Nadie pone en duda que durante tres siglos España dominó el mundo conocido y fue objeto de numerosos embates de todo tipo por parte de potencias rivales, pero ¿cómo se defendió de los ataques de sus enemigos? Esta es la historia de cómo una nación cultivó amigos y aliados tanto en la guerra como en la paz, y cómo, más allá de la leyenda antiespañola, el hecho incuestionable es que hubo ilustres personajes extranjeros que defendieron su carácter, su cultura, su reputación, su patrimonio histórico o sus costumbres, y se preocuparon por preservar un país que amaron y admiraron.
Zenda adelanta el prólogo de Henry Kamen a su libro Defendiendo España (Espasa).
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PRÓLOGO
Aquí —dijo don Quijote— podemos, hermano Sancho Panza,
meter las manos hasta los codos en esto que llaman aventuras.Quijote, I, 8
Casi todas las ideas sobre el pasado nacional que hoy viven alojadas en las cabezas españolas son ineptas y a menudo grotescas. Ese repertorio de concepciones es precisamente una de las grandes rémoras que impiden el mejoramiento de nuestra vida.
José Ortega y Gasset, España invertebrada (1922)
¿Defender España? No se puede defender todo un país y, mucho menos, defender toda su historia, porque la idiosincrasia y la evolución de un país abarcan una variedad de experiencias tan inmensa que es imposible explicar lo que a menudo resulta inexplicable. El título de este libro, sin embargo, nos incita a preguntarnos qué aspecto de España hay que defender. ¿Su historia? ¿Su política? ¿Su topografía? ¿Su religión? ¿Su clima? Nos limitamos a uno solo. A principios del siglo XX, una vigorosa tendencia nacionalista, cuyo representante típico era el escritor Miguel de Unamuno, se rebeló contra una década de desastres imperiales y se quejó de que el mundo exterior atacaba España y la trataba con desprecio. Quienes compartían este punto de vista aseguraban que las críticas a España formaban parte de una maliciosa «leyenda antiespañola», una campaña de difamación que, por influencia extranjera, se había ido extendiendo sistemáticamente a lo largo de los siglos.
Este libro defiende lo que sucedió en realidad. Cada uno de sus capítulos llama la atención sobre dos puntos muy sencillos. En primer lugar, que no hubo un «odio» permanente contra España ni contra ningún otro país. Hay pruebas irrefutables de que, con el correr del tiempo, ha habido aliados que defendieron España, su idiosincrasia, su reputación e incluso, en casos extremos, su territorio. En tiempos de guerra hubo antagonismo, pero, tanto en la guerra como en la paz, hubo muchísimas influencias que, en momentos puntuales, acometieron una defensa increíble de un país al que admiraban, pese a estar en desacuerdo con aspectos que no gozaban de su simpatía.
En segundo lugar, tanto criticaban a España los españoles como los extranjeros. Cuando los que criticaban eran españoles, no se debía a que fueran «antiespañoles» —eso habría sido absurdo—, sino a que tenían una opinión divergente. La xenofobia no tiene cabida en nuestro relato. De hecho, por todas partes había extranjeros que apoyaban a España: soldados foráneos que combatieron en ejércitos españoles, exploradores como Colón y Magallanes que se aventuraron en sus mares, críticos que estaban en desacuerdo con su religión pero aceptaban su cultura, diplomáticos que conocían a fondo sus puntos débiles y los fuertes, artistas y poetas que se maravillaban de su patrimonio histórico y viajeros de todo tipo que admiraban sus costumbres y su música. Todos contribuyeron a un debate del cual, durante su evolución, toda nación debe ser consciente para comprenderse mejor a sí misma. Aquí se les da voz en unos capítulos que nos invitan a mirarlos como un elemento clave para la forma en la que decidimos interpretar y apreciar la idiosincrasia española.
Todos trataron de participar en la aventura de España, porque había mucho que ganar. Quienes intervinieron en ella lo hicieron porque eran tanto exploradores como creadores, cuyas voces ayudaron a defender, a definir y a desarrollar la nación. España siempre fue una cultura de varios pueblos, desde la época romana hasta nuestros días. Por lo tanto, cabe esperar que quienes defendían España procedieran también de diversos pueblos, culturas y opiniones y no solo de los pueblos oriundos de la península Ibérica, como los vascos y los portugueses, sino de toda Europa, sin distinción de sangre ni de creencias, como los miles de aventureros que llegaron de hogares lejanos para tomar parte en el asedio de Granada en 1492. En las páginas siguientes, el lector conocerá a muchos que, sin tener en cuenta las diferencias de cultura y de religión, se preocuparon por defender aspectos de un país que, por alguna razón, habían aprendido a estimar. Este es un libro breve, en el que solo se puede contar una pequeña parte de una historia muy compleja, aunque es de esperar que el lector encuentre suficiente información. El argumento, en cualquier caso, está abierto al debate. Como dijo el autor más famoso de España en 1605, refiriéndose a su propia obra: «Este libro tiene algo de buena invención: propone algo, y no concluye nada».
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Autor: Henry Kamen. Traducción: Alejandra Devoto. Título: Defendiendo España. Editorial: Espasa. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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