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Demasiada ciencia para el fútbol - José Delfín Val - Zenda
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Demasiada ciencia para el fútbol

Un poco más tarde pasó a ser una actividad lúdica generadora de espectáculo, de la que solo participamos como espectadores, y más tarde se gestionó como negocio. Y resulta que ahora se ha convertido en una experiencia científica. «Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad», dijo don Sebastián cantando con don Hilarión los avances...

¿Quién nos lo iba a decir cuando jugábamos al fútbol en el patio del colegio? ¿Quién nos iba a decir que lo que empezó como una actividad de patio para matar el frío invernal, después lo practicaríamos para hacernos fuertes y salir de la enclenquez de la postguerra?

Un poco más tarde pasó a ser una actividad lúdica generadora de espectáculo, de la que solo participamos como espectadores, y más tarde se gestionó como negocio. Y resulta que ahora se ha convertido en una experiencia científica.

«Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad», dijo don Sebastián cantando con don Hilarión los avances de la ciencia en la zarzuela La verbena de la paloma.

En nuestros días, en un partido de fútbol de la división de honor, manda la ciencia sobre todo lo demás. Los reglamentos y las normas se modifican con frecuencia para permitir que la imagen y su congelación sigan ganando terreno en el campo de la ciencia.

"Tenemos que esperar la decisión del V.A.R., en cuyas manos depositamos nuestras emociones. Se inicia el suspenso o el engaño"

No hace falta decir que estamos hablando del V.A.R. (del inglés Video Assistant Referee) y su incuestionable influencia en el resultado de un partido de fútbol. El V.A.R. tiene la última palabra y puede decidir por cuestión de centímetros si un gol es válido o debe anularse. En principio, la teoría que justificó su nacimiento en el año 2016 era buena. Evitar flagrantes errores humanos capaces de condicionar el resultado de un  partido.

Pero hoy se ha convertido en un provocador de decepciones (algunos dicen que también de infartos), ya que nunca satisface al cien por cien de los aficionados que están presenciando el partido en el que este asistente de video deja a los aficionados con su entusiasmo en suspenso hasta que toma una decisión geométrica.

Después de haberse producido un gol, ya no valen de nada los aplausos y las alegrías repentinas. Tenemos que esperar la decisión del V.A.R., en cuyas manos depositamos nuestras emociones. Se inicia el suspenso o el engaño.

Triste cosa que nuestras emociones estén controladas —quizá sometidas— y a expensas de una serie de imágenes congeladas procedentes de las cámaras que están dando testimonio y vigilando el encuentro. La ciencia al servicio de las emociones. La precisión milimétrica abortando la improvisación última del ser humano. Esta claro que el V.A.R. ha enterrado al fútbol tradicional, para dar paso al fútbol seudo-científico. El juez supremo es una máquina.

Imaginémonos esta situación algo distorsionada pero verosímil que paso a relatar: Un jugador, situado en el área pequeña del equipo contrario, ha metido un gol golpeando el balón con la rodilla mientras se caía por una zancadilla de un defensa contrario. Se reclama la anulación del gol por fuera de juego; y sorprendentemente se observa en la congelación de la imagen y el correspondiente aumento del zoom, que sobre la otra rodilla del goleador se había posado un abejorro en busca de su alimento con el sudor del deportista. Se comprueba que en esa toma de televisión el abejorro forma parte del cuerpo del futbolista goleador y se llega a la conclusión de que quien está en fuera de juego es el abejorro, una vez trazada la línea. El gol es anulado por fuera de juego. Lamentablemente, luego se comprobó que el abejorro no estaba en la rodilla del futbolista sino en el objetivo de la cámara que tomó esa imagen: era una simple mosca que en su vuelo enloquecido se había pegado un testarazo contra el objetivo de la cámara, quedándose ahí pegada. Así, sin sentido del humor y despreciando las emociones funciona el V.A.R.

"Estamos a un paso de que el árbitro principal de un partido de fútbol sea substituido por un robot de inteligencia artificial que tomará las decisiones"

Parafraseando a Ortega y Gasset, que escribió un magnifico libro titulado La deshumanización del arte, podemos aplicar aquella idea a esta del V.A.R.: la deshumanización del fútbol ha comenzado.

Para que prevalezca la honradez en las decisiones arbitrales (con el V.A.R. como alguacil), en Italia han propuesto que las conversaciones entre el juez principal y el de la ralentización de imágenes sean dadas a conocer al final del encuentro. Aquí ya estamos en ello.

Estamos a un paso de que el árbitro principal de un partido de fútbol sea substituido por un robot de inteligencia artificial que tomará las decisiones; y los espectadores achantarán la mui i no pucheles chi, benga najelate de aquí que viene la pestañí. La pestañí es el V.A.R.

A lo mejor hubiera sido bueno haber frenado a tiempo esta dependencia científica de poderosa influencia en lo que es un mero espectáculo; y así alinearnos junto a don Sebastian y don Hilarión para que las ciencias, puestas al servicio del fútbol, adelantaran un poco menos.

Aclaramos que esta premonición zarzuelera se oyó por primera vez en el año 1894 (el fútbol entró en España en 1870) y fue la primera crítica al avance de la ciencia puesta al servicio del hombre. Los responsables fueron el dramaturgo Ricardo de la Vega, hijo del famoso Ventura de la Vega, y el primo carnal de mi abuelo, Tomás Bretón, que puso la música.

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José Delfín Val

Periodista. Locutor y comentarista en RNE. Es académico de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, y cronista oficial de esta ciudad. Ha publicado numerosos libros de diferentes temáticas.

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