Teme este que les escribe mostrarse demasiado alarmista, mas cabe abrir el texto afirmando que a lo largo de la historia el Museo del Prado se ha visto en peligro en varias ocasiones. Una de ellas acaeció allá en el siglo XIX, cuando la pinacoteca pasaba por vivir uno de los momentos de abandono más graves de su historia. Fue Mariano de Cavia, aquel pintoresco periodista que vivía en un hotel para ocupar su casa con libros, quien lo vio con sus propios ojos. Los empleados del museo vivían hacinados en los sótanos, calentando una marmita de garbanzos sin cuidado alguno, durmiendo sobre cajas de cuadros y pisoteando telares y paños. Las goteras amenazaban el tesoro cultural que allí se guardaba, y el crujir de las tablas auguraba una desgracia en cualquier momento. Así que Cavia decidió tomar cartas en el asunto. Escribió un artículo en El Liberal describiendo un falso incendio: por allí ardían Velázquez, Rubens o Tiziano para desgracia del arte universal. El pueblo de Madrid despertó con las fake news para darse cita en el museo reclamando justicia. El ministro de Fomento, Manuel Linares Rivas, vio cómo corría peligro su pescuezo si aquella mentira piadosa se hacía realidad, y al día siguiente dio orden de reformar el Prado para satisfacción de los amantes de la cultura.
Mucho me temo, como decía al inicio, que este tesoro español sigue en peligro, aunque por razones bien distintas. El flamante nuevo ministro de Cultura, Ernest Urtasun, expuso en una de sus primeras intervenciones una iniciativa llamada El Prado Extendido, y que según el gobernante busca «reposicionar la colección del museo en el contexto nacional mediante una nueva política de depósitos». Lo primero que hago al escuchar este tipo de términos es llevarme la mano a la cartera; y, lo segundo, echarme a temblar ante la ñapa con la que someterán a viajes absurdos a esos mismos artistas que renglones atrás a punto estuvieron de ser pasto de las llamas. Lo que ahora es una experiencia extraordinaria paseando por un edificio mítico ante la mayor concentración de talento artístico del planeta se va a convertir en un paseíto por distintas provincias exhibiendo nuestra boina de paletos.
Insisto, no es menos peligroso este fuego, la llamarada populista de quien busca dividir un país ya de base fragmentado, que aquel que inventó Cavia. Nadie se imaginaría repartir patrimonio a la buena de Dios: esta piedra de la catedral de Santiago a Badajoz, estas fallas tan divertidas a Cantabria, este arco de acueducto romano para Albacete… ¿Por qué con el Prado sí? ¿Es por la provincia que lo aloja? ¿Es por la fobia al centralismo que crece día a día? Dejando a un lado las cuestiones técnicas que desaconsejan este baile de patrimonio por el país, lo cierto es que la idea sólo redunda en una intención: hacer fracasar aquel proyecto de vida en común que era España. Los identitarismos han llegado a la cultura, imponiendo sobre rasgos universales como la lengua o la pintura absurdos posesivos regionalistas: esto mío y no tuyo, esto suyo y no de ellos. Es difícil hacer unas declaraciones panfletarias llevando apenas dos minutos en el cargo, pero a fe mía que tiene pinta de ser una constante. Dejen en paz a los Boscos, a los Goyas, a los Picassos y dedíquense a trabajar realmente en favor de la cultura, que bastante falta hace, por cierto.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: