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Cuenta lo que fuimos, Sento - Zenda
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Cuenta lo que fuimos, Sento

“Cuenta lo que fuimos, Iñigo,” le pide Copons al joven Íñigo Balboa en la película Alatriste. Un bonito final para un relato tejido con decepciones. El doctor Uriel, en cambio, nunca pidió a su yerno, “dibujante de tebeos” según le gusta definirse, que relatara lo que fueron el propio doctor Uriel y toda su generación....

“Cuenta lo que fuimos, Iñigo,” le pide Copons al joven Íñigo Balboa en la película Alatriste. Un bonito final para un relato tejido con decepciones. El doctor Uriel, en cambio, nunca pidió a su yerno, “dibujante de tebeos” según le gusta definirse, que relatara lo que fueron el propio doctor Uriel y toda su generación. Pero Sento lo ha hecho.

Meter la guerra civil en un tebeo
 El artista trabajandoY así lo ha hecho: metiendo la guerra civil en un humilde tebeo para provechoso deleite de los españoles del siglo XXI. Partiendo de la idea de que la guerra civil del 36 no la ganó España, vencedora pero también vencida, porque no podía ya que al triunfar, se derrotaba también a su vez. Una vieja idea que, aún estando en la mente de muchos, nunca se había contado hasta que Vicent “Sento” Llobell Bisbal (Valencia, 1953) descubrió que en su suegro Pablo Uriel Díez (Abejar, Soria, 1914 – Valencia, 1990) tenía el personaje ideal para desarrollarla. El miedo que había experimentado, su incertidumbre, su dolor, sus contradicciones y también la sorpresa de verse vivo después de haberse visto muerto mil veces son sentimientos comunes a la mayoría de los españoles que sobrevivieron a aquel horror sin matices. 

Hace tres años, con sesenta “de almanaque”, en castiza expresión popularizada por Arturo Pérez-Reverte, Sento se tiró al ruedo dispuesto a torear el toro más difícil de su vida. Otra historia más sobre la guerra civil y van… Una historia, encima, a la que se encontraba ligado emocionalmente. Una historia, en fin, con todas las papeletas para encallar precisamente en sus manos, las manos de quien mejor la conocía. Pero él, arriscado navegante por los océanos del relato, sabía cómo contarla sin que fuera “una más”. Para empezar, tuvo que tomar distancia y después, trocearla, dada la densidad del envite: reflejar la intensa complejidad interior de la peripecia era objetivo irrenunciable. Y, cómo no, también lo era exponer su abigarrada complejidad exterior: decenas de personajes de todas las edades y condiciones, otras tantas localizaciones y una fidelidad insensata a los hechos, con alguna que otra licencia creativa, han dado lugar a un monumental tebeo en tres partes con más de cien páginas cada una. Una superproducción tebeística que ha exigido ingentes inversiones de tiempo y talento.

El dr Uriel con el uniforme de alferez meědico del Ejeěrcito NacionalLa primera parte, Un médico novato, apareció a finales de 2013, después de que el original fuese distinguido con el Premio FNAC de Novela Gráfica. El año pasado apareció la segunda, Atrapado en Belchite, y de hoy en una semana, el próximo Día del Libro, el sábado 23 de los corrientes, se presentará la tercera en el monasterio de El Puig de Santa María, en Valencia, escenario real de los sucesos que se narran en ella. Los dos primeros tomos obtuvieron una excelente acogida de crítica y público, despacharon unas dos mil unidades cada uno y han allanado el camino al tercero, con un título particularmente significativo para una historia ambientada en nuestra guerra, título que resume además el espíritu que anima toda la saga.

Vencedor y vencido
La última entrega de la Trilogía del doctor Uriel narra la suerte de los soldados nacionales, según la terminología del bando franquista, que el verano de 1937 sobrevivieron al cerco de Belchite, uno de los hitos de la mitología levantada por los vencedores de la guerra. Conducidos como presos al monasterio de El Puig, un municipio entre Valencia y Sagunto, la suerte de aquellos vencidos que acabaron siendo vencedores fue tragicómica. Siniestra, dolorosa, patética y en algunos momentos, sobre todo a toro pasado, hasta divertida. Como la increíble anécdota de la Orquesta Frasquet: unos “fascistas”, según la terminología acuñada por el bando republicano, animando las verbenas populares de la roja y republicanísima marina valenciana.

