Decía Lenin en 1920, en “La enfermedad infantil del comunismo: el «izquierdismo»”: “Podemos (y debemos) empezar a construir el socialismo no con material humano imaginario o que habríamos formado especialmente a tal efecto, sino con lo que nos ha legado el capitalismo”. Tal exigencia conduciría de forma inexorable a formar una minoría dirigente que moldeara esa herencia inevitable y a modificarla de raíz, de cabo a rabo, y en la totalidad de sus aspectos. Ambas dimensiones, por supuesto inseparables, del triunfo de la Revolución del 17 han merecido hace poco sendos estudios monumentales, no solo por sus dimensiones de varios miles de páginas.
El primero de estos admirables trabajos lo firma el historiador de origen ruso de la Universidad de Berkeley Yuri Slezkine y lleva por título La casa eterna. Saga de la Revolución rusa. Dicho en corto es un estudio del poder, del poder soviético, de la clase dirigente revolucionaria. En él cuenta el proyecto arquitectónico de levantar un inmenso complejo enfrente del Kremlin y sobre terrenos fluviales desecados en el río Moscova que recibió el nombre de Casa del Gobierno. La faraónica urbanización, como podría calificarse con término actual, se inauguró en 1931 tras años de cuantiosas inversiones y grandes dolores humanos. La parte fundamental de la construcción incluía 505 viviendas destinadas a la nomenklatura bolchevique y de muy distintas características, grandes, medianas o más pequeñas, para satisfacer los diversos niveles de la élite política. El número de inquilinos rondaba los tres mil.
Pero el complejo no solo tenía apartamentos, nombre que se les da en el libro a pisos que llegaban a tener muchos metros. También había una clínica, un teatro y un cine enormes, biblioteca, lavandería, oficina de correos, tiendas y hasta un club social. Era una ostentación aplastante del poder hacia afuera y, hacia adentro, emitía señales de advertencia sobre la fidelidad debida a la cúpula dirigente. Slezkine relata la construcción del complejo y pormenoriza la ocupación de los diversos bloques de residencias. Quiénes eran los que tenían ese privilegio y sus hábitos, frecuentes calcos burgueses, tanto en los detalles ornamentales como la utilización de un servicio doméstico propio de tiempos pretéritos. Esa materia humana constituye el núcleo fundamental del libro. En un apéndice se ofrece una lista de los más destacados a lo largo del libro con sus cargos y familiares que los acompañaron, más los apartamentos que ocuparon.
Dicha materia humana, ilustrada con abundantes fotografías, supone la base de las vicisitudes de aquella gente privilegiada. Los que caían en desgracia y debían marcharse. Su regreso con frecuencia menesteroso. En ellos se constata el fanatismo y el miedo al presente y al porvenir. En el fondo de la Casa del Gobierno aleteaba el terror por las purgas estalinistas de finales de los años treinta que alcanzaron a muchos inquilinos. Y aquel mundo feliz se llenó de tragedia. Familias desechas, delaciones, ejecuciones, gulags…
Todo ello lo reconstruye Yuri Slezkine con la minucia y el rigor que sale de una asombrosa documentación cuajada de citas literales. Pero no como contenido histórico frío y convencional sino con auténtica plasticidad narrativa. Su libro es divulgación, pero sobre unas andaderas personales. Su técnica es un tanto la de meternos en una espiral de vidas frente al destino. De ello resulta la crónica vivaz de un fracaso histórico absoluto, de una ingeniería social que acabó hipotecada por la condición humana.
Más claro todavía queda este proyecto de ingeniería social en El siglo soviético. Arqueología de un mundo perdido, del historiador alemán y reputado especialista en la Unión Soviética y el estalinismo Karl Schlögel, autor de una obra de referencia inevitable sobre las mencionadas purgas, Terror y utopía: Moscú en 1937. La sabiduría de Schlögel tiene, además, un aliciente de máxima actualidad. No entraba en sus planes, explica, escribir esta panorámica del siglo soviético, pero algo le impulsó a ello, la anexión de Crimea por Putin y la silenciosa guerra desde entonces contra Ucrania, hoy guerra abierta. Todo ello escrito, con el alcance globalizador que supone, en 2017, centenario de la Revolución que abrió dicha centuria.
No se trata, pues, de un libro de historia que recrea con precisión una etapa pretérita, sino de una obra que mira al presente y se proyecta hacia el futuro con el propósito de proporcionar materiales sobre los que levantar interpretaciones y conjeturas fundadas. De ahí que Schlögel adopte una perspectiva historiográfica original: explicar ese pasado cercano desde el punto de vista del ocaso del imperio soviético. Ayer y hoy —entiéndase, el tiempo transcurrido desde la disolución de la URSS— se dan en el libro constantemente la mano. Y ayer y hoy se emparejan con comparaciones imaginativas que remiten al fondo religioso que nutre la experiencia soviética.
Schlögel no sigue en su reconstrucción soviética un hilo cronológico y tampoco, en realidad, temático, que sería la opción alternativa. Su libro es una cadena de situaciones surgidas de una historia social de la URSS. En sus páginas volvemos a ver la casa eterna, la “Casa del Malecón”, dentro de un apartado sobre los “pasillos del poder”. Encontramos el ferrocarril, la cocina, y los libros, y los desfiles y las fiestas, y la familia y el amor, el deporte… las mil manifestaciones de una sociedad que debió afrontar un cambio revolucionario que mudara todos los rasgos de la burguesía y el capitalismo. Y no faltan, claro, entre los rasgos de la vida soviética, las delaciones, la represión y los campos de castigo en Siberia. La cara y cruz del mito igualitario socialista. El fracaso del proyecto comunista adquiere una extraordinaria vivacidad en el vistazo a signos externos de aquel tiempo fenecido: emblemas, retratos, medallas, iconos andan ahora en almoneda a precio de saldo en los mercadillos populares. Nada ilustra mejor el mundo perdido sintetizado en el subtítulo que estos tenderetes.
Schlögel emplea un estilo directo, ágil, desenfadado, aunque peque a veces de acudir a comparaciones religiosas y digresiones filosóficas. El siglo soviético tiene la seducción de los relatos y constituye un magnífico ejemplo de literatura de no ficción. Es una obra de inspiración narrativa y de aliento novelesco. Aunque debajo se encuentre una minuciosa crónica de una realidad histórica puntualizada con detalle.
Los historiadores preguntarán qué rigor informativo y valor documental poseen los libros de Yuri Slezkine y Karl Schlögel, cuánto los condiciona la mirada crítica de los autores sobre la fracasada sociedad comunista, pero los simples aficionados a conocer las cosas del mundo y de nuestro tiempo encontramos en ellos unos relatos sencillamente fascinantes.
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Autor: Yuri Slezkine. Traductor: Miguel Temprano García. Título: La casa eterna. Saga de la Revolución rusa. Editorial: Acantilado. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Autor: Karl Schlögel. Traductora: Paula Aguiriano Aizpurua. Título: El siglo soviético. Arqueología de un mundo perdido. Editorial: Galaxia Gutenberg. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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