acariciar la gloria actuando, por ejemplo, para 12.000 personas en IFEMA, pero hizo callo haciendo cuatro o cinco bolos por noche en antros que se hacían llamar “discotecas” sin serlo, bajo vigas que amenazaban, literalmente, con desplomarse sobre las cabezas del personal. Miembro de una familia “muy católica, apostólica y romana”, se enamoró de la música en la casa de su tía Tara, escuchando durante “horas y horas” a David Bowie, Bruce Springsteen o Dire Straits. Fue grafitero y legionario. A principios de los 2000 “pinchaba en todas partes”. En 2002 creó su fiesta más emblemática, “Oro viejo”. Ha publicado varios discos y extendido su buena nueva electrónica por Francia, Bélgica, Alemania, Italia o Portugal. Presentador y director del programa World dance music en Los40, acaba de publicar, con Miguel Ángel Bargueño, Al otro lado de la cabina (Cúpula, 2021), una (auto)biografía heterodoxa, nada complaciente, que ofrece una postal detallada del ecosistema social y sonoro en el que se forjó. Conversamos en el reservado de la azotea del Hotel Riu Plaza de España, desde donde casi se ve Gibraltar.

—Nano, ¿cuántos pares de zapatillas tiene?

—Esa es una gran pregunta, de la que no tengo respuesta. Ni lo sé ni quiero saberlo. Sí que te puedo decir que ronda, y creo que supera, los mil pares, pero ya no quiero saber más.

—¿Y cómo han sido los caminos por los que ha transitado con esas zapatillas?

"Creo que tengo una vida muy vivida. He caminado muchísimo, he ido por muchísimos sitios"

—Pues hombre, he transitado por caminos maravillosos y por otros no tan maravillosos. Al final, creo que tengo una vida muy vivida. He caminado muchísimo, he ido por muchísimos sitios. La verdad, tengo una vida con momentos muy distintos, nada típica. Por tanto, los caminos han sido muy distintos.

—Usted viene de una familia acomodada que, en un momento dado, pasó a no tener dinero. ¿Qué ocurrió?

—Realmente, cuando digo acomodada económicamente, no me refiero a que fueran millonarios. Tenían tranquilidad económica y, para mí, eso ya es estar acomodado. Sí es verdad que, de pronto, hubo una época en la que en mi casa dejó de haber dinero. Dejó de haber esa tranquilidad. Yo era muy pequeño y no me faltaba pan para comer, pero no podía tener, a lo mejor, otras cosas que sí tenían otros niños con los que yo iba al colegio. Sí recuerdo que no se pasaron penurias —sería injusto decir que se pasaron penurias en mi familia—, pero sí dejó de haber esa tranquilidad y esa comodidad de la que hablábamos antes.

—Su primer amor fue el grafiti, ¿verdad?

—Sí. El grafiti y el skate. Llevaba todo el día una tabla, un Posca y un spray. Es con lo que iba a todos los lados y fueron mis primeros amores.

—Y se alistó como voluntario en la Legión.

"Yo quise ser militar durante una gran parte de mi vida"

—Sí. Fui a la mili en febrero del 95, el año que me tocaba, con 18 años. Yo quise ser militar durante una gran parte de mi vida. Prácticamente, durante toda mi infancia estuve rodeado de vida militar, tanto por familia como… Yo soy del barrio de Moncloa y, entonces, era un barrio muy militar…

—Ahí está el Cuartel General del Ejército del Aire.

—Efectivamente. Las familias del Ejército del Aire vivían allí, los padres de mis amigos eran militares… Entonces, viví muchos años en ese entorno militar. Yo quería ser militar y el alistarte como voluntario a la Legión daba puntos para entrar en la Academia. Por lo tanto, me fui voluntario a Almería, a Viator, y luego, además, era la época de la guerra de Bosnia-Herzegovina, el año 95, como te decía, y me presenté voluntario para irme. Ir a la guerra también te daba más puntos para entrar en la Academia. Y ahí fue cuando se acabó mi carrera militar: tuve que venirme de Almería aquí, al Gómez Ulla, me hicieron unas pruebas médicas más exhaustivas, para ser más profesional, y detectaron que tenía un problema de asma. Yo ya sabía que lo tenía, pero no lo alegué para poder hacer esa vida militar.

—¿Cuándo encontró su vocación musical?

—La encuentro muy pronto. Fue un poquito en esa época, con 17-18 años. Al poquito de volver de la mili, me di cuenta de que, realmente, quería trabajar con música electrónica, no en discotecas, en ambientes discotequeros: a mí, lo que me llamaba la atención era la música. Me volví totalmente loco con esos sonidos, con esos ritmos, y empecé a currar como relaciones públicas, como pequeño promotor de eventos y demás, y luego pasé a la cabina.

