En 1980 y a los 21 años publicó, tras hacerse con el Premio Adonáis, su obra De una niña de provincias que se vino a vivir a un Chagall, a la cual pertenece el siguiente poema, y que la crítica enmarcó, en base a la superación de ciertos motivos estéticos y estilísticos de la generación previa, como una de las grandes representantes de la poesía postnovísima. Hoy reproduzco Dame la noche que no intercede, de Blanca Andreu.
Dame la noche que no intercede, de Blanca Andreu
Dame la noche que no intercede,
la noche migratoria con cifras de cigüeña,
con la grulla celeste y su alamar guerrero,
palafrén de la ola oscuridad.
Dame tu parentesco con una sombra de oro,
dame el mármol y su perfil
leve y ciervo,
como de estrofa antigua.
Dame mis manos degolladas por la noche que no intercede,
palafrén de las más altas mareas,
mis manos degolladas entre los altos cepos y las llamas lunares,
mis manos migratorias por el cielo de agosto.
Dame mis manos degolladas por el antiguo oficio de la infancia,
mis manos que sajaron el cuello de la noche,
el destello del sueño con metáforas verdes,
el vino blasonado que se quedó dormido.
Amor de los incendios y de la perfección,
amor entre la gracia y el crimen,
como medio cristal y media viña blanca,
como vena furtiva de paloma:
sangre de ciervo antiguo que perfume
las cerraduras de la muerte.
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