Como el resto de la serie, Vencedor y vencido pivota sobre dos ejes muy meditados: la evocación y el punto de vista. Por un lado, visualizar una época: reconstruirla. Por otro, exponerla sin juzgar: hechos. Sento, que es dibujante y no escritor, cuenta la guerra con ojo de belenista. Sin alharacas pese al dramatismo de las situaciones. Construyendo los detalles del escenario –el pozo, el río, las ovejas– con la paciente precisión que exige la miniatura. Porque meter la desmesura de la guerra civil española en los límites de un comic, palabra que el autor detesta, es levantar una miniatura, un belén minimalista pero lleno de delicados y minuciosos matices. El resultado es un ejercicio de ambientación y dirección artística primoroso, como corresponde a un auto-proclamado seguidor de las santas enseñanzas de Hergé, el creador del mítico y referencial Tintín. A esa naturalidad, Sento hace corresponder el punto de vista que adopta para exponer los hechos: la ausencia de cualquier clase de subrayado o, ni qué decir tiene, de toma de posición. De este modo, el espanto y el desconcierto del protagonista, que no tiene quien le explique qué debe pensar sobre lo que le sucede, son también los nuestros.

Boceto de la entrada en Valencia de los supervivientes de Belchite 2Hace unos meses, don Arturo Pérez-Reverte osaba presentar su ensayo La Guerra Civil contada a los jóvenes. Hoy Sento osa contar también nuestra guerra, la guerra que nos ha hecho como somos a los cincuenta millones de españoles actuales. Sólo que en vez de exponer los grandes hechos generales se zambulle en la anecdótica minucia de una vívida anécdota personal. La de un joven culto y lúcido que leía libros, hablaba idiomas y empeñó el resto de su vida –“una propina del destino”, le gustaba decir– en explicarse, y explicar a quien quisiera oírle, qué había sucedido en realidad. Frente a la mixtificación –y en torno a la Guerra Civil ha habido demasiada–, Uriel supo antes que su yerno que era en él, sin ir más lejos, donde yacía la clave de aquel dislate: en lo que le había sucedido a él, simplemente, porque la milagrosa historia de su supervivencia llevaba dentro un antídoto contra toda forma de maniqueísmo.

Personajes auténticos
Sabe quien esto escribe de qué habla porque tuvo ocasión, azares de la vida, de conocer a aquel hombre cuando este juntaletras era joven y creía “en la virginidad de las madres”, dicho sea también en revertiano modo, así como la de oírle relatar con espeluznante naturalidad el episodio del olivar de Codo, en Zaragoza, que abre este Vencedor y vencido. Y por último el episodio inédito, no reflejado por Sento en su trilogía, de la búsqueda obsesiva e irracional que emprendió, una vez acabada la guerra, del misterioso cabo Mir que en el olivar le había salvado la vida a él entre decenas de condenados sin remedio. Pretendía, valiéndose de su condición de poseedor de la Laureada Colectiva, otorgada a los defensores de Belchite, salvar a su vez al tal Mir de una muerte cierta con objeto de oír en sus labios por qué lo había hecho. Sento, en aras de la narratividad, ha dado una razón clara y explícita, que no es sino uno de los muchos motivos que el doctor Uriel barajó como posibles; lo cierto es que nunca supo realmente por qué el cabo Mir hizo lo que hizo, ya que nunca se lo dijo; tampoco el doctor Uriel fue capaz de encontrarlo y ni siquiera dio con su rastro. Mir, pues, forma hoy entre tantas vidas como desaparecieron engullidas por la bestial trituradora que fue nuestra guerra y bien pudiera ser el libro de Sento el único testimonio que quede del paso por el planeta del buen cabo Mir, del iluso cabo Mir, del valeroso cabo Mir.

Boceto de la entrada de los supervivientes de Belchite en Valencia 1Si el sábado 23, Día del Libro, tenéis ocasión, acercaos a las doce y media al Monasterio del Puig, el lugar donde hace ochenta años fueron recluidos los supervivientes de Belchite. Tengo la certeza de que viviréis una experiencia tan grata y simpática como memorable. Conoceréis, para empezar, a una porción de enfermeros y médicos, hijos, sobrinos, nietos y biznietos, así como otros lazos, del doctor Uriel, celosos guardianes de su memoria y que, a la vez, constituyen su mejor legado. Y os llevaréis, si aflojáis veinte euritos, un ejemplar de Vencedor y vencido autografiado por Sento, lo que ya de por sí, os lo aseguro, hace que valga la pena el viaje. Porque Sento no firma libros. Sento ejecuta pequeñas obras de arte que convierten cada ejemplar en único.

Todo un lujo en estos tiempos en los que no hay nada único, genuino ni auténtico.

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Título: Vencedor y vencido. Autor: Sento. Editorial: Autoedición de autor: sento.es ISBN:  978-84-608-5856-0. Depósito legal:  V458-2016. Pedidos: yojimbocomics.com

 

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David Bowman

Autor de una novela, Juana La Maliciosa, y de otra en fase de preparación que, Dios mediante, se titulará Libre, David Bowman es, sobre todo, un personaje de las novelas que él mismo escribe. Nacido en Edimburgo hace ya una porción de años, aunque ni él mismo sabe cuántos, ejerce de profesor en la Cahill University. El astronauta de su mismo nombre, desparecido en el espacio en 2001, era primo suyo.

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