—El coautor del libro, Miguel Ángel Bargueño, escribe que la música hizo de usted “una mejor persona en muchos aspectos”. ¿Cuáles son esos aspectos?

"La música me hizo una mejor persona porque yo, en aquella época, en esa preadolescencia y ya adolescencia, muchos de los caminos que tomaba no eran los correctos"

—A la música le debo mucho, en primer lugar, por los grandes momentos vividos con ella. Tengo una vida maravillosa gracias a la música. Y me hizo una mejor persona porque yo, en aquella época, en esa preadolescencia y ya adolescencia, muchos de los caminos que tomaba no eran los correctos. Gran parte de los amigos de mi círculo tampoco eran los correctos, me metía en muchos líos… Son cosas de la edad, ¿no? La música me hizo fijar el foco en ella y pasar de otras cosas.

—Como de la droga. En ese sentido, el Madrid de los noventa no era un parvulario.

—No. Cada época tiene su droga. Se habla mucho de la Movida madrileña en los ochenta, y, por aquel entonces, era más heroína. En los noventa, llegaron las drogas de diseño. Fue una época muy movida, ¿no? Pero no más que cualquier otra.

—Nano, ¿qué es para usted el éxito?

—En mi caso, es vivir la vida que vivo y haber vivido la vida que he vivido. Me siento muy afortunado. Para mí, el éxito no es ganar más o menos dinero, ni tener mejor o peor coche: el éxito es tener la vida que quieres tener, y yo la tengo. Y la he tenido durante muchos años. Disfruto mucho y he disfrutado mucho con la vida que he tenido y lo sigo haciendo ahora. Creo que es el mayor de los éxitos: que tu familia esté sana, tus amigos… El éxito no tiene nada que ver con el estatus social o económico.

—Cuenta que ha pinchado en “sitios muy complicados”.

"Era muy común hacer cuatro o cinco bolos en una noche: pinchar una hora, cogerte el coche e irte al pueblo de al lado. Y cada discoteca era peor"

—En aquel entonces, era muy común hacer cuatro o cinco bolos en una noche: pinchar una hora, cogerte el coche e irte al pueblo de al lado. Y cada discoteca era peor. Entonces, se llamaba “discoteca” a cualquier cosa. En Los Yébenes había un sitio que se llamaba El Sótano y es que era, literalmente, el sótano de un edificio. No tenía ningún tipo de medida de seguridad, era un sitio sucio a más no poder, peligroso, porque se te podía caer encima una viga de hierro… Y aquello reventó de gente. Y eso era algo muy habitual por entonces. Sí, he pinchado en sitios que no eran discotecas.

—¿Cuál ha sido el momento más feliz, el más glorioso, de su carrera?

—Tengo momentos muy buenos. Hay puntos en los cuales te das cuenta de que has llegado a un sitio y estás orgulloso. Miras para atrás y dices: “Jolín, mira dónde estoy”. Por decirte uno, creo que es cuando empiezo a hacer conciertos propios fuera de un festival, fuera de una discoteca, fuera de una marca. Cojo un sitio como IFEMA o WiZink Center y vienen miles de personas. Es un momento muy bonito. Te das cuenta de que la gente te ha entendido artísticamente, te sigue y te apoya más allá de que pinches en Pachá Ibiza o en un festival con un cartel gigante. Ese momento es muy bonito.

—En su carrera, ¿ha tropezado alguna vez?

—Muchas. No paro de tropezar constantemente. Creo que es fundamental para poder hacer las cosas mejor. Tengo la suerte de que llevo muchos años, y por eso, ahora mismo, hay cosas que se hacen de una forma muy profesional, pero porque has cometido mil millones de errores hasta dar con el quid de poder hacerlo en condiciones. Ha habido mil fallos y mil situaciones que no tenían que haber ocurrido, pero tengo la suerte de que no me ha afectado, ¿sabes? Pienso: “Esto hay que mejorarlo”. Y lo he mejorado.

—¿Y le han puesto la zancadilla?

"Cuando te has equivocado o te has caído es por tu culpa"

—Pues mira, la verdad… no. Que haya gente que me la haya querido poner y tal, seguro. Pero no puedo culpar a nadie, ¿sabes? Cuando te has equivocado o te has caído es por tu culpa. ¿Que ha habido gente que se ha alegrado o que ha intentado tal? Pues seguro que sí. Pero vamos, no es algo que tenga presente.

—En Al otro lado de la cabina, afirma que sufrió “el mayor hundimiento moral” de su carrera cuando el Ayuntamiento de Madrid, entonces regido por Manuela Carmena, le canceló un gran evento.

