La ciudad de Dios es un conjunto de relatos y artículos; algún ensayo; un compendio de ideas y una entrevista. Es un resumen de una obra y un retrato poliédrico de su autor; una joya para los entendidos y, a la vez, la mejor elección para los profanos que quieran acercarse a este gran autor italiano.
Pasolini (1922-1975) siempre es difícil de catalogar. Fue escritor, poeta, director de cine, intelectual. Fue sobre todo un crítico, en el sentido etimológico del término, que expresó su visión del mundo a través de diferentes lenguajes, plasmando en todos ellos una única y particular mirada: la de un hombre, un comunista convencido enfrentado a la burguesía, acomodada pero de izquierdas, católica y elitista de la Italia de la posguerra.
La ciudad de Dios es, además, la visión de un fugitivo a su llegada a la gran ciudad, de un disidente, de un buscador de la belleza en la periferia.
En la interesante entrevista que se incluye en la obra, Pasolini hace resumen de su relación con Roma, una relación que comenzó en los años 50, precisamente cuando escribió estos relatos.
Según cuenta, no pudo elegir la ciudad en que vivir, en que recomenzar su vida a los 28 años, pero si hubiera podido habría elegido igualmente Roma, aunque poco a poco se fue separando de ella. Dejó de entenderla cuando el avance de la tecnología y la sociedad de consumo fue convirtiendo lo urbano, entendido como crisol o amalgama de diversidad y diferencia, en un producto industrial, manufacturado y producido en serie, cuando Roma dejó de ser un adolescente, inquieto y divertido, capaz de acoger lo más terrible y a la vez lo más bello, y se convirtió en un adulto; en uno aburrido y previsible, como todos los demás.
Lorenzo Bartoli, profesor de filología italiana en la Universidad Autónoma de Madrid, explica en el ineludible prólogo a esta recopilación algunas de las claves para entender el lenguaje pasoliniano: su obra nace de sus circunstancias autobiográficas, pero trasciende lo particular para expresar símbolos universales, mediante la dialéctica entre la culpa y la salvación, entre el pecado y la inocencia o la ingenuidad.
En esta colección de relatos asistimos, por tanto, al nacimiento de la poética del autor, que luego se plasmará en su novela Los chavales del arroyo, o en su filmografía, desde Accattone hasta Mamma Roma.
De los relatos incluidos en La ciudad de Dios, Terracina o Desde Monteverdi al Altieri, son especialmente interesantes y útiles para comprender la visión del autor.
La lucha por encontrar la bondad y lo bello en el lumpen más profundo se refleja en su interés por el subproletariado, por los adolescentes marginales, pillos y ladronzuelos de pies sucios, jerga dialectal y sueños inalcanzables que son retratados en el instante en que se vislumbra su honestidad, en ese momento en que, descastados y apartados, con la piel curtida por el sol de la calle, brota una lágrima de sus ojos ante el recuerdo de la madre y la familia, lo que nos traslada, de forma descarnada, la forma en que su juventud ha sido fagocitada por un mundo urbano que no admite concesiones.
En el resto de relatos y crónicas la imagen que se nos ofrece de Roma es impía, una ciudad agreste e inmoral, un caos, como señala el propio Pasolini, en el que sin orden ni concierto, como en los dramas clásicos, se asiste al nacimiento y a la muerte de las emociones más ancestrales. Donde todo es oscuro y brillante a la vez. Donde el más pobre de sus habitantes, el más desasistido y marginado, el más apartado, el que ya no cuenta para una sociedad elitista, centralizada, religiosa y sierva, cada vez más, del capital y del consumo, puede todavía hacer gala del más humano y valioso de los gestos.
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Autor: Pier Paolo Pasolini. Título: La ciudad de Dios. Editorial: Altamarea. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro
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