Se dice que nadie muere del todo hasta que el último de los que le han conocido, aquellos en los que ha dejado algún tipo de huella, desaparece. Es entonces cuando el olvido lo cubre todo y queda un vacío silencioso o la sombra de un recuerdo tenue y frágil. Pero hay cosas que se resisten a perderse con facilidad en las nieblas del pasado: el dolor, la tristeza, la nostalgia. Y aunque cada uno sobrelleva de una forma diferente el perdón, la culpa o el trauma, esas manchas en el alma se transforman en fantasmas que suelen convertirse en compañeros para siempre.
La sinopsis planteada es sencilla. Tras la muerte del padre de la familia, Romana, la hija menor, va en busca de su hermano perdido para acabar con los trámites de la herencia. Amador, el hermano, ha desaparecido por voluntad propia, escapando de un pasado poco claro con tintes sobrenaturales. En su búsqueda, Romana se verá acompañada por Said, un inteligente joven con lesiones en cuerpo y en alma y, más tarde, por Luz, la novia de este.
A través de la relación entre estos hermanos casi palindrómicos (Amador/Romana), una posible metáfora de sus maneras de afrontar los problemas, se va explicando el pasado de la familia Olano, lleno de secretos, misterios y magia. La búsqueda del hermano por las múltiples propiedades de la familia ayuda a que Romana desgaje los momentos más traumáticos de su juventud a Said. El significado del título de la obra se ofrece bien avanzada la acción, cuando uno de los personajes pregunta a otro cuánto dura el dolor y la tristeza. Y la respuesta es terroríficamente simple: siempre están ahí.
Llama la atención la elegancia del autor en su estilo de narración. Suave, absorbente y con nombre propio, conduce al lector de la mano, sin empujones o explicaciones abruptas. La naturalidad con la que se llega a escenas cargadas de tensión sorprende, incluyendo el final, inevitable e inexorable, que trata de no dejar un solo cabo suelto, aunque sea de una forma un tanto rebuscada.
Se trata de un libro de género, donde los componentes sobrenaturales son esenciales y trufan cada página como fugaces y ligeros roces de pluma o algún graznido a destiempo. Pero el trasfondo de la obra está empapado en los profundos sentimientos de los personajes. Se podría hablar de un libro circular: el viaje de búsqueda, que termina donde empezó; el círculo de manos que invoca los terrores del pasado; el bucle del trabajo de Romana, explicando historias pequeñas de gente minúscula que nunca serán leídas por nadie más que por los que las dictan; el presente que se fusiona una y otra vez con el pasado, impidiendo que el tiempo fluya; la propia familia, que es principio y fin en sí misma.
La duración de un libro no se mide en páginas o en palabras. Se mide por cuánto tiempo quedan sus frases en la memoria del lector. Y mientras se mantengan, que es el caso de esta obra, estará viva por mucho tiempo.
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Autor: Ismael Martínez Biurrun. Título: Duración de un fantasma. Editorial: Aristas Martínez. Venta: Todos tus libros.
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