—Fue uno de los peores momentos de mi vida, tanto personal como profesional. Lo pasé muy mal, tuve unas 48 horas que fueron terribles. Fue muy injusto. El Ayuntamiento mintió, y mintió porque no sabía qué hacer con esa situación. Veníamos de un Madrid Arena, había un miedo horrible a los grandes eventos, sobre todo de música electrónica. Fue el primer gran evento después de la tragedia del Madrid Arena, en el centro de Madrid, en Vistalegre. El gobierno de Carmena acababa de llegar y no supo gestionar bien eso. Hubo una persona que mintió sin ningún tipo de escrúpulo y que dijo que yo había vendido más entradas del aforo permitido, que el plan de seguridad no había sido entregado… Hay un dicho, que es maravilloso, y es el de que la mentira tiene las patas muy cortas. Y esa las tuvo muy muy cortas porque tuve la suerte de que un juez, en mitad de las navidades, se tomó la molestia de leer bien realmente cómo lo teníamos organizado, lo que fue la verdad, y el juez le quitó la razón al Ayuntamiento y dijo que podíamos y que debíamos hacer el evento, y que el Ayuntamiento tenía que retractarse y salir públicamente a decir que nosotros teníamos hecho bien todo. Fue un momento muy duro pero, a su vez, fue un momento muy bonito porque, jolín, de pronto, hubo justicia. Después de haber llorado mucho, no sólo yo, sino también todo el equipo, un señor juez se tomó la molestia, en plenas navidades, de ver qué pasaba y decir que se podía hacer el evento. Eso me podría haber causado mucho daño: si nosotros no nos movemos de esa manera, nuestro abogado no lo hace tan bien y el juez no hace justicia, ese evento yo no lo habría hecho y lo que hubiera quedado en los periódicos es que “el evento de DJ Nano lo suspende el Ayuntamiento por problemas de seguridad” y tal, y eso me habría hundido. ¡Por una mentira absoluta! Y fíjate: la Policía vino, nos felicitó por el evento, tengo amistades en la seguridad de Madrid… Fue un final muy feliz. Creo que tenía un permiso para 11.000 personas, y yo solamente saqué 9.000 entradas a la venta; cuando me lo pararon, llevaba 6.000 y pico entradas vendidas. El plan de seguridad había sido entregado un mes antes. Al final, como te digo, las mentiras tienen las patas muy cortas, pero podría haber salido muy mal. Gracias a Dios, el evento salió muy bien y fue maravilloso.

—Bargueño también escribe que usted “es una persona que se pasa la vida pensando”. Para empezar, ¿“pensar” es hoy un verbo devaluado?

"Tengo una cabeza muy activa. En momentos de bajón, rápidamente encuentro la energía y ese brillo para tirar para adelante"

—Con los años, es verdad que he aprendido una cosa: que las cosas, aunque parezcan fáciles, hay que pensarlas. Hay que darles vueltas y estar seguro de los pasos que das. Eso te evita muchos problemas. Bargueño dice eso porque, efectivamente, soy una cabeza muy inquieta, sobre todo, en el trabajo, y siempre necesito estar creando algo, dando un pasito más, ofreciendo algo nuevo. Esa es una de las cosas positivas, no sé si hay muchas en mí (risas), que tengo. Tengo una cabeza muy activa. En momentos de bajón, rápidamente encuentro la energía y ese brillo para tirar para adelante.

—Y usted, ¿en qué suele pensar?

—Mucho en el trabajo. Gran parte del día lo dedico al trabajo, a hacer y a deshacer y demás. Y luego tengo mis momentos y me gusta desconectar un poquito. Pienso mucho en mi familia y en mis amigos. Me gusta pasar mucho tiempo con ellos. Con la pandemia, he podido tener más vida familiar.

—¿Alguna vez pensó que escribiría un libro?

—Es un proyecto que tenía en mente desde hace tiempo. Me gusta escribir, desde hace muchos años. Tengo mucho escrito a modo de diario, pero cuando recibí la llamada de Planeta y me dijeron que querían editar un libro biográfico en el que, a la vez, se contara el crecimiento de la música electrónica, dije: “A ver, la palabra “escritor” me queda grande y me va a quedar grande siempre, porque, para eso, hay que ser un profesional de la escritura”. Por lo tanto, yo no habría podido escribir este libro solo. Tuve la suerte de que el señor Miguel Ángel Bargueño estuvo a mi lado y ha salido un trabajo muy bonito. Y ha salido gracias a él. Yo solo no hubiera sabido ni darle ritmo… es muy difícil.

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Jesús Fernández Úbeda

Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989) es periodista por obra y gracia —o desgracia— de la Universidad Complutense de Madrid. Escribe en Zenda y en Libertad Digital. Además, ha cubierto un par de giras de Enrique Bunbury y escribió el press release de su último álbum, Expectativas. También hizo de compilador, o como se diga, en El último pistolero, de Raúl del Pozo. Aterrizaje forzoso (Cultiva Libros, 2018) es su primer libro. En Twitter @jfubeda89

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