La España actual y la España de los próximos años conviven en Cartas a una reina, un libro colectivo que reúne las misivas que 35 autores, de diversos ámbitos y sensibilidades (tanto monárquicos como republicanos y nacionalistas), han escrito a la princesa Leonor. Esta obra de Zenda, patrocinada por Iberdrola, es una edición no venal que se puede descargar de forma gratuita en esta página.
A continuación reproducimos la carta escrita por Gabriel Rufián, que lleva por título «De amor y odio».
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Leonor. Esta es una carta de amor y odio. De amor a una patria que se ha imaginado y llorado muchas veces. De amor a una patria donde caben los suyos aun habiendo enterrado a los míos. Una patria en la que siempre corrió la misma sangre y nunca fue azul. Una patria que se escurre como mercurio entre las manos. Una patria que tiene una bandera hecha de perneras con jirones y un himno que suena como palomas volviendo a torreones. Una patria de viñas, naranjos y olivos. Una patria de llanuras ocres como fraguas de sol y de montañas empotradas en el cielo como zarpas. Una patria de braseros, pan duro y amor propio. Una patria de casas de cal que eran cuevas de piedra. Una patria hecha con la arcilla del sarcasmo del «vuelva usted mañana» de Larra, del liberalismo puro de Jovellanos, de la lucidez de Arenal, de la verdad de Pardo Bazán, de las agallas en un paraninfo de Unamuno, de la visión de Seguí, del carisma de Durruti, del talento tirado en una cuneta de Lorca, de la fuerza de Ibárruri, de la luz de Zambrano y de la coherencia salvaje de Anguita. Una patria con los ojos de Mercè Rodoreda, la voz de Enrique Morente, las manos de Paco de Lucía y la luz de Gata Cattana. Una patria escrita por Machado y cantada por Serrat. Una patria de puños en alto que siempre fueron órdenes. Una patria de cuidados, educación y restauración. Una patria en la que terrorismo sea desahuciar y no protestar. Una patria en la que no se tenga que elegir cada mes entre comer o pagar. Una patria en la que todos hereden derechos y no unos pocos coronas. Una patria de neveras llenas y pedagogía, y no de broncas y grandes teorías. Una patria en la que una sesión de terapia no valga diez veces que una caja de diazepam. Una patria en la que llegue quien mejor lo haga y no quien mejor aplauda. Una patria de información real para decidir, de anticoncepción gratuita para no abortar y de aborto libre para no morir. Una patria en la que cadáveres morales no acaben siendo activos electorales. Una patria que mida enemigos por lo que roban y no por lo que votan. Una patria en la que no sea normal ver más a tu jefe que a tus hijos. Una patria de Ikarias y no de Salems. Una patria que deje de estar congelada en el tiempo como la mujer de Lot frente a Sodoma.
Y esta también es una carta de odio, Leonor. De odio a un Estado hecho por hombres con almidón en el bigote y medallas de sangre en el pecho cuyos nietos llaman alzamiento a un golpe de estado y golpe de estado a un referéndum. De odio a un Estado construido sobre una montaña de apellidos que no caben en el buzón de un piso. A un Estado que solo ofrece ansiolíticos, plegarias y tertulias de oráculos comprados. Un Estado que quiere escuelas privadas para sus reyes e ignorancia para su gente. Un Estado con jueces que dejan colgados derechos como a sus perros de caza en el campo. Un Estado donde el entusiasmo se esconde, el cinismo se premia y la ilusión se maltrata. Un Estado de gente con banderas muy grandes y patrias muy pequeñas. Un Estado que tiene por reina a una mujer porque usted no tuvo un hermano. Un Estado en el que gana quien abre bares y cierra hospitales porque total, te vas a morir igual. Un Estado en el que siempre se sabe qué pasa pero nunca se sabe por qué pasa lo que pasa. Un Estado de barrios llenos de leones votando a hienas. Un Estado cimentado en el miedo y huida de su tatarabuelo por unas elecciones, en las plegarias y mangoneos a Franco de su bisabuelo por una corona, en las mentiras y corruptelas con sátrapas de su abuelo por una farsa y en el discurso jaleando los palos del 3 de octubre de su padre por una urna. Un Estado en el que el tiempo que se tiene en la vida depende del dinero que se tenga en el bolsillo y en el que a la gente se la quiere luchando entre ellos en lugar de por ellos. Un Estado en el que los reyes hacen safaris en África, negocios en Asia y discursos en Zarzuela. Un Estado lleno de olivos en el campo y botellas de aceite con alarma en el súper. Un Estado de pisos de plástico a precio de palacios de mármol. Un Estado que te dice que si te va mal es por tu incapacidad personal y no por la desigualdad general. Un Estado en el que se valora más poder ir a cenar tarde que poder ir a urgencias de noche. Un Estado de narcosalas informativas donde se venden banderas adulteradas. Un Estado que mide a genocidas en función del color de la piel de a quién matan. Un Estado de pantallas felices y angustia vital. Un Estado en el que el telediario te dice otra vez que los datos van bien y tu casero otra vez que te sube el alquiler. Un Estado que la sostiene a usted.
Me piden que le escriba y yo solo le escribo para decirle que algún día mi patria volverá y que su Estado acabará.
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Cartas a una reina es la octava colaboración entre nuestra web literaria e Iberdrola, después del gran recibimiento de los anteriores volúmenes: Bajo dos banderas (2018), Hombres (y algunas mujeres) (2019), Heroínas (2020), 2030 (2021), Historias del camino (2022), Europa, ¿otoño o primavera? (2023) y Las luces de la memoria (2023